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Todos los cables conectan, y la luz finalmente se enciende

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Todos los cables conectan, y la luz finalmente se enciende


Kelsey y yo llegamos a Gunnhild dejando atrás la tormenta pero no los problemas que queríamos enfrentar. Habíamos quedado en juntarnos con Fletcher Joel Elmer en una cafetería a un par de cuadras de la estación de buses, por lo que ni bien bajamos emprendimos camino. Kelsey no tenía ni idea de cómo ubicarse en una ciudad tan grande como en la que nos encontrábamos, pero yo había crecido en Gunnhild. No es que conociera cada centímetro del lugar, pero sabía hacia dónde me dirigía. Ya había estado allí antes.

En nuestras mochilas llevábamos lo que considerábamos indispensable, o en el peor de los casos, lo que necesitaríamos si nos tocaba pasar la noche en la gran ciudad. Teníamos nuestros pasajes de regreso para dentro de cinco horas, a la madrugada, pero también éramos conscientes de que muchos viajes se cancelaban cuando llovía tan fuerte.

Era evidente que en Gunnhild también había caído la lluvia. Las calles estaban llenas de charcos, y los transeúntes que cruzábamos iban todos con paraguas o botas de lluvia, algo que en una ciudad es bastante normal pero para un pueblo sería exagerado.

—Son ridículos—se quejó Kelsey, viendo a una chica de nuestra edad adelantándosenos con un paragua enorme—. Esto una simple llovizna y ya están todos tapados hasta la cabeza como si fuera el fin del mundo.

No pude hacer más que reír ante su comentario. Habíamos caminado apenas una cuadra y ya se notaba a millas que Kelsey jamás había puesto un pie en Gunnhild.

Las manzanas eran más grandes que en Gahnder, y a pesar de que era de noche y estaba oscuro, muchas personas seguían circulando, lo cual también llamó la atención de mi amiga. Estoy seguro de que, como yo cuando era pequeño y tuve que mudarme, se sentía como un bicho raro rodeado de robots que parecían preparados para pisarte en cualquier momento. A pesar de ello, mantuvo la cabeza en alto y camino a la par mía mientras avanzábamos en dirección a la cafetería en la que Fletcher Joel Elmer debería haber estado esperándonos.

En ningún momento se nos ocurrió la simple idea de que alguien nos seguía el rastro.

A mí comenzaba a alterarme el hecho de que estábamos llegando tarde y a Kelsey, por su lado, le preocupaba estar haciendo todo eso a escondidas de su hermano. Porque sí, ahí fui a enterarme que mi querida acompañante tenía la urgente necesidad de que toda esa travesía fuera secreta porque el tonto de Colton no se había ni enterado de que dejamos nuestro pueblo para irnos a una de las ciudades más grandes y monstruosas del país.

—Ya estamos cerca, no te preocupes—le advertí a Kelsey para que mantuviera la calma al menos una cuadra más.

Divisé a lo lejos la cafetería como si de un oasis brillante y luminoso se tratara. Estaba ubicado justo en la esquina de la manzana, y desde fuera se percibía que no había más que un par de personas dentro. Se podría tratar perfectamente de un bar para ancianos aburridos, pero a pesar de ello habíamos quedado en encontrarnos con Fletcherñ ahí. No podíamos irnos a otro lugar.

Dulce disposiciónWhere stories live. Discover now