ONCE

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—Pasa, Luis

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—Pasa, Luis. Por favor. 

Él se abre paso y se acomoda en un rinconcito en el sillón. Dejando su aroma al pasar, aspiro con fuerza saciándome de él; corta y momentáneamente. 

No sé mucho que decir. Quisiera acribillarlo con preguntas, preguntas de todo tipo. ¿Dónde estuvo? ¿Con quién? ¿Lo hizo con el pendejo que vino hace unos días? ¿Acabó? ¿Le gusto? ¿Pensó en mí?

Todas y cada una de las posibles respuestas me llevan a un camino oscuro y desprovisto, repleto de mierda. Además tengo infinidades de interrogantes, pero ninguno es el más importante. Sino es, saber cómo él se encuentra. 

Lo dejo en el sillón y su silencio me perturba, no sé que hacer realmente.

Preparo algo caliente ya que los dos nos encontramos mojados y muertos de frío. Su mandíbula se tensa haciendo más angulosas sus facciones. Lo inspecciono de pies a cabezas, aparenta estar bien. De momento a otro comienza a tiritar haciendo ruido con sus dientes.

¡Dios!

Odio esta imagen de Luis tan impropia de él. Tan vacía y desolada. 

Se me ocurre hacer lo mismo que hizo él conmigo.

—No lo hagas, Andres —grita de espaldas a mí.

¿Qué? ¿Cómo sabe mis intenciones?

—Lo necesitas. Mirá como estás —expreso, intentando convencerlo. 

—Ahora necesito otra cosa. Por favor, vení acá —pide. Dejo las tazas en la mesada y me acerco a él.

Me mira fijo, sus ojos se cristalizan. Se tapa la cara con las manos y comienza a llorar. Es un llanto profundo, que abre mi carne, me desgarra.

—Ey. — susurro arrodillándome ante él y saco las manos de su rostro—.   ¿Qué pasa, Luis?

Sigue con su llanto quebrado y me abraza con fuerza, sin darme ninguna respuesta.

Lo aferro a mi cuerpo y siento el latir de su corazón en mi pecho, eso me hace sentir vivo, me hace sentir bien a pesar de las circunstancias.

Luis se separa de mí con rapidez y hace que me sienta desauciado, realmente me siento así. Tengo la necesidad de estar cerca de él como si fuese mi oxígeno, el puto oxigeno para vivir.

¿Cómo le digo que lo necesito?

¿Cómo le digo que se volvió una prate importante de mi vida? Que no sé que hacía antes de él. ¿Cuál o qué era mi vida antes de conocerlo? ¿Qué tengo yo para ofrecer?

Y de un momento a otro comienza a hablar acallando mis pensamientos. 

—Él me fue a buscar a la facultad. Golpeó puerta por puerta. ¡Una locura! —Señala con su dedo índice la sien. Cuando lo vi no lo podía creer. Sabía que las cosas no iban a terminar bien.

Yo sigo de rodillas frente a él idiotizado, perdido. Y él solo habla pero no me mira. Gesticula de vez en cuando y se limpia la nariz con el puño de la campera.

—Fui a donde él estaba parando. No quería que haga un escándalo en frente de todos, no por mí sino más que nada por él.

Yo lo sigo atentamente sin interrumpirlo. Excepto por la pava silbadora.

Corro a apagarla y vuelvo con rapidez a Luis. Lo miro para darle ánimo a que me siga contando.

—Todo el viaje fue una tortura me agarró el teléfono y así como si nada lo tiró al tacho de la basura. 

¿Qué? Es un psicópata. Tenía el presentimiento que algo raro tenía.  

—Comenzamos a discutir, peleamos. A él le costó entender que ya no estábamos más justos, que todo se había ido a la mierda; por sus celos e inseguridades.

—¿Cómo sabía que vivías acá?

—No sé, creo que me siguió. La verdad  que no tengo idea.

—¿Dónde está ahora?

—No está -susurra.

¿Qué me está queriendo decir?

—Esa noche me quedé con él. No quería que me vaya. Me lloró, me pidió por favor que me quedase con él. Me juró que él había cambiado y no se cuantas mierda más.

—¿Lo hicieron?—pregunto sin más, sin demasiadas vueltas. Quizá no sea mejor momento para preguntarlo, pero necesito saberlo, Luis. ¿Lo hiciste?

¡Soy un puto egoísta!

Asiente y se toma de la cabeza. No me mira, no hace nada. Solo se queda sentado en el sillón con el pelo húmedo y con su verdad rompiendome el corazón. 

—No debí haber estado con él. 

Me levanto del suelo y no sé que decir.

—¿Por? —Consulto despreocupado que obviamente no lo estoy.

—Yo no quería hacerlo. Yo no me sentía de la misma manera que él. Después de que lo hicimos empezó a hablar de vos y me dijo un montón de cosas que no entendía. No en ese momento —aclara—. Hablaba de vos como si te conociera, me dijo que te habías enamorado de mí, que ya habían caído.

—A mí también me lo dijo cuando vino acá. 

—Esa noche fue discusiones más discusiones, yo realmente me quería ir. Amenazó con matarse. Siempre lo decía, siempre me amenazó con hacerlo. Y yo no le creí y al otro día fui a la  facultad y tenia un mal presentimiento y volví a la pensión y... -se le quiebra la voz-. Y lo encontré muerto.

No.

La muerte una vez más rondando cerca de mí y no llevándome con ella.

Se vuelve a quebrar pero esta vez no sé si abrazarlo, de consolarlo, no sé si acercarme a él. Quizá necesite su espacio. Quizá sienta culpa.

—Por favor. Abrázame, Andres. Te necesito.

Voy a él y me arrodillo una vez más. Sus ojos están rojos por el llanto, por la angustia, por la culpa.

—Lo lamento. Lamento en el alma que estés pasando por todo esto. 

—¿Me perdonas?

—No hay nada que perdonar, mi amor.

Lo tomo de la cara y acaricio con mis pulgares su rostro. Su barba está un poco larga y raspa mis dedos.

Lo inclino hacia mí y le propicio de un beso en los labios. Su boca está salada y sabe a él. Saca la lengua y comienza a besarme con fuerza raspando sus dientes en mis labios, yo lo sigo perdido, ciego y excitado. Aunque, una vez más no es el momento, mi erección empieza a crecer. Comienzo a buscar algo de fricción con su cuerpo. Lo pongo de costado en el sillon y me acuesto a su lado.  Entrelazo mi pierna a su cadera y me apoyo en él. 

No sé si es momento o no. Pero lo necesito. Necesito a Luis. Y tengo la puta certeza que es para siempre. 

Con el corazón roto [PAUSADA]Where stories live. Discover now