9. Recuerdos

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Luana se encontraba en una playa en el atardecer con una antorcha en su mano, el viento azotaba su cabello y la arena que el viento transportaba le impedía la vista, las olas se rompían con mucha intensidad y violencia, pero de repente todo ceso. El cielo estaba completamente estrellado y el mar en total calma, el viento ya no corría.

Se quedó mirando el mar que transmitía tanta paz y de alguna forma la llamaba. Aun con su antorcha en la mano, comenzó a caminar mar a dentro, pero a medida que daba pasos el agua se corría de su camino por lo cual nunca llegaba a mojarse.

Se adentró cada vez más hasta que empezó a escuchar voces.

-Cuidado te vas a caer- una mujer gritaba-. Luana, haceme caso- Una luana muy pequeña se bajó de aquel árbol cayendo en los brazos de su madre.

La mujer era tez blanca con un color de pelo negro, tan negro como el petróleo, con facciones finas y femeninas y unos ojos de un intenso color azul, se notaba a lenguas que ella estaba embarazada.

-Vamos, hay que conseguir algo de comida- Luana asintió con la cabeza y agarro sus cuchillos y comenzó a lanzarlos al rio en busca de algún pez para comer. Mientras tanto la madre preparaba el fuego para calentar el pescado.

- ¿Ma, dónde está papá? - Luana curiosa se acercaba al fuego para cocinar los pescados.

-Tuvo que hacer un viaje largo bebé, es uno muy importante pero no te preocupes él volverá- de repente todo se volvió negro y apareció de nuevo en el medio del océano con un montón de agua alrededor.

Otras voces se escucharon, esta vez de un hombre.

-Hija, como has crecido- apareció el padre de Lua corriendo desde el bosque. En cuanto la abrazó fue corriendo a saludar a su dulce esposa y su nueva hija que ya tenía años.

-Mi dulce amor, tengo muy buenas noticias, hay una colonia en el sur, están dispuestos a aceptarnos- las posibilidades de vivir en colonias eran escasas para las presas-.  Podemos ir los cuatros- otra vez en la playa, cada vez que volvía de aquellos recuerdos se encontraba sumergida más al fondo del océano.

Empezó a escuchar voces por todos lados y del viento se sentía un olor a sangre fresco.

-Luana corre, escóndete- su padre la sacó de aquella guerra que había entre la colonia y los cazadores, alguien había revelado la ubicación. Ya habían pasado dos años más y ella había tenido un hermanito más aparte de su hermana, luego de esta pequeña guerra, salieron de los túneles para encontrarse con gente muerta por donde veía, los padres de Lúa cargaban a sus hermanos a upa mientras que ella ya adolecente tenía que intentar seguirles el paso.

Un trueno saco a Luana de su recuerdo para entrar en otro.

-Vamos cariño, sé que es peligroso pero la resistencia podría protegerlos a ustedes, les proporcionaría calor, comida agua vestimenta y una cama donde dormir, ¿lo entiendes?, dormir en una cama hace mucho no lo haces, yo intento protegerlos- los padres de Luana discutían en el camino, pareces ser, según ella, que se dirigían a las montañas.

Llovía, llovía con tanta intensidad que el mar se había vuelto a alborotar entonces decidió salir del agua, su antorcha aún seguía prendida por lo que pudo ver una aleta sobresalir del océano, una aleta de tiburón, esa imagen la aterrorizo muchísimo, pero la llevo a otro recuerdo.

Esta vez se encontraba en la habitación de Elián, él estaba envuelto en una toalla y de su cintura baja sobresalía un tatuaje de tiburón. Pero cuando vio ese tatuaje su mente la envió a años atrás en la resistencia.

Se encontraba parada en un descampado con su padre y un amigo de él, estaban cazando venados, y su padre le enseñaba a usar el arco. Una vez terminada la casería se dirigieron al auto, pero en la puerta estaba estampado la imagen de un tiburón.

La palabra resistencia se escuchaba en todos lados, ella había vuelto a aparecer en el océano, pero el tiburón no se encontraba.

Su mente divago aún más cuando se sumergió en otro recuerdo.

-Hija lo lamento tu padre murió, tenemos que ser fuertes las dos por tus hermanos ¿lo entiendes? - las lágrimas de Luana se hacían notar, pero lastimada por dentro asintió con la cabeza. Su padre ya no estaba más en la resistencia por lo que Luana y su familia tuvieron que marcharse de las instalaciones.

-Cuida bien a tus hermanos- ella se fue, nos estaban atacando los cazadores, agarro a sus hermanos y corrieron hasta adentrarse al bosque. Un disparo hizo que los hermanos se detuvieran.

La tormenta era aún más violenta al igual que sus recuerdos lagrimas salían de sus ojos que en su sueño profundo caían en el agua y en la vida real en las sábanas blancas del hospital.

Dos años habían pasado de la muerte de su madre y ella estaba por cometer el mismo acto que realizo su madre antes de dejarlos, pero en vez de matarla se la llevaron con ellos.

De nuevo en el océano, pero en lo lejos, en la playa, había una silueta de un hombre, ella se acercó con mucha curiosidad ya que apenas si se veía algo.

En cuanto estaban cara a cara se dio cuenta que era Elián.

-Vuelve, despierta, por favor, no llores- la tormenta no paraba y ella apenas entendía lo que Elián intentaba decirle.

A lo lejos se notaba el atardecer, pero esa luz no era en tonos rojos amarillos y naranjas, era una mezcla entre naranja que luego se volvió blanca, completamente blanca.

Había un pitido que se escuchaba a lo lejos, y una luz cegadora.

Elián prestaba atenciona cada gesto que hacia la chica. Era obvio que estaba por despertar, en cuanto abrio los ojos el corazon de él comenzo a palpitar mas rapido y una sensacion de tranquilidad lo invadio, su chica estaba bien.

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