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"Nosotros sabemos que la ley viene de Dios; pero yo no soy más que un simple hombre, y no puedo controlar mis malos deseos. Soy un esclavo del pecado"

Romanos 7.14

Aurora.

Era víspera de Navidad, y todos estaban haciendo las compras, unos cuantos decorando y algunos cocinando en casa. Mamá estuvo todo el día dentro de la cocina, preparando el pavo en salsa para la cena, mi padre se dedicó a terminar los últimos detalles de la decoración. Eder y su padre vendrían para la noche de Navidad a pasar un rato familiar y agradable en casa. Yo, por supuesto, estaba súper contenta de poder estar con mi mejor amigo en una de las temporadas más lindas del año.

Cuando todo estuviese listo, nos dirigimos hacia el auto para ir al culto de la santa cena en la iglesia. Mis padres habían quedado con el de Eder para regresar juntos y cenar en casa. Los vecinos también habían sido invitados, pero más tarde, tras ellos haber negado la invitación de mi madre a la iglesia, eran muy católicos así que había una pequeña complicación para que aceptaran.

Al llegar a la iglesia, esta estaba abarrotada de autos y gente. Las luces de colores no podían faltar, y los pequeños árboles de navidad se posaban en cada pasillo y dentro y fuera del edificio.

Los esperé en el pasillo con Eder, mientras mi padre estacionaba el auto en medio del tráfico en el estacionamiento. Mientras mi amigo y yo charlábamos y bromeábamos, tomando nuestro capuchino, me volví y me paralicé al verlo ahí, caminando hacia donde estábamos nosotros. Nazaret.

Se me partió el corazón. Palidecí.

El venia de la mano con una chica muy guapa de cabello negro y ondulado. Ya no tenía ganas de oír lo que Eder me estaba diciendo. Sin embargo, sabía que no tenía por qué estar disgustada tras lo que estaba viendo. Si nos separamos un largo tiempo era obvio que el conocería a otra chica. Pero, ¿no podía esperar a que nosotros habláramos? Claro que no. Ya estaba acostumbrada a que me rompieran el corazón.

Ahora, no obstante, ya tenía otros amigos, otros compromisos, otros propósitos. Si no podía aceptarlo, me amargaría la vida.

Lo dejé ir.

Eder lo fulminó con la mirada antes de voltear hacia mí.

—Ve, por favor. No prives a tu amigo de tu preciosa compañía—dijo poniendo los ojos en blanco.

Fue entonces cuando en mi interior exploté. Ya no le tome importancia. Estaba harta de que me hicieran sentir como si solo fuera un juego o la niña de su momento y después botarme. Como si sus sentimientos fueran más importantes que los míos. De que hiciera cosas conmigo y a la primera de irse y conocer, lo olvidara.

—Para ti esto es un chiste, ¿verdad? —le solté a Eder.

El abrió los ojos como platos.

—Yo no me estoy bur...

Lo interrumpí.

—Exacto, tú nunca te burlas. Es juego, ya sé.

Y me marché adentro.

Me fui con mis padres, pero tenía la cabeza en otra parte. Me senté a un lado de ellos porque era lo que tenía que hacer. Eso es todo. Mi pensamiento seguía en el pasillo de la iglesia, como en cámara lenta. Toda yo se había movido.

No me sentía orgullosa de haber dejado solo a Eder a la mitad de nuestra conversación. Ni de saber que ahora mismo Nazaret entraría a este lugar con su chica. Es que lo que vi me dolió tanto.

Detestaba que me hicieran sentir así, cuando en realidad el plan era otro.

O sea, era el quien, bueno, quería...

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora