DIEZ

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Todavía no encuentro la razón, para hacerlo pasar y no solo eso, sino también ofrecerle algo de tomar

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Todavía no encuentro la razón, para hacerlo pasar y no solo eso, sino también ofrecerle algo de tomar. Quizá es sea porque siento compasión por este chiquillo, ya que se encuentra mojado por una lluvia matutina.

Le entrego una taza de café recién hecho.

-Gracias, no sé hubiese molestado -expresa con gratitud. Observo que en sus nudillos tiene varios tatuajes.

-No es nada. ¿Intentaste hablar con Luis en estos días? -consulto con doble intención. Quiero saber si era él, el que llamó a la madrugada.

-No, con Luis no... -hace una pausa como buscando las palabras exactas-. No estamos teniendo una buena relación últimamente.

-Ah.

Lo miro con deteniendo y es un muchacho muy atractivo. Está tenido de rubio en la parte más larga de su cabello. Lleva unos expansores en las orejas. Creo que no es el tipo de Luis. ¿Y qué mierda sé yo de él? Nada. Absolutamente nada. Y la idea de que él sea algo más que mi inquilino se esfuma delante de mis narices.

-¿Usted le puede mandar un mensaje?

-Sí, claro. Aunque a ésta hora esta en clases. No creo que responda. -Su cara toma otro semblante-. Está bien, con intentar no perdemos nada.

En realidad yo sí.

Escribo el mensaje y me gustaría decirle un montón de cosas. De por qué mierda no me contó de la existencia de un novio, por qué me hizo creer que él tenía intenciones conmigo, pero solo me limito a mandarle un mensaje hetereo y lineal.

En la sala de mi departamento hay un chico que dice ser tu novio. ¿Le digo que te espere o lo echo a patadas en el culo?

-Listo ya le mandé. ¿Disculpame cómo es tu nombre?

-Agustín -responde volteándose y mirando hacia mí. Todavía tiene la taza entrelazada en los dedos y de vez en vez le pega un sorbo, sé que también me está inspeccionando.

-Estoy seguro que Luis no te habló de mí. -Rompe el silencio,uno incómodo y poco agradable.

Niego con la cabeza.

-Él tiene una personalidad muy particular. Hace que te sientas bien con solo una mirada.

¿Por qué me cuenta éstas cosas? ¿Qué está queriéndome decir?

-Hace más de cinco años que estamos juntos y siempre fue así, escurridizo.

-¿Vos también sos de Córdoba? -cambio de tema. No me gusta el nombre de Luis en su boca. Me hace mucho ruido y me parece fastidioso.

-No, soy de Rosario. Yo me mudé a Córdoba cuando tenía diez años más o menos. No le quiero robar más tiempo. Vuelvo en otro momento -dice de repente.

Agarra su mochila, que la había dejado a un costado del sillón y se retira.

-Te enamoraste de él. ¿Verdad? -Cuestiona acercándose al ascensor. Su pregunta me toma desprevenido, como su llegada, como su puta presencia.

No respondo.

-Él hace que todo sea diferente, tiene esa cualidad, pero también tiene muchos defectos. Caíste amigo. Caíste. -Niega con la cabeza con una sonrisa en el rostro. Y una vez más me quedo inmóvil ante sus palabras.

Cierro la puerta sin despedirlo.

¿Qué mierda fue eso?

Miro el celular y no tengo respuesta alguna al mensaje que le mandé, pero lo vió.

Van a ser las dos de la mañana y todavía no hay noticias de Luis. Deduzco que se fue con él y quizá no regrese. ¡No! Él debe regresar. Tiene sus cosas, además está estudiando, además estoy yo. ¿En serio él piensa en mí?

***

Los días pasan y Luis todavía no volvió. Para ser exactos este es el cuarto día desde que se fue a la mañana a las apuradas porque se había quedado dormido.

Las noticias malas corren rápido, me convenzo. Si a él le llegase a pasar algo, quién me lo informaría. Su ausencia me carcome el cerebro.

Las paredes del departamento comienzan a asfixiarme. Hace varios meses que no salgo de este departamento y por alguna razón desconocida, quiero salir.

Quizá tenga suerte y lo vea deambulando por las calles de la ciudad, escondiéndose de mí.

Voy hacia la Plaza Las Heras que queda a solo unas tres cuadras de mi casa. El día está nublado y demasiado húmedo, no me fijé el pronóstico pero es probable que llueva.

Siento que todos me observan el señor del puesto de diario me mira asombrado.

-¿Cómo va muchacho?

Sonrío en forma de respuesta.

La señora de las flores, el portero de mi edificio, el del edificio pegado al mío, todos me miran extrañados. Atino a saludar con la mano, en un saludo genérico y sin gracia.

Me calzo la capucha ya que empezó a lloviznar y acelero la marcha hacia la Plaza. Allí me cruzo con una vieja amiga, la conozco mucho antes de Elena.

-Hace cuánto que no te veo por acá, Andy. -Se asombra al verme y no duda en venir hacia mí.

Su caniche comienza a ladrarme.

-¿Cómo estás? -pregunta con una sonrisa en el rostro-. Lamento lo de tu mujer.

-Ya pasó -murmuro separándome de ella.

-Los años te sientan tan bien a vos.

Su comentario me da gracia.

Niego con la cabeza y me pongo las manos en los bolsillos de mi joguineta.

-Siempre es un placer verte, Andy.

-Gracias, igualmente.

-¿Seguis viviendo en Coronel Díaz?

-Por el momento.

-Ya voy a ir visitarte y espero que esta vez me atiendas.

-Ok. Me doy vuelta y sigo mi camino. Un camino que no tiene rumbo, quizá mi objetivo es sacarme a Luis de la cabeza aunque sea algunas horas, me conformo con unos miserables minutos.

Comienzo a acelerar la marcha, hasta que mi caminata de convierte en trotes. Doy varias vueltas alrededor de la plaza. La lluvia da en mi espalda y es una sensación gratificante, me sienta bien correr, me sienta bien el aire libre. Inflo mis pulmones de oxígeno y sigo corriendo.

Me detengo en una esquina y me inclino hacia delante recobrando el aliento.

Ys está oscuro y decido regresar. Sé que él no va estar, y es probable que sea lo mejor, que toda ésta locura termine y que vuelva a mi monotonía.

La lluvia se intensifica y corro hasta llegar a mi departamento.

En la vereda en medio de la lluvia torrencial se encuentra un linyera, me apena pensar que alguien esté en medio de la lluvia sin ningún tipo de refugio. A medida que me voy acercando distingo sus facciones y me petrifico al verlo. Es Luis. Está empapado de pies a cabezas, tiritando de frío.

-¿Luis? -cuestiono, al escuchar mi voz se para de inmediato.

No responde y se cuelga de mi cuello sin mediar palabra.

-¿Qué pasa? ¿Qué pasó, Luis? ¿Dónde estabas?

De su garganta sale un quejido que me hiela la sangre.

Con el corazón roto [PAUSADA]Where stories live. Discover now