Capítulo 7 / Primera Sesiòn

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Matheus vio cuando Amanda salió de la habitación de Scott, eso le extrañó bastante pero no la siguió ni tampoco fue a hablar con el chico. En vez de eso prefirió ir a ver a Celeste, por lo que siguió por el pasillo, tenía en la mente el hecho de ir a la oficina de Madison y buscar nuevamente el historial de los recientes reclutados.

Fue hasta el piso donde estaban las habitaciones de las mujeres y casi se tropieza con Lucy Clare quien venía conversando algo con Elvia Pride, una mujer del servicio de unos 33 años y la cual llevaba ya 5 años trabajando para IRA, esta tenía el cabello negro fuertemente recogido sobre la cabeza y llevaba un plumero en la mano, de seguro venía de hacer limpieza en la habitación de la menor del Instituto.

Cuando llegó a la habitaciónde Celeste intentó abrir la puerta pero no lo logró, estaba cerrado con llave,lo cual le extrañó un poco, luego tocó varias veces y no recibió respuestaalguna, por lo que supo que no estaba en la habitación, aunque si se preguntóque estaría haciendo. Así pues, siguió su camino de regreso para intentarllegar hasta el archivo de los dos reclutados nuevos. 



Hacía mucho frío, el olor en el aire era metálico, y la luz era algo cegadora, pero rápidamente fue atenuada por moderador de electricidad.

Un sollozo se escuchó en medio del lugar. También unos pasos y una muy leve risa.

-Dime Alejandra, ¿por qué tuviste que ser tan indiscreta e ingenua? –Celeste observó fijamente desde una esquina de la habitación, de pie, vestida de rojo y blanco con sus brazos cruzados, a la mujer en la silla, quien estaba amarrada a la misma y con un pedazo de adhesivo en la boca que le impedía hablar, tenía los ojos llenos de lágrimas y un moretón en la barbilla, su cabello iba en una cola de caballo- de verdad ¿en qué pensabas? Al seguirme hasta el piso 6, y no solo por la vía conocida, no, sino que se te ocurrió seguirme desde mi habitación hasta aquel camino desconocido para muchos y el cual nadie, porque me he asegurado de eso, ha sido capaz de ir a investigar. Debo reconocer, que fuiste inteligente al principio y no me percaté de que me seguías hasta cierto punto, pero fuiste una ingenua al pensar que no te descubriría, a una simple sirvienta de porquería en esta basura de Instituto. Y no solo eso, sino que una vez que te vi te atreviste a darme la cara y preguntarme qué hacía yo ahí, cuando que yo sepa, tenemos el "privilegio de caminar libres por los pasillos de IRA" y tuviste el descaro de intentar amenazarme al no darte respuesta, diciéndome que le dirías a los guardias donde estaba yo en vez de hacerte la loca y quedarte callada fingiendo demencia. –Se acercó a la silla donde la mujer del servicio se estremeció y echó la cabeza lo más atrás que pudo, en un inútil intento de alejarse, estaba temblando- Ahora solo quiero que me respondas una cosa... ¿Ya conocías este lugar? ¿Habías venido para acá anteriormente? –Le arrancó de golpe el adhesivo de la boca, dejándole un cierto enrojecimiento donde estaba pegado, la otra solo negaba con la cabeza desenfrenadamente-. Responde.

-No señorita, yo no había entrado a ese lugar nunca antes en mi tiempo de servicio aquí, por favor... -Su voz se quebró y comenzó a llorar- no me mate –Tartamudeó-.

-Es decir que no sabes lo que hay ahí –Asintió Celeste irguiéndose y señalando con solo los antebrazos extendidos y sus codos aun pegados a su cintura la habitación- pues entonces déjame mostrarte lo que hay.

La mujer, Alejandra quien fue la misma que llevó a Amanda la primera vez a su respectiva habitación, vio a su alrededor e hizo una mueca de preocupación y angustia, frunciendo sus labios en una expresión triste.

La habitación era completamente blanca, sus paredes eran lisas y las lámparas eran grandes y dejaban un brillo que de llevarse a su máxima capacidad sería cegadora. Habían varias mesas, la mayoría vacías, un teléfono local se encontraba en medio de una de ellas, otra tenía una copa de vino y al lado una hoja en blanco. Pero lo que realmente asustó a Alejandra fue ver que sobre una de las mesas había un cuchillo, una pistola, una soga y un taladro portátil conectado a un interruptor. Además supo que aquel lugar alguna vez fue un sitio de tortura, puesto que había una mesa con un mecanismo que al amarrar a una persona esta sería estirada hasta tal vez, desmembrarla, una silla evidentemente eléctrica, un cofre lleno de púas, un madero en forma de X del cual una vez escuchó que colgaban de cabeza a los problemáticos como una especie de crucifixión alterna, un artefacto para empalar, una silla de madera con un balde de metal al lado y una antorcha que se imaginó para qué serviría. La mujer por poco se desmaya.

Instituto Asesino - Una Prisión PeculiarOnde as histórias ganham vida. Descobre agora