6. ESPEJOS

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Sí se sintió como hacer el amor.


Las manos de Jongdae sostuvieron con fuerza a Minseok, cada centímetro de su piel, mientras le devoraba con pasión, dejando un pequeño rastro de humedad al paso de sus labios que se entretenían en cada rincón para degustar correctamente.

Entre jadeos, Minseok se sentía en la necesidad de aferrarse a algo, a algo real, porque lo que sucedía no podía ser real. Tomó las hebras oscuras con sus dedos blancos y presionó con fuerza; en respuesta, los labios de Jongdae parecieron renovar la fuerza con la que marcaban la piel sobre sus clavículas.

El pecho de Jongdae rozaba el pene duro y completamente desnudo de Minseok, quien aún mantenía sus dedos enrollados sobre la cabellera de su mentor y no paraba de emitir sonidos ahogados de regocijo, ni de alzar sus caderas repetidamente, buscando más.

—Impaciente —Jongdae lo reprendió con un gruñido y alzó un poco su rostro para poder mirarlo a los ojos. Minseok lo miró de vuelta, tan desafiante como podía con su latente excitación expuesta y sus piernas completamente separadas para darle cabida a su maestro al centro.

—Esto... —Minseok jadeó echándole una mirada a sus cuerpos desnudos, no estaba seguro de cómo decirlo; la lentitud de Jongdae se asemejaba un poco a la duda—. Es como una tortura, siento que vas a arrepentirte de un momento a otro.

Jongdae entrecerró sus ojos y su gesto se endureció un poco. ¿Por qué pensaba eso? ¿No había sido suficientemente obvio? A estas alturas incluso las paredes deberían haber adivinado que estaba muy enamorado de él. Con un lento suspiro, Jongdae se separó de Minseok y gateó sobre él hasta que sus miradas estuvieron a la misma altura. Tomó una de sus manos y la guio hasta su propio pene erguido en su máximo esplendor. 

—Créeme que no voy a arrepentirme.

Minseok presionó la erección de su maestro con seguridad y con su otra mano lo atrajo para besar sus labios. Jongdae despegó de su cuello la mano de Minseok y la besó suavemente en el dorso, luego besó cada uno de sus dedos mientras se acomodaba de nuevo entre sus piernas que se separaban gustosas, entrelazó sus dedos con los que había besado y presionó con fuerza, ubicó su pene en la entrada de Minseok y tomó la otra mano de este. La besó también, luego los dedos y las entrelazó.

Minseok no entendía porque Jongdae sostenía sus manos entrelazadas a los costados de su cabeza. Eso hasta que su siempre delicado maestro se enterró profundamente en él. Lento, pero sin preparación, sin avisar, solo lo hizo. Acabó con la virginidad de Minseok en un abrir y cerrar de ojos...

Y se sintió como probar un trozo de paraíso.

Fuertes corrientes eléctricas nacieron en sus terminaciones nerviosas, despertando algo que no le era posible comprender o describir, al menos no en ese momento en que Minseok se sentía a punto de correrse. Los olores parecieron duplicarse, fue capaz de sentir sus emociones y otras más, muchas otras, que no provenían de sí mismo. Jongdae se movió un poco, con esfuerzo, dejando escapar un pesado gemido. Salió un poco y volvió a hundirse igual de lento, igual de enloquecedor. Minseok se percató de que, además de placer, sentía dolor; era muy confuso, porque realmente no era su dolor. Instintivamente giró su rostro hacia sus manos unidas y ahogó una exclamación.

Jongdae sentía frío en las puntas de sus dedos, en sus articulaciones, como si estuviera dentro de un congelador, y sus manos dolían, sangraban en donde Minseok había enterrado sus uñas convertidas en garras, aunque ciertamente era un dolor que le agradaba. Notó como Minseok lo observaba con deseo y temor a la vez.

—Guarda tus garras o vas a destrozarme —Jongdae susurró, había un retador brillo en sus ojos, como si esperara a que Minseok se negara. Retrocedió de nuevo, hasta sacar la mitad de su falo y volvió a enterrarse, ahora con más con fuerza, sin dejar de mirar a su aprendiz, quien gimió alto y alzó sus caderas en busca de más.

