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« Escucho como los truenos rompen el silencio de mi dañado corazón. Otra vez el dolor perdura en mi piel y entrañas. Las gotas revalzan las canaletas mal pintadas de mis ojos. El delineador arde mientras roza mi débil pupila. El agua cae por mis paredes llegando a mi boca, algunas son sorbidas por la lengua y otras pasan de largo hacia el suelo o mi cuello. La casa, yo, mi vida, se inunda de llanto, dolor, lágrimas y sangre. La decepción toma posesión de mi mente. Siento frío, soledad, tristeza. ¿Desde dónde está mirando mi maldito ángel de la guarda? ¿Entenderá que lo único que quiero es partir a un lugar mejor? ¿Cuál es su meta de cuidarme? Si no va a poder liberarme de esta prisión que llaman depresión? »

Me había quedado dormida. No asistí a mi escuela por la misma razón. Al menos safé del acto en honor al profesor Sliakonis. Yo lo quería mucho, pero se están sobrepasando un poco con las conmemoraciones.

Sin embargo, no pensé mucho en ello. Había algo más que me carcomía la cabeza desde la noche anterior. Tengo un ángel de la guarda. O... Así es como mi madre los ha nombrado en su debido momento.

Me senté en frente a mi computadora para buscar más sobre estas cosas. Gustavo, así es como dijo que lo llamase, me contó sobre que un vetal me seguía y a mi madre también.

Entré al buscador y coloqué el nombre «Vetal». Pronto me aparecieron un montón de resultados hablando sobre estos "Seres mitológicos".

«Un vetal o baital es un espíritu maligno. Es un tipo de demonio, fantasma, espíritu o vampiro (especialmente el vetal que ocupa un cadáver).

Los vetales pueden tomar posesión de los cadáveres a través de los cuales atormentan a los vivos causando locura, enfermedades, abortos y la muerte».

Mi piel se erizó. Entonces, era completamente cierto. Mis padres fueron asesinados por vetales.

Busqué en la pagina principal, esta vez, el nombre de «Sinope».

«En la mitología griega, Sinope (en griego antiguo, Σινώπη) era hija del dios fluvial Asopo y de Métope.


Sinope fue amada por el mismo Zeus, que para seducirla le prometió concederle lo que más desease. Sinope, astutamente, pidió mantenerse virgen para siempre, por lo que el dios tuvo que renunciar a ella. La joven utilizó la misma estratagema con Apolo y con el río Halis, y acabó sus días viviendo una soledad feliz en la ciudad ubicada en la Paflagonia que lleva su nombre...»


Al parecer ella era importante para Zeus. ¿Será que culpa de ser descendiente de esta diosa, ahora debo vivir en soledad? ¿Cómo es que soy de su sangre si ella no tuvo relación alguna con alguien?. Esa pregunta no la pude responder. No había información alguna sobre un hijo de Sinope.

Di un resoplido y apagué mi computadora. No serviría de nada seguir leyendo supuestas leyendas en la mitología. Yo era católica, me enseñaron a respetar a un solo dios, pero, esto se pasaba de niveles. Al parecer si habían muchos más dioses.

*

El día anterior pasé las horas viendo vídeos sobre estos seres que el ángel me había comentado. No aguanté la curiosidad y volví a prender mi computador para seguir investigando. Un montón de ritos, conjuros y hechizos fueron en fila a mis ojos para leer sobre como combatir a Astaroth.

Daniel llegó por la tarde a mi casa. Estaba preocupado por mi falta.

_Creí que te había sucedido algo_ Acomodó sus pertenencias sobre el sillón.

_Más que caer en tierra de Morfeo, no creo que me suceda nada_ Encogí los hombros.

_¿Te dormiste? Bueno, al menos no te comiste los llantos de la profesora de Historia_ Dio una carcajada.

Escuchamos unos pasos en el pasillo de arriba. Dani colocó su dedo índice en la boca. Hizo que me colocara detrás suyo y en silencio subimos cada escalón al segundo.

Me sentía asustada. ¿Y si otro vetal venía a matarme?. Seguramente Dan querría ayudarme y acabaría muerto él y, por consiguiente, yo.

_Shh, quedate aquí, iré a ver_ Yo asentí. Aunque con el miedo que llevaba dentro, lo seguí unos pasos más lejos.

Fue hacia mi habitación. Nada. Se fijó debajo de la cama. Tampico había nada. Salimos, me miró con mala cara al verme cerca suyo siendo que me había pedido quedarme. Llegamos al baño. Nada. En la pieza de mi padre no había nadie. Solo, las prendas que Gustavo me había devuelto ya no estaban. No dije nada al respecto, tal vez él se las había vuelto a llevar.

Los ruidos de pisadas volvieron a sonar en el piso de abajo. Ahora eran más lentos. Bajamos las escaleras y asomamos nuestras cabezas hacia el living. Como no encontramos el causante de las pisadas decidimos ir a la cocina. Justo en ese momento se escuchó el ruido de los platos cuando los sacas de la alacena. Corrimos hacia allá. Como era de esperar, había alguien en la cocina, haciéndose una ensalada.

_¿Gustavo?_ Crucé mis brazos. Estaba con la ropa de mi padre, otra vez. Él se dio vuelta para vernos a nosotros dos.

_¿Lo conoces?_ Su rostro denotaba asombro. Lo apuntaba como si de una cosa se tratase

_S-sí_

_¡Gise! ¡Mi sobrina favorita! ¿Cómo estás? Discúlpame por haber entrado sin avisar. No quise estorbar. ¿Y él es...?_ Mostró interés en Dani.

_Mi amigo, Daniel. ¿Qué haces aquí?_

_¿No puedo ver a mi querida sobrina?_ Se acercó a nosotros y pasó su brazo por mi nuca. Nos miramos a los ojos un momento mientras él guiñaba uno para que yo le siguiera el juego

_Cl-claro, pero debiste haberme avisado antes_

_Lo siento mucho. No lo tuve en cuenta_ Se soltó de mi y volvió a su ensalada.

_Creí que no tenías tíos_ Susurró por lo bajo Dan en un tono inaudible para Gustavo.

_No es mi tío_ Enarcó una ceja esperando la aclaración _Era amigo de mi padre. Es como un tío para mi_

No pareció convencerle mucho, pero lo dejó ahí.

Ciudad de la FuriaOnde histórias criam vida. Descubra agora