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«Papá no me mientas. ¿Lo hiciste a propósito? ¿Te quisiste matar poco a poco para que luego yo sufriera? Nos dejaste solas, me dejaste sola. Mamá quiso acompañarme en la soledad pero no se lo permitieron. Ustedes creen que soy fuerte, pero... No lo soy»

...

Ya estábamos en la fiesta. De lo que yo supuse, nada fue tal como creí. Todas las chicas llevaban puestos jeans, pantalones de vestir, remeras o blusas. No había nadie con vestidos. Vi que hice bien al cambiarme de prendas antes de venir.

Cuando por fin entramos, Daniel divisó a su grupo de amigos al fondo sentados en una mesa. Como siempre, fue con ellos y yo lo tuve que seguir porque sino me quedaba sola en medio del salón.
Como siempre sus amigos estaban vestidos con chaquetas de cuero dando pinta de chicos malos.

_Cachi, ¿Todo bien?_ Paulo lo saluda dándole la mano.

_¿Cachi? ¿Por que lo llaman así?_ Pregunta una de las acompañantes de los chicos.

_Lo llamamos así por una moto que tuvo y cuando chocó le dejó alta cicatriz en la pierna. Por poco no la cuenta_ Contesta Matías.

_¿Tú sabías?_ La chica junto a Emiliano se dirige a mi con la mirada.

_Si, solo que yo no lo conocía en ese entonces_

Después de tratar de aguantar a los amigos de Dani, decidimos pedir que nos trajeran algo para cenar a la mesa. Pizza con salame, jamón y otros chucherios más nos trajeron. Sinceramente delicioso.

La canción "Séptimo Día" de Soda Stereo empezó a sonar por los parlantes del lugar. Junto con Daniel y los otros cuatro chicos fuimos hasta el medio para bailar y hacer pogo. Si, lo único que me unía a ese cuarteto de pendejos era el gusto musical.

_¡¡Solo Dios sabe que!! ¡¡En el séptimo día!! ¡¡El avismo y la luna!! ¡¡En el séptimo día!! He, a ver Buenos Aires_ Se escuchaba en el audio.

_¡¡¡NO DESCANSARÉ!!!_ Gritamos todos. Y cuando digo todos, es incluyendo a los profesores que participaban de coordinadores, las personas que bailaban a nuestro alrededor y otros más.

Seguimos así hasta las tres de la mañana. Por una vez en mi vida había olvidado por completo el recuerdo de mis padres. No sentía dolor, solamente reía junto a Daniel.
En un descanzo que me tomé, estuve sentada mirando mi celular que había sonado. Apareció un recordatorio de una evaluación que tendría el lunes. No le hice caso ya que Daniel apareció en ese momento para sentarse a mi lado.
Todos estabamos sentados otra vez en la mesa donde al inicio de la fiesta nos encontramos.

_Pedí que pusieran un tema para vos_ El cruzó su brazo por el respaldar de mi silla.

_¿Cuál?_ Lo miré confundida.

_Ya vas a ver_ Me mira con picardía.

_Esta canción es de parte de Daniel Tapia, para su amiga Gisel Luna_ Dijo el DJ mientras comenzaba a sonar "Ciudad de la Furia".

Esa maldita canción. Se que a Daniel le pudo haber parecido algo tierno, sin embargo a mi me trae muy tristes recuerdos.

_Espera, ¿Tú eres la loca que mató a sus padres?_ Dijo la chica sentada al lado de Gabriel.

_Siii. Sos vos. ¿Cómo es que no te conocimos?_ Dice la acompañante de Matías.

_Ay no chicas_ Dice una rubia que estaba junto a Emiliano_ No quiero que te ofendas, pero no quiero que estes con nosotras aqui_ Se aferra de la chaqueta de su "novio" o así lo llamaba hasta hace unos minutos.

_Por favor andate. No queremos a locas como tú acá_ Replica la chica al lado de Matías.

