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"Me siento a la deriva, pero, creo que yo misma me dejo descansar en la corriente. Si no permitiera que los demás fuesen así conmigo, ni si quiera estaría contando esta historia. Las personas son malas, es lo único que diré"

Héctor, alias Zeta; Gustavo Cerati. Vaya a saber de donde mierda vienen estos dos, del mismo lugar eso estoy segura. Sin embargo, Gustavo dijo que estuvo en el mismo lugar cuando mi madre murió, o por lo menos es lo que entendí.

 Supongo que el pelinegro no se dio cuenta de que Gustavo estuvo en la entrada al edificio, aún así intenté mostrarme lo más normal posible y no sacar tema de como fue mi camino a su casa o  el simple hecho de que conozco a ese demonio. Por suerte no fue problema, ya que solo hablamos del trabajo de Historia y buscamos información en su computador. Terminado el trabajo y enviado al mail de la profesora, decidimos darnos un pequeño descanso antes de que yo me fuera.

Él, en un momento dado, fue hasta el baño y yo, no pude con mi curiosidad, tenía que buscar en su computador, con internet, fotos de la banda de estos músicos fallecidos. Coloqué "Soda Stereo", en el buscador y una larga lista de noticias acerca de la muerte de los tres integrantes apareció en la pantalla. Busqué en las fotos, alguna que se los mostrara más jóvenes y di con que dos chicos eran idénticos a Gustavo y Héctor. En efecto, ellos eran el par de seres que siguen a mi familia desde hace años.

_ ¿Qué miras? _ Héctor apareció detrás mío, sin darme tiempo a nada.

_ Héctor me asustaste _Dije con una mano en el pecho.

_ ¿Conoces a Soda Stereo? _ Sonrió de lado.

_ Sí, mi padre me cantaba una de sus canciones cuando era pequeña _

_ ¿Cuál? A mi me encanta esa banda _ Lo noté más alegre de lo que acostumbra, mucho más dado en hablar, parecía otra persona.

_ Ciudad de la Furia _ Contesté algo tímida, su mirada penetrante me invadía, esos ojos parecían entrar en cada parte de mi ser y ver todo lo que oculta mi alma. Bajé la vista, sonrojada, con miedo _ Me la cantaba antes de ir a dormir, era hermoso escucharlo _ Él se alejó de mí. El silenció rondó por unos segundos, supongo haber metido la pata al decirle :_ Es chistoso, te pareces mucho a este chico _ Señalando a quien, yo creía, era el bajista de la banda.

_ ¿Te parece? Es el bajista, pero no creo verme como él_ Dio una carcajada tocándose el mentón. Una vez más, nos encontramos ante un silencio bastante incómodo. _ Tengo una idea... _ Rompió el hielo y me invitó a subir hacia la azotea, en donde dijo que había algo lo cual quería mostrarme, tomó su celular y salimos del departamento. Tuve miedo, mucho miedo, pensé en lo que Gustavo me advirtió desde que lo vi. ¿Y si él en realidad era malo? Pero, a la vez, si en realidad ¿Héctor no era quien Gus me decía? y solo quiere mantenerme a salvo. Pretendí mostrarme, aún, en confianza; además mi intención también era saber si todo era mentira o que carajo ocurría en realidad.

_ Ciudad de la furia es una canción que también me gusta mucho _ Me contaba mientras subíamos en el ascensor _ Y si la escuchas desde la vista que hay aquí arriba, te va a encantar aún más _ La caja metálica se detuvo, pero aún seguíamos dentro del edificio. Caminamos hacia una puerta de donde mi compañero sacó un par de llaves y la abrió, él me ofreció a pasar primero. Salí. Creí entender hacia donde iba todo y me tranquilicé un poco.  Supuse que en donde estábamos, era el punto más alto, pero Héctor me señaló una segunda puerta, donde subimos por unas escaleras en espiral. Arriba, una cúpula rota a la mitad, nos brindaba la mejor vista del centro de Buenos Aires. Nos sentamos en un colchón tirado en el suelo, en un principio dudé de quienes y que pudieron haber hecho en el; pero el pelinegro me calmó con la idea de que solo él podía entrar a ese lugar "A no ser que pueda volar", finalizó bromeando. Nueva razón para no bajar la guardia.

 En el cielo, la contaminación lumínica era inexistente, permitiéndonos ver una gran cantidad de estrellas sobre nuestras cabezas; hacia abajo, se trazaban las calles amarillentas con luces artificiales de la ciudad. De fondo comenzó a sonar "Ciudad de la Furia"; miré hacia atrás mi acompañante había puesto esa canción con su teléfono. Esa guitarra, esa voz grave y seductora me convencieron de tranquilizarme y cerrar mis ojos por un momento.

_ Creo que es hora _ Me dijo Héctor.

_ ¿Ya nos vamos? Si acabamos de llegar _ Sonreí creyendo que era eso a lo que se refería.

Vi que se levantó, sin apagar la música se dirigió hacia atrás, yo sin opción, también me levanté y caminé hacia donde estaba él. Le pregunté si ocurría algo, pero la única respuesta que recibí fue un pequeño sollozo junto a un temblequeó de su cuerpo. "No tengo opción" Escuché decir a mi amigo "Ellos me llevarán de nuevo al infierno, no quiero estar allí otra vez" y algo dentro de mí hizo click. El malo no era Gustavo, quien quería mi sangre no era el chico de rulos, sino la persona de la que últimamente confiaba.

_ Héctor ¿De qué hablas? _ Quise mentirme una vez más, que él dijera algo como "Lo siento, creo que me estoy volviendo loco" o algo parecido, pero un par de alas negras se desplegó en su espalda. Logró que retrocediera unos pasos, mis ojos se agrandaron, la oscuridad de sus plumas me asustaron. Lo único que hice conscientemente fue tragar un poco de saliva fuertemente. Héctor se dio vuelta, sus ojos eran completamente negros y en sus manos empuñaba una daga dorada. Era un tipo más grande, su piel pálida como la nieve y su cabello tenía unos mechones hacia arriba, comencé a temblar. Estaba paralizada, todas mis extremidades se endurecieron y solo podía mirar hacia el demonio que posaba frente a mi. 

_ Lo siento mucho, Gi _ Susurró entre dientes _ Pero quiero mi vida de vuelta _ De su rostro comenzaron a caer lágrimas rojas. Se abalanzó lentamente hacia mi, yo estaba totalmente acorralada entre el abismo de la cúpula y Héctor con su cuchillo. Rogué hasta a los santos para que algo me salvara. Sin embargo, él ya me tenía del cuello, ahorcándome y levantándome por encima del borde.

Algo nos empujó a ambos hacia dentro de la cúpula, sentí que el filo de la daga rozó con mi brazo izquierdo y caímos contra el suelo, mi cabeza dio contra el colchón en el que habíamos estado hasta hace un rato. De inmediato me senté y vi que Gustavo estaba sobre Héctor, juntos forcejeaban entre sí, con el puñal en la mano de el demonio apuntando hacia el ángel.

_ Te dije que no la tocaras _  Exclamó momentos antes de zafar el arma de sus manos, tirándola a un costado y comenzar a golpearlo con fuerza en su rostro. No pude hacer nada, quería que pararan, pero el asombro al verlos a ambos con alas y agrediéndose, más Gustavo porque el ojinegro nada más alcanzaba a atajar algunos golpes, era tan grande que ni siquiera me animé a decir una sola palabra. _ A ella no le harás lo mismo que a su madre ¡¿Me escuchaste?! _ Volvió a atacar, esta vez en su cuerpo _ No mientras yo siga en la tierra _ Se detuvo, observando el desastre que hizo en la cara del contrario, sangre por todo el suelo, ni siquiera podía abrir sus ojos.

_ ¿Vas a seguir? Recuerda que no puedes matarme _ Le sonrió y comenzó a toser, escupiendo una gran cantidad de sangre.

_ Yo solo no... pero esto si _ Tomó la daga entre sus dos manos y la clavó, al instante, en medio del pecho del demonio. Las alas negras desaparecieron, el cabello revoloteado también, sus ojos volvieron a ser normales; pero al tomar forma humana, desapareció de abajo de Gustavo junto con la daga. 

La respiración agitada del ángel iba al compas de la música que se hizo presente, apenas audible, pero notoria para nosotros dos. Té para tres de Soda Stereo sonaba desde el teléfono de Héctor.

_ Por favor, dime que estas bien _ Pronto se acercó a mi.

Ciudad de la FuriaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon