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"Porque los malos deseos están en contra de lo que quiere el Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de los malos deseos. Por lo tanto, ustedes no pueden hacer lo que se les antoje"

Gálatas 5.16-17

Aurora.

Papá ha decidido dar una fiesta de Año Nuevo en la casa, invitando a algunos amigos de la Iglesia, y entre tanto, también a los míos. Al principio, me sentí incómoda con ellos, pero al final cuando vi que todos a los que habíamos invitado accedieron, me alegré por la gran idea de mi padre.

Deje sola a mi mamá a mitad de los deberes para prepararme. Tania y su prima llegarían temprano para echarme la mano con la cena. Preparamos jamón al horno, pasta fría, hojaldre de bacalao, lechón al horno, y puré de manzana.

Mis padres, adornaron y prepararon el jardín para darnos intimidad a los jóvenes, hijos de los amigos y pastores, aunque me hizo sentir mal en parte por Bianca y Mario, los hijos pequeños de siete y diez años del pastor Jacobo, porque eran los que no encajaban con los demás que teníamos de quince para arriba. Así que cuando supe que venían, saqué los juegos de mesa del viejo almacén del estudio y el futbolito antaño de papá. Bianca se sentó en la mesa a hurgar en la caja de juegos y Mario se entusiasmó también con ello.

— Ya quiero que llegue Oliver — comentó Tania—, quiero estar con él toda la noche de año nuevo. ¿Te imaginas? Nuestro primer año juntos y nuestra primera festividad juntos.

Alcé las cejas asintiendo con la cabeza, expresando agrado a su comentario.

Tania se alejó para jugar con Bianca.

— ¿Le avisaste a Eder de la reunión? — me preguntó Nazaret parándose a mi lado.

— Si, y sus papás están invitados. Antes salía con sus amigos, pero ahora la cosa es diferente— le respondí.

Me repetía una y otra vez que Eder no haría otra tontería, después de lo sucedido, no tenía por qué preocuparme. Eder estaba decidido a cambiar su vida.

— ¿Qué onda? —un chico de mediana estatura y moreno se acercó con un plato lleno de papas fritas—. Hola, soy amigo de Eder. Me llamo Noah.

Lo volteé a ver de forma extraña. Nazaret se volvió y sonriendo lo saludo palmando su espalda y chocando los hombros.

— ¿Y Eder donde esta? — pregunté inquieta.

— Esta adentro saludando a los demás, yo me vine porque me sentí incomodo entre tanto viejo — dijo Noah en broma, aunque yo no lo tome así.—. ¿Jugamos o qué?

Noah se frotó las manos observando el futbolito. Nazaret asintió y se lo llevó a jugar al otro lado del jardín. Sin embargo, hay algo que no me cuadraba de todo esto.

Eder llegó a los diez minutos y saludo a todos con mucha alegría. Momento después Noah alzó la vista del futbolito y lo invito a jugar.

Eder echaba la cabeza hacia atrás y se recargaba en una sola pierna, poniendo la mano en una cadera, algo que siempre hacia cuando estaba cerca de chicos "guapos". Nazaret actuaba como si nada, o era que estaba haciendo caso omiso a lo obvio, o era que yo exageraba. Tuve la sensación de que Noah era más que un amigo. Al fin y al cabo, sé que el cambio lleva un proceso de tiempo y esfuerzo. Aun así, no me fiaba de todo esto.

— ¡Ay que chistoso! — Eder le palmeó el brazo.

Después de esto parpadeo varias veces y se inclinó más hacia el rostro de Noah. Minutos más tarde, volteó a mirarme; yo permanecía parada frente a ellos con el vaso lleno de refresco sin beber en la mano.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora