No todo es lo que parece

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Hace catorce años Robert tenía una familia feliz, una mujer perfecta y dos hijos maravillosos, su pequeña Isabelle era la viva imagen de su madre pero había heredado su personalidad, no había duda de que era una Alfa, pero su primogénito era diferente, a pesar de parecerse físicamente a él era débil, enfermizo y llorón, a todas luces un omega, pero aún así lo amaba y protegía, Alec era dulce como su esposa y siempre quería estar en sus brazos, y él era feliz de tenerlo sentado en sus piernas mientras le enseñaba a contar y escribir su nombre, esperaba que la felicidad fuera eterna pero su padre lo encontró.

- Vuelve a casa, una esposa digna de llevar nuestro apellido te esta esperando, eres mi hijo y algún día te ocuparas de mis negocios

- Ya tengo una esposa, y en cuanto a tus negocios no me importan.

- No te estoy preguntando, es una orden, más te vale obedecer si no quieres que ese par de omegas desaparezcan

- ¿Serías capaz de...? - Su padre lo miro con aburrimiento -  ¿Dónde está mi madre?

- En donde merece, fue una estúpida al creer que podía ayudarte a escapar, ya deberían saber que están en mis manos - Andrew Lightwood dio media vuelta pero antes de dar un paso le dirigió unas últimas palabras - trae a Isabelle, Anne la quiere como su hija - luego se fue resguardado por una docena de hombres.

Luego de ello su infierno empezó, primero hacer creer a Maryse que le fue infiel, jamás podría, no con ella, una Alfa como él pero con el corazón de piedra, ella fue la espía que le dijo a su padre donde encontrarlo, lo peor fue arrebatar a Isabelle de los brazos de su madre, pero si no lo hacía su padre y Anne los matarían. Salió de casa y dejo a su pequeña al cuidado de Anne que la sostuvo feliz al ver a su odiada amiga llorar - Te daré tiempo para despedirte, nos vemos en casa querido.

Quería quedarse, se estaba odiando a si mismo por ser débil y no poder proteger a su familia, pero no podía hacer nada, no contra el jefe de uno de los mayores carteles de estupefacientes

- No te preocupes papá, yo voy a cuidar a mami ..., el abuelo no nos hará daño si nos vamos, pero prometeme que vas a cuidar de Izzy - Alec estaba frente a él alcanzandole una fotografía donde sus tesoros estaban sonriendo

- ¿Cómo...?

- Te seguí la otra noche y escuché cuando te llamo hijo, el dijo que te haría daño, no llores papi yo la voy a cuidar hasta que vuelvas con nosotros - abrazo a Alec y su pequeño limpio sus lágrimas, hasta ese momento no se había dado cuenta de que estaba llorando.
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Cerró sus orbes escondiendo el dolor, había recordado cuando su infierno empezó, quería irse, necesitaba salir de ahí, no soportaba ver a Maryse con otro, no soportaba ver que ya no lo amaba, de todas maneras no lo merecía, no supo proteger a su familia. Dio media vuelta dispuesto a irse, cuando lo sintió, angustia y temor, el miedo era palpable en el ambiente y todo provenía de ella.
Fue su instinto, corrió y alejó a Michael de su mujer, aquel que hace mucho se dijo su mejor amigo había estado a punto de marcar a Maryse sin su consentimiento.

- No te metas Robert, esto es entre mi mujer y yo

- ¿Tú mujer?

No pudo controlarse, Maryse estaba con la mejilla roja, señal de que la había golpeado y su camisa desgarrada, la piel de su cuello mostraba el rasguño de los dientes de aquel hombre, se le fue encima, golpes iban y venían, no se había metido porque Maryse parecía feliz, pero verla llorosa fue suficiente para desear matarlo.

No sabía cuanto tiempo había pasado, sólo era consciente de los brazos y del aroma a omega de Maryse, la sostuvo de vuelta después de tantos años.

- Casi lo matas, tranquilizate Robert, no eres un asesino, por favor...

La apretó fuerte deseando sentirla más intimamente.

- ¿Por qué no me lo dijiste? Porque permitiste que...

- No quería pero dijo que lastimaria a mi hijo, le iba a decir a tu padre quien era su destinado, no podía permitirlo, no cuando tú...

- ¿Lo sabías?

- Alec me lo dijo, me lo contó todo hace unos años, cuando tú trajiste a Isabelle - Robert acarició su rostro mientras Maryse se ponía de puntas para besarlo

- ¿Qué hace está alimaña aquí? ¿padre no te has pasado un poco?

- Este imbécil golpeó a tu madre

- Debiste matarlo

- Isabelle no digas eso, no quiero que...

- Se lo merece, está cucaracha estaba confabulada con esa zorra, por cierto padre, lo atraparon, por fin somos libres.






En ese mismo instante, un ojiverde tomaba el avión que lo regresaría a casa

- Fue agotador, pero pudimos concretar el negocio, los contratos han sido firmados

- Sr. Bane debe cortar su llamada ya vamos a despegar - una bella azafata le sonreía coqueta, pero él la ignoro.

- Magnus te ayudo con el cinturón - su compañero de viaje se acercó pero igualmente fue rechazado.

- No es necesario Imasu, no soy un niño

Pasaron largas horas de vuelo y apenas aterrizaron tomaron un taxi para dirigirse a su oficina.

Pasaron la mañana en conversaciones telefónicas con una empresa que quería contratarlo para una campaña publicitaria y  cerca al medio día Catarina apareció para invitarlo a almorzar, Imasu la miraba con envidia, estaba celoso, la peliblanca era la única mujer que el había visto hacer sonreír a Magnus.

- Ella lo abraza y toca con tanta confianza - Imasu estaba arrugando el vestido de la recepcionista mientras vigilaba a la desconocida.

- Creo que es su compañera de escuela, ya te dijimos que Magnus no tiene novia, al parecer el espera a alguien

- No lo creo, solo debe de ser tímido

- No te hagas ilusiones, todos aquí han hecho el intento de conquistarlo pero el ha rechazado a cada una y uno que le confesaron sus sentimientos.

Esa tarde Imasu vio su oportunidad, Magnus se iba a casa y él lo siguió unas calles.

- Te acompaño a casa Magnus

- No hace falta Imasu, estaré bien

- No me digas que no, quiero pasar más tiempo contigo

- Ya te dije que...

Justo en ese momento Magnus tropezó, casi se cae pero Imasu lo sostuvo de la cintura y lo apretó contra él mientras un joven pelinegro los observaba.










Adiós Mi Alfa Where stories live. Discover now