_Ay ¿Qué dicen? pedazos de taradas_ Contesta enojado Daniel _Ella es mucho más cuerda que ustedes cuatro juntas_

Mis lágrimas ya sobresalían de mis ojos. La canción iba por el estribillo y mis emociones se mezclaban. Entre las minas que me trataban de loca y todos los recuerdos de mis padres a flor de piel ya no podía aguantar más.

_Dejalas Dani. Mejor... Me voy_ Digo levantándome del asiento y corriendo hacia la puerta del salón.

_¡Gise!_ Escuché gritar a lo lejos a mi amigo. No voltee.

La lluvia caía y yo no tenía paraguas. Poco me importó, quería volver a mi casa. Volver a encerrarme en mi habitación. Introducirme en mis estudios y no ver la luz del sol ni de la luna por un buen tiempo.

Hacía mucho tiempo que no me trataban de loca. Aun que, la gente siempre se lo guardaba para si mismas. ¿Qué podía hacer? La Policía encontró unos cuchillos ensangrentados en la parte trasera de mi casa. Estudiaron el ADN que llevaba y era igual al de mi madre. Algunas personas creyeron que yo maté a mi propia madre, pero no fue así.
Antes dijeron que yo volvía loco a mi padre al pedirle que me comprase cosas y más cosas. Por eso mismo llegaron a la conclusión de que por el estrés de que esto le causaba comenzó a fumar y tiempo después murió de cáncer. Otra mentira más. Jamás le pedí nada a mi padre. Él me daba todo sin que yo dijera ni "Ah". Todos los días llegaba a casa con algún juguete distinto para mí.
Ellos me tenían en una caja de cristal. No permitían que saliera a la vereda ni de por casualidad. Así me crié. Todos venían a mi. Los profesores, las cosas. Nunca moví ni un dedo. Eso a mi no me gustaba.

Decidí por volver a mi casa caminando. No tenía dinero para pagarme el boleto del colectivo así que comencé a caminar.

Las cuadras eran larguísimas. No terminaban más. Parecía un infierno de agua. La lluvia se derramaba arriba de mi cabeza y se desplazaba por mis mejillas mezclándose con mis lágrimas.

Estaba triste, si, lo estaba. Lo estaba porque seguía marcada como una loca. Me di cuenta de que las personas que pasaban por mi casa de seguro pensaban "Acá vive la loca que mató a sus padres". Me dolía, me duele. Odio la mentira, pero la gente vive de eso.

Mis atuendos ya estaban completamente húmedos. Me sentía sola. Había dejado de escuchar la voz de Daniel detrás mío hacía bastante. Solo escuchaba golpetear las gotas contra la acera.

Seguía caminando, no paraba. Ya faltaba tan solo una cuadra para poder llegar a mi casa. Las calles denotaban un color azul por la luz de las lámparas. No rondaba nadie por las calles. Trataba de mirar hacia arriba y las terrazas estaban desiertas.

Un trueno se hizo presente con un fuerte ruido. Delante mío veo caer algo en medio de la calle desolada. Me acerco corriendo para poder mirar de cerca. No era algo, era alguien. Tenía en su espalda un par de ¿Alas?. No entendía mucho. No tenía ropa, estaba completamente desnudo. Inconscientemente me acerco aún más para ayudarlo a levantarse. Antes de que lo tocase, sus alas desaparecen, se desvanecen de mi vista. Quiero ayudarlo. No hace caso, estaba dormido o desmayado. Yo sin más lo levanto como puedo y lo llevo hasta dentro de mi casa que estaba a unos metros.

Ya adentro, lo acuesto en el sillón de la sala principal. Noto que tiene piernas y brazos lastimados, con heridas y rasguños. Trato de tapar su intimidad con una manta y así poder curarle las heridas. Luego de hacerlo, lo tapo completamente con una colcha. Hacía mucho frío en la casa y si lo dejaba durmiendo con solo la manta que le puse, le podría agarrar hipotermia.

Noto que sus ojos estaban morados. Sin embargo, no había nada por hacer para eso.
Parecía una persona grande. De unos cuarenta años. Pero, era hermoso. Aún más hermosos, eran sus rulos castaños.

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Ciudad de la FuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora