Daniela the killer (parte 4)

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Le dije que me interesaba mucho ver lo que había anotado. Estaba seguro de que el niño estaba confundido o estaba tratando de llamar la atención. Carlitos trajo de su habitación una hoja de cuaderno y me la mostró.

Vaya sorpresa que me llevé al leer lo que Carlitos había anotado. Aún con la letra no muy legible de un niño de diez años, logré entender las siguientes palabras:

Agua bendita

Ruda

Albahaca

Alcanfor

Pirul

Me le quedé viendo al niño. No era común que alguien como él conociera tales yerbas. Entonces dijo:

—Tú tampoco me crees, ¿verdad?

—¿Alguien más no te ha creído? —le pregunté.

—Sí, mi mami me dijo que no inventara cosas.

En ese momento llegó Raquel, que venía a cambiarse de ropa y regresaría al hospital para estar con su hija.

—Juan Ramón, pensé que ya no lo alcanzaría. Figúrese que Dany se está recuperando. Dice el doctor que si todo va bien me la podré traer a la casa el próximo sábado. Y dígame, ¿qué opina de esa horrible cara de la pared?

—Bueno —repuse—, no parece obra de la casualidad, lo que hay ahí es un rostro muy bien marcado. ¿Cómo se dieron cuenta de que esa cara estaba detrás del cuadro?

—Casualmente. Una de estas noches se escuchó un ruido, como si algo se hubiera caído. Pensé que había ocurrido en el cuarto de Dany, pero al entrar la vi dormida y todo en orden. Al llegar al pasillo sentí un frío terrible y como si alguien me estuviera observando. Encendí la luz y me di cuenta que el cuadro del payaso se había caído. Yo estaba más dormida que despierta, así que lo puse sobre la mesa del teléfono y me fui a la cama. Al día siguiente la tía Angela, muy alarmada, me dijo que había una cara de diablo en la pared y me preguntó si alguien la había pintado. Rápidamente fui a ver y, créame, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Mientras lo decía, la piel de los brazos de Raquel se erizó.

—La verdad, me dio mucho miedo. Primero supuse que alguien había pintado esa cara para asustarnos. Pero, ¿quién? Dany, pobrecita, con su enfermedad no hubiera podido hacerlo; además, no sale de su cuarto. Carlos es muy pequeño para alcanzar la altura del cuadro. Mi tía tampoco, es una anciana muy religiosa que no se atrevería a hacer eso. Y yo, solo loca lo hubiera hecho. Así que nadie pudo haber pintado esa figura. Qué raro, ¿no?

—Ese cuadro, el del payaso, ¿cómo lo adquirió? —le pregunté.

crepypastas (historias reales)Where stories live. Discover now