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Lo que queda de la fusión entre un corazón roto y el alcohol

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Lo que queda de la fusión entre un corazón roto y el alcohol


En cuanto a mí, todo este tiempo estuve pendiente de Kelsey, esperando cualquier detalle sobre Mae que pudiera escapársele, incluso sin querer. Lo complicado del tema era que en los pasillos seguía impuesto el silencio, más ahora que Bruno había vuelto a dar clases, y las conversaciones entre alumnos se volvieron susurros solo para lo necesario, y poco más. En lo personal, me harté rápido de toda esa situación. No es que acostumbrara a hablar a los gritos, pero no era mi luto, lo último que buscaba yo era molestar a Bruno o Crystal Sharyn, y sin embargo necesitaba tener algo a lo que aferrarme para comenzar a escribir la historia de su hija.

Supe que comenzaba a obsesionarme cuando me enojé con Kelsey, dos días después de que esta hiciera el pacto con Cora, por el insignificante y ridículo hecho de que se molestaba en hacer evidente que, por mucho que supiera sobre Mae, no estaba dispuesta a contarme nada.

Pobre de mí que confiaba en ella.

Resulta que Kelsey le contó a Coraline sobre mis ideas, y lo enfermo que, según ella, estaba yo para querer escribir una historia sobre una desaparecida. Puede ser que tenga razón. En parte se la doy. Pero esto hizo que ambas estuvieran de acuerdo en algo, y era evitar que yo supiera el mínimo detalle sobre Mae.

Por supuesto que fallaron. Por sobre todas las cosas, soy un tipo curioso. Es como si mis intenciones me guiaran, y la negación por parte de Kelsey fuera un "vamos, no soy más que un obstáculo tonto, igual puedes averiguar algo por otro lado".

Dicho y hecho.

Ese viernes se festejaba en la institución una fiesta de bienvenida al nuevo ciclo escolar. Era algo tonto que hacían todos los años, pero a quienes de verdad les importaba era a los estudiantes del último curso, en el cual me incluyo yo. Y a los integrantes de Todos tenemos la palabra. Y, por supuesto, a la banda del instituto. No había persona que no fuera a presentarse.

Bueno, a excepción de Mae.

Y los profesores.

Era una fiesta enteramente de los alumnos. Incluso los del primer año estaban invitados, pero raramente asistían. Como ya lo dije, los dueños de esa fiesta era el curso que se iba, porque era la última vez que tendrían la oportunidad de ser bienvenidos en la institución, por lo que se volvían locos e intentaban tirarla abajo. La única figura de autoridad era la directora que siempre se presentaba al finalizar la fiesta a ver en qué condiciones acababa todo, y luego juzgaba si era necesaria— o no— una sanción para el último curso. Así que todas las locuras se cometían y luego se solucionaban al instante, como si nada hubiese sucedido.

Había alcohol, por supuesto. El auditorio era una gran sala enorme, vacía y llena de luces, que por una noche se llenaba de adolescentes hartos de sus vidas y que, por primera vez, sufrían un paralizante miedo a un hecho que había tenido lugar apenas dos semanas atrás.

Dulce disposiciónWhere stories live. Discover now