—Bésame —Minseok exigió en un siseo y no esperó; soltó sus manos bañadas en sangre y atrajo a Jongdae por la nuca para juntar sus labios bruscamente.

Minseok parecía buscar unión igual de profunda en sus bocas, enredando su lengua otra vez con la de su maestro, quien correspondía a los roces y succiones con entusiasmo.

En medio del caliente beso, Jongdae los hizo rodar en la cama, terminando con Minseok a horcajadas sobre su cuerpo, montándolo, rodando sus caderas a su ritmo, dándose placer a sí mismo... y Jongdae lo sentía, especialmente sentía algo ajeno, algo aplastante que era como una bola de sentimientos entremezclados; admiración, deseo, felicidad, excitación... amor.

Minseok suspiró lentamente, frunciendo un poco su entrecejo, disfrutando del poder que le concedía estar arriba. Echó su cabeza hacia atrás y ubicó sus manos en las rodillas de su maestro. Una pesada exhalación abandonó su boca, llevándose consigo una exclamación de sorpresa, cuando Jongdae empezó a empujar sus caderas hacia arriba con fuerza y rapidez. Minseok se sostuvo, disfrutó y dejó que una de las manos de su mentor le diera placer a su palpitante hombría.

Jongdae observó esa boca semiabierta y relamió sus labios, quería mucho morder los de Minseok, que aún seguía sentado sobre su entrepierna, casi inmóvil, completamente hermoso, como una maravillosa escultura.

Esta vez fue Jongdae quien atrajo a su aprendiz para besarlo en los labios sin calma. Minseok gruñó al sentir su sangre que provenía del interior de sus labios y llenaba su boca. Jongdae sonrió y los hizo rodar de nuevo sobre la cama para tomar el control una vez más. Alzó las piernas de Minseok y lo sostuvo así para embestirlo libremente. Lo observó atentamente, lo vio descomponer su hermoso rostro en un gesto de enajenación, de placentera agonía y, por primera vez, Jongdae se sintió tan poderoso como un rey. Bajó sus piernas manteniéndolas separadas y se inclinó sobre él. Arrastró sus labios por el cuello de Minseok y hundió sus colmillos sobre la piel, bebió y lamió sin dejar de penetrarlo. Lo escuchó alzando la voz, soltando una maldición, y pronto lo sintió también prendido de su cuello. Los escalofríos recorrieron a ambos, quemando por debajo de la piel mientras todo adquiría rapidez.

No duró mucho más después de eso. El instinto nubló la mente de ambos, aún habían pensamientos y sensaciones compartidas, pero todo pasó a un segundo plano cuando estuvieron sobre el último tramo que quedaba por recorrer.

Ambos gimieron fuerte, sintiendo su propio éxtasis y el del otro, y ese pequeño haz que iluminaba los ojos de Jongdae, quebrándose como un desordenado zigzag al encontrar su éxtasis, se reflejó en los ojos de Minseok, tan bien como si fuera una réplica, solamente cambiando su luminosidad amarillenta por una tan azul como el océano.

Jongdae comprendió lo que había pasado solo en ese momento. Maravillado, jadeante y más eufórico que nunca, se dejó caer sobre el cuerpo de Minseok y lo atrapó en un beso tan colmado de amor que casi duró hasta el anochecer.



Mucho tiempo atrás, su maestro le había dicho —con cierto aire soñador— que al encontrar a aquel tuviera ojos de espejo, estaría perdido.

Tal vez el corazón de Jongdae lo supo —incluso antes de entregarse a él en la intimidad, incluso antes de poder verse reflejado en sus ojos— que Minseok era él, ese alguien a quien no debería haber encontrado nunca, ese alguien al que estaba destinado amar mucho más allá de lo racional. Su arkid.

Y se habían unido, atando sus vidas para la eternidad.

Bajó su mirada y observó a Minseok dormido entre sus brazos, sonrió y acarició una de sus mejillas. Se negó a pensar en todo aquello que no estuviera bien y se dejó vencer por un sueño profundo, lleno de paz.




Gracias por leer.

2. KING [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora