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"Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan."

Santiago 2.19

Aurora.

2° día de misiones.

Me desperté cuando los primeros rayos de sol salieron de entre las Colinas. Abrí los ojos y aspiré profundo. Caminé hacia el balcón de mi habitación, antes de salir tomé mi suéter y me lo puse. Abrí la puerta y respiré el aire fresco de la mañana. Mis ojos se deleitaban con el hermoso paisaje a mi alrededor. El hotel se encontraba cerca de unos campos verdes y colinas altas con pequeños arboles dando color al lugar. Sonreí; recordé aquel pasaje de la biblia: Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.

Dios nunca se equivoca. El hace todo perfecto porque Él es perfecto. Habrá días difíciles – porque la vida está llena de altas y bajas, de éxitos y fracasos -, pero Dios siempre está en control, simplemente con saber eso sabía que todo estaba bien.

Oré unos cuarenta minutos y después me dirigí al baño a darme una ducha. Al terminar, Tania ya estaba despierta, y mientras la esperaba en el lobby ella se preparó. Rene y yo nos quedamos platicando de lo sucedido un día antes. Estaba expectantes de lo que Dios iba a hacer el día de hoy. Cuando todos estuvimos listos, nos dimos a la marcha para ir a desayunar en un puesto de comida económica que estaba ahí cerca. Pero a los pocos minutos, el pastor de la iglesia nos mandó a llamar para desayunar en su casa. Nos pidió un taxi y nos dirigimos hacia nuestro destino.

Desayunamos saboreando la comida dando gracias por tenerla en nuestras manos. Sonreí al sentirme satisfecha y después comenzamos con nuestras actividades.

Era medio día y un día caluroso, así que me recogí el cabello en una coleta. Tomé mi biblia del bolso y nos adentramos en la iglesia el pastor, yo y mis compañeros misioneros. Un chico entro también al pequeño cuadro que conformaba la iglesia, con una guitarra en mano y cantando alabanzas. Primero, nos enfocamos en hacer descender la presencia de Dios, sentirla, atesorarla, hacerla nuestra, y después; oraríamos para que el Espíritu Santo nos llevara a donde había necesidad en las calles, en la ciudad.

Al terminar, nos dimos a la tarea de evangelizar en las calles. Rene había recibido características específicas de personas a las que les íbamos a compartir palabra, Tania estaba concentrada en adorar a Dios con música en medio de la multitud, y el resto también. Por mi parte, yo iba sensible al Espíritu Santo, esperando que me revelara alguna necesidad de alguien para ayudarle. Por alguna razón, todos estos meses he ido ahorrando dinero de la mesada que me daban mis padres, si alguien necesitaba una necesidad económica no dudaría en dárselo.

Ahora, es temprano en la mañana y hay un poco de niebla. Aquí y allá, había árboles y edificios por donde pasara. En esta época del año, el sol iluminaba en todo su esplendor sobre la ciudad, en medio de la gente, ajetreada y con ánimo. Nos instalamos en la zona centro del lugar, donde había un pequeño quiosco con niños jugando a su alrededor, comerciantes y parejas entre la multitud.

— ¿Aquí lo hacemos? — preguntó Tania. Parecía ansiosa.

— Si. Solo que hace falta algo — dijo Adolfo con entusiasmo.

De momento, un hombre que se encontraba a nuestro lado vendiendo guitarras y ukeleles, se nos quedó viendo de forma extraña. Sara se volvió a mí y me sonrió. Creo estaba pensando lo mismo que yo, porque al sonreírle, nos acercamos al hombre y le pedimos prestado una de sus guitarras. El sin preguntar para que nos la entrego y de inmediato, comenzamos a entonar un himno muy conocido entre los creyentes. Pronto la gente nos puso toda la atención. Yo cantaba y Sara tocaba la guitarra.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora