II

247 32 8
                                    

Una taza de té vacía se posicionaba junto a la guía de sociología, la música rebotaba en las cuatro paredes e inundaba el lugar, Haneul cantaba al compás de los intérpretes, en voz baja y con una buena pronunciación del inglés. En vez de estudiar para su examen, prefirió garabatear en los bordes de las páginas de la guía de estudio. Se encontraba muy concentrada en sus asuntos que le causó un gran susto cuando escuchó el golpe seco proveniente de su ventana. No pudo evitar exclamar un par de maldiciones al ver un muchacho intentando entrar a su habitación de la manera más atropellada posible. Haneul corrió por su habitación en busca de algo para defenderse, tomando la lámpara junto a su cama como primera opción.

Finalmente el muchacho logró entrar y suspiró cansado. — Deberías invertir en una ventana más grande ¿no crees? — dijo. Al ver su rostro, la muchacha pudo reconocerlo de inmediato, era el mismo muchacho del sábado. «No puede ser, es el mismo loco.» pensó.

— ¡¿Quién demonios eres y qué quieres?! — exclamó, reforzando su agarre a la lámpara.

— Verás, — se incorporó. — yo soy un ángel, soy cupido.

Haneul lanzó lo primero que encontró, un libro, seguido de demás cosas como zapatos, otros libros y uno que otro bolso y mochila.

— ¡No! ¡E-espera! — por más que intentara escudarse con sus brazos, le era difícil soportar los golpes. — ¡Ouch! ¡Basta, detente! — la apuntó con su dedo índice. — ¡Baja la enciclopedia!

— Lárgate, nunca jamás vuelvas a acercarte a mí y dejaré de atacarte. Ese es el trato. — sentenció ella, sostuvo el grueso libro amenazadoramente sobre su cabeza.

El muchacho rodó los ojos y resopló. — Necesito hablar contigo. Desde que llegué no he hecho más que aguantar tus golpes ¡y sin defenderme! Si hubiese querido hacer algo malo, ya lo había hecho.

La pelinaranja lo analizó por un segundo, frunció el ceño y bajó la enciclopedia. — ¿Qué quieres entonces?


— ₊˚.༄ —


— ¿Entonces?

El castaño se encontraba sentado en el sofá de la sala y sosteniendo su mochila amarilla, Haneul estaba a su lado, en el sillón individual. Ella se mantenía con la mirada fijada en él y de brazos cruzados, mientras que él paseaba su mirada curiosa por el lugar y de vez en cuando le echaba un vistazo a la ventana.

— Si no me vas a decir nada mejor que me avises, así no tengo que...

— Hace diez minutos no pensé en lo que diría al hallarte y terminé molido a golpes, — hizo una expresión que a ella le pareció graciosa, se mordió la lengua para no sonreír. — estoy pensando en una forma sencilla de decirlo.

No volvió a decir algo, se quedó en silencio y lo observó pensar. «Te verías realmente atractivo de no ser porque estás malditamente loco... debo de estar más loca por mantener a un loco desconocido en mi hogar.» pensó.

— Vamos, no hay forma de suavizar un golpe. — dijo. — Lo que sea que tengas que decir, dilo y ya.

— ¿Sí que eres impaciente, eh? — esbozó una sonrisa pero la borró antes de tomar una bocanada de aire. — Como anteriormente dije, yo soy cupido, dios poderoso en el aire y en la tierra y en el ancho mar undoso blah, blah, blah. — rodó los ojos.

Haneul volvió a fruncir el entrecejo.

— Ya déjate de juegos, ¿quieres?

— No juego. — su expresión se mantuvo seria. — Excepto cuando dije lo del dios poderoso, es una referencia a un libro, pensé que lo habrías captado...

— Sí, sí capté, he leído el libro. Lo que no capto es porque sigues diciendo incoherencias y haciéndome perder tiempo.

El muchacho se incorporó y abrió su mochila cuidadosamente bajo la inquisidora mirada de la chica. De un segundo a otro él sostenía un arco entre sus dedos y la apuntaba peligrosamente con una flecha de plomo. La pelinaranja presionó su cuerpo contra el sillón.

— No estoy jugando cuando te digo quien soy, no estoy jugando cuando te digo que soy un ángel y espero que tú no mientas al decirme quién eres tú. — su voz se escuchó una octava más grave y su mirada se oscureció. — Ningún mortal puede verme y recordarme, ¿qué eres tú entonces?

Jung Haneul podía estar asustada y con el corazón en la garganta, como es el caso actual, pero no iba a soportar que le hablaran de esa manera y quedarse callada. Había sentido temor, alivio, enojo, su pulso había sufrido más cambios de los que desearía y aún no se cumplía una hora desde que aquella montaña rusa de emociones había tomado control de su sistema. Estaba harta.

— Escucha, — habló con firmeza. — no soy ningún «que», ¿entendido? Soy una persona común y corriente. Y tú, por otro lado, no me importa quién o qué seas ¿de acuerdo? Cuando te entregué tu maldito libro no pedí un acosador de primera irrumpiendo en mi hogar cuando quiera, ya deja de joder y desaparece.

El muchacho la analizó bien, desde sus ojos brillantes y entrecejo fruncido hasta la forma en que sus dedos sujetaban con fuerza los reposabrazos del sillón. Entonces bajó su arma, sin apartar su oscura y penetrante mirada de la ajena, se colgó la mochila del hombro y desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Haneul tomó una bocanada de aire y escondió su rostro en sus manos, dejando escapar en aire en un desasosegado suspiro. «Como deseo que todo esto sea una pesadilla y mañana despertar tranquila.»

de un flechazo al corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora