69

141 28 8
                                    

"Bésame, una y otra vez, porque tu amor es más dulce que el vino"

Cantares 1.2

Eder.

¿Que si Adrián me parecía buen tipo? Claro.

¿Qué si le abría golpeado la cara en el momento que lo vi con Aurora? Por supuesto que sí. Pero lamentablemente no estaba dentro de mis comportamientos habituales. Me recordaba a mí mismo que esa no era la solución.

¿Por qué no decírselo? ¿Por qué no confesarle a Aurora como me sentía? ¿Por qué no reconocer que la necesitaba con todas mis fuerzas?

En aquel momento, sin embargo, recordé las palabras que el pastor me había dicho cuándo entre a su oficina a platicar con él.

— Pastor... estoy enamorado de Aurora — le confesé.

— ¿Y tú crees que no me di cuenta cuando venían juntos a los ensayos o al grupo juvenil? ¿Cómo la veías? ¿Cómo te veía ella? — me preguntó sonriendo— ¿Tú crees que no me di cuenta? ¡Eran muy obvios! Pero me da gusto hijo. Y, ¿ella ya lo sabe?

— No pastor...

— ¡Pues que esperas! Ya tienen edad y ella y tú ya terminaron los estudios. Pueden ser novios y servir juntos. ¿Lo has orado?

Me la pensé. Sinceramente permiso a Dios no le había pedido, pero si orado porque se hiciera su voluntad si es que no era Aurora la indicada, tenía que aceptarlo. Aunque para ser sincero, todo iba a mi favor.

— Entonces, ¿me da la bendición de hablar con Aurora? Quiero decirle mis sentimientos.

— Claro. Y estas en todo tu derecho, pero haces bien informármelo. Orare por tu caso. ¡Me da gusto hijo!

El pastor me abrazo y yo igual, mi corazón daba un vuelco cada minuto que pasaba.

Cuando se lo comunique a mi papá, hubo una respuesta positiva que me motivo más a ir a casa de Aurora a decírselo.

— Papá, necesito hablar contigo— le dije, entrando a la cocina.

— Sí, ¿qué paso?

— Papá... estoy enamorado de Aurora.

Se quedó petrificado y callado por un momento, viéndome poniendo los ojos como platos. Tardo unos segundos en reaccionar hasta que comenzó a gritar, a aplaudir, a darle gracias a Dios porque estaba enamorado de una chica, dos porque era de Aurora, y tres porque lo había aceptado por fin.

— ¡Había estado orando para que esto sucediera en tu vida! — grito emocionado mi papá.

Yo me reí a carcajadas y loa abracé fuertemente.

Y bien, estaba a la puerta de su casa, con los nervios de punta, apunto de vomitar. ¿Por qué tardaba tanto?

Saqué mi móvil para escribirle un mensaje:

Oye, estoy afuera de tu casa. ¿Puedes salir rápidamente para decirte algo?

Aurora.

Mi corazón se disparó. El mensaje de Eder no era normal. Fruncí el ceño confundida. Entonces, Tania me habló por teléfono:

—Dice que está afuera— le dije a Tania en voz baja.

— Algo ha de querer decirte, ¡sal!

— No, no, no... no es de Dios, no es de Dios.

Mi orgullo tomaba el protagonismo.

Tania se empezó a carcajear.

— ¡Vamos! ¡No seas así! ¡Sal de la casa!

Eder.

Llamé a Aurora, pero no respondió. Llamé a casa de sus padres y salió. A pesar de ser verano, el frío aire de la noche azotaba mi cara y me hacía temblar. Ya no sabía con exactitud si temblaba de frío o nervios.

Por fin tenía lo que quería.

Ahora, sabía ya la diferencia entre querer y necesitar, y yo necesitaba a Aurora en mi vida. No estaba obligado a elegir entre mi vida pasada o Aurora. Yo ya lo sabía. Dios me había dado respuesta. Sin embargo, era mucho el riesgo. Había muchas posibilidades de que ella me negara y cerrara la puerta en mi cara, sintiéndome derrotado. Otra, el que ella aceptara y comenzáramos una vida juntos, de la mano de Dios. Eso era lo que necesitaba y anhelaba.

— Tengo frío, ¿tú no? — abrí la boca con esas palabras, de verdad que si tenía frío.

— Nooo. No hace frío — respondió Aurora, frunciendo el ceño.

Así que tomé aire.

— Tengo que decirte algo— empecé—, no puedo sacarte de mi mente. Eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Se quedó de piedra cuando reconocí mis sentimientos delante de ella. Estaba seguro. Y no podía decirle "vamos a intentarlo" porque ya había una historia detrás, ya había antecedentes que pasaba algo entre nosotros, o al menos eso creía. Yo creía aún que ella estaba enamorada de mí como yo de ella. Conocía lo necesario de ella, no tenía que dejar pasar más tiempo.

Soltó una risita nerviosa antes de responder, atónita.

Aurora.

Cuando dijo esas palabras, mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho. Y pensé: << Si me voy a casar contigo. Acepto. Todo es tiempo, has sido tú el hombre de mi vida>>. Porque tu cuando sabes, sabes.

Sin embargo, respondí:

— Dejame orarlo. Necesito asentar algunas cosas junto a Dios. Necesito confirmación del Señor...

— Pues yo ya no necesito confirmación, estoy bien seguro — dijo firme—. Aurora, si tú no me dices que si voy a ser el siguiente Pablo de nuestra generación. Fuera de ti ya no va haber nadie más, ¿lo entiendes?

Eder.

Aurora rio y me vio con ojos brillosos, cariñosa y linda, toda ella.

No pensaba volver a desperdiciar la oportunidad. Esta vez no me asustaría.

— Aurora, te amo.

Y se limitó a mirarme, me dio un abrazo y me dijo que nos veríamos al día siguiente. Que fuera a hablar con sus padres temprano. ¿Eso fue un sí? No se... pero antes de soltarla solo nos separaba unos centímetros. Todo mi cuerpo vibraba. Fue una forma de decirme "si acepto".

La besé.

Nos besamos.

Saboreé sus labios. Su mano acarició mi nuca y la mía su melena. La atraje hacia mí, no quería separarme de ella.

Nos apartamos un momento para vernos a los ojos, llenos de alegría. Le besé la frente y la abracé.

— Yo también te amo, Eder. Y mucho— dijo.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora