CAPÍTULO 1: BRITTANY S. PIERCE

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CAPÍTULO 1: BRITTANY S. PIERCE

La mañana del primer día de clases del curso, Brittany se encontraba en el baño de su habitación dándose una ducha que pretendía ser relajante. La luz del baño parpadeaba, pero parecía que eso no extrañaba a la rubia. Salió de la ducha, se secó, se puso una toalla alrededor de su cuerpo y, mientras se peinaba, se apagó la bombilla. Sin decir palabra volvió a su habitación, sacó una bombilla de la mesilla y procedió a remplazar la fundida. Minutos después bajaba a la cocina a desayunar. Llevaba unos pantalones vaqueros muy ajustados, una chaqueta blanca abierta, una camiseta rosa con dibujos de globos de colores y unos guantes de punto del mismo color. Para completar su atuendo, sus inseparables Converse, que en esa ocasión eran de color fucsia. Su melena rubia lacia cubría parte de su espalda.

Su padre estaba leyendo el periódico mientras su madre preparaba tortitas. Aun no se había sentado cuando su hermana entró. Stephanie era dos años mayor que la ojiazul y ese sería su último curso antes de ir a la universidad. La joven era todo lo que Brittany quería ser. No tenía pecas, era más alta que ella (aunque no mucho) y además, sus curvas eran mucho más sensuales. Todos caían rendidos a sus pies. A la joven le encantaban las atenciones que cualquiera le diera. Su bisexualidad la hacía disfrutar de todos los que se le acercaban, fueran chicos o chicas.

– Papá, hay que comprar más bombillas, se fundió otra vez la del baño. – Dijo la rubia.

– Brittany, ¿Cuándo aprenderás a controlar tu poder? – Preguntó el señor Pierce y siguió hablando sin esperar respuesta. – No hago más que trabajar para poder pagar las facturas del médico y todo lo que rompes en esta casa...

En ese momento, la luz de la cocina comenzó a fallar, mientras se escuchaba como el horno se encendía y la radio que estaba en la cocina dejaba de sonar.

– Genial, papá. Ya has puesto nerviosa a la enana. Con suerte podré arrancar el coche para ir al McKinley... Quizá sea mejor que no la lleve... – Protestó Stephanie.

– Deberías aprender de tu hermana. Ella enseguida dominó su poder, puede utilizarlo cuando quiera y no se descontrola. – La mujer dijo a su hija menor suavemente mientras la mayor acercaba a la mesa la jarra de zumo recién exprimido. La peculiaridad es que la joven lo hacía con la mente en vez de con la mano. Parecía querer confirmar la teoría de su madre con ese gesto.

– Se me ha quitado el hambre. – Dijo la menor mientras se levantaba, cogía su mochila y salía de casa dispuesta a caminar hacia el instituto.

Durante el camino no paró de pensar en lo asquerosa que era su vida. Hacía dos años que había descubierto que era una niña con poder. En Lima había muchos niños que habían desarrollado habilidades especiales. Nadie sabía de dónde habían salido los poderes pero podían ser una bendición o una condena, dependiendo del poder y cómo lo sobrellevara el niño. La joven aun recordaba cómo habían descubierto el poder de su hermana.

Flashback

Stephanie y Brittany estaban jugando con sus Barbies. Tenían 6 y 4 años respectivamente. La mayor no hacía otra cosa que meterse con su hermana, hasta que ésta se cansó y le lanzó una de las muñecas. Stephanie consiguió pararlo al vuelo sin necesidad de tocarlo. La muñeca se quedó flotando en el aire.

Fin del Flashback

Brittany pensaba que ese poder era cool y que su hermana era capaz de controlarlo sin problemas. Sin embargo, esa historia era completamente distinta a la suya. Por eso habían abandonado la seguridad de su antiguo instituto y se transfirieron al McKinley, porque sus padres habían gastado mucho dinero para una cura para ella y por los gastos médicos de Steph.

Flashback

Las dos hermanas estaban discutiendo como siempre. Realmente el tema de la discusión no era importante. En un momento, la menor tocó a su hermana provocándole una descarga que hizo que fuera llevada al hospital. Estuvo en coma, muy grave. Afortunadamente todo quedó en un susto y Stephanie pudo recuperarse.

Fin del Flashback

Ese era el peor recuerdo que tenía de su vida. No se quería ni imaginar lo que hubiera pasado si su hermana hubiera muerto por culpa de esa descarga. Desde ese día llevaba guantes, evitaba las mangas cortas todo lo posible y aprovechaba el invierno para llevar gorros de lana que cubrieran su pelo. No había vuelto a tocar a nadie, lo que hacía que se sientiera aun más distanciada de las personas. Entre que no podía tocar a nadie, su homosexualidad, su forma de vestir y su timidez, era el blanco de todas las burlas allá donde iba y se quedaba aislada de todo y todos. Nada le hacía pensar que el McKinley fuera diferente...

El Poder del Amor (Brittana girlxgirl)Where stories live. Discover now