CAP 4

410 50 3
                                    

–¡Ah! ¡Estás loca! –Exclamó adolorido, de seguro gran parte de su piel estaba enrojecida.

–¡Lo siento! –Exclamé, asustada y arrepentida.- ¡Fue un accidente! ¡Creí que eras los guardias!

–¡Aléjate, chica loca! –Gritó, y en su voz se notaba gran dolor mientras trataba de ponerse de pie.

Sin pensarlo dos veces utilicé agua del río con el agua control y atrapé sus manos y pies en cubos de hielo que incrusté en el suelo para inmovilizarlo, luego tomé un poco más de agua para intentar sanarlo.

Debo admitir que yo no era muy buena con el arte de la sanación con el agua control, pero definitivamente estaba intentando aprender.

Él se movía, tratando de escapar y noté que con sus puños comenzaba a derretir mis cubos de hielo, así que debía actuar rápido.

–¡No te muevas! –Siseé, tratando de curarlo de una buena manera.

Para mi buena suerte, logré sanar todas las partes de su cuerpo antes de que empeorara todo, y creo que lo había hecho bien.

–Ya está. –Dije, y deshice los cubos de hielo, dejando que el agua que habían generado se derramara sobre el césped.

–¡Estás loca! –Gruñó el príncipe, levantándose casi de golpe. Fruncí el ceño.

–¡Pues disculpa por haberme defendido! –Gruñí de vuelta.- Hasta donde sé, tú podrías haber sido un guardia que venía a matarme.

–¿Cómo demonios hiciste eso? –Preguntó, molesto.

–¿Hacer qué? –Cerré mis manos en puños.

–Agua control. –Respondió, serio y claramente confundido, aunque él era muy bueno ocultando aquel sentimiento.- Se supone que eras una maestra fuego. Solamente el avatar es capaz de controlar más de un elemento.

–No solo el avatar. –Lo corté de golpe.- Ahora, si me disculpas, tengo que volver a mi pequeña fogata.

Sin decir más, caminé de regreso a mi pequeña fogata y me senté frente a ella. Unos segundos después, noté que el príncipe se sentó a mi lado, tomando cierta distancia prudente.

–¿Qué, se te apagó el fuego control y no puedes hacer tu propia fogata? –Pregunté, de manera defensiva.

–Creo que empezamos mal. –Dijo, serio. Lo miré con una ceja enarcada, esperando a que se disculpara por ser un idiota.- Y no te di las gracias por ayudarme en el pueblo.

–De nada, principito. –Me encogí de hombros. El apodo pareció no gustarle, pero no hizo comentarios sobre eso.

–Solo llámame Zuko. –Dijo, mirándome con el entrecejo unido.- ¿Cuál es tu nombre?

–Jazz. –Respondí.

–¿Cómo es que puedes hacer agua control si no eres el avatar? –Preguntó con curiosidad y confusión.

Algo dentro de mi cabeza me repetía una y otra vez que no le dijera, que no le contara nada a un extraño, pero por alguna extraña razón, sentía que podía confiar en el príncipe exiliado. Después de todo, él era como yo.

Un alma perdida sin saber qué camino seguir.

Y entonces decidí contárselo.

El príncipe y la akiva (Príncipe Zuko)Where stories live. Discover now