Capítulo 1

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Le veo, siempre le he visto, desde que era muy pequeña, pero nunca me hace nada. Tenía nueve años cuando vi a ese ser de tres metros, delgado y sin rostro por primera vez. Ahí, frente a un edificio. Le veo siempre, en cualquier parte; detrás de un árbol, detrás de una farola, en un parque o incluso delante de la puerta de mi habitación.

De pequeña me asustaba, sentía terror hacia Él. Cada vez que apartaba la mirada un momento Él estaba más cerca. Trataba de ignorarle, pero no podía. Esa estática tan atroz que me destrozaba los oídos sonaba cada vez que le miraba durante tres segundos.

Pasaron los años y, aunque no le tenía tanto miedo como antes, me seguía asustando en ocasiones. Cuando cumplí los doce años celebramos una fiesta en mi casa con mis amigas y mis padres. Aunque Él no estaba invitado a la fiesta, vino igual. Se apagaron las luces para soplar las velas y ahí estaba, jamás le había sentido tan cerca, a mi lado, mirando a mis amigas y a mis padres, pero no a mí. Le sentía frío y húmedo aunque no le tocara ni se le viera mojado. Ni mis padres ni mis amigas parecían darse cuenta de que estaba a mi lado. Oí de nuevo ese ruido infernal.

Solo recuerdo a partir de ahí, que me levanté del sofá después de haberme desmayado. En la casa no había nadie, las luces estaban apagadas y solo un pequeño rayo de luz que entraba por la ventana iluminaba el lugar. No se que había pasado, y a día de hoy, sigo sin saberlo.

Toda la casa estaba calcinada, o eso parecía. Todo parecía muy viejo, todo era negro y gris, como si la casa hubiera salido ardiendo en algún momento. Me levanté y revisé las habitaciones. En ninguna había nada ni nadie, hasta que abrí la puerta de la habitación de mis padres. No había nada en ella excepto la cama de matrimonio de mis padres y una cajita de música de la que salía una melodía muy siniestra.

Di un paso en la habitación y la cajita de música dejó de sonar y se cerro de golpe.

Ahí estaba... detrás de mí... Le vi por el espejo...Lo sabía, otra vez esa sensación fría y húmeda... Sabía que no podía girarme...

No debía girarme...

Solo yo puedo verleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora