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"La hermosura es engañosa, la belleza una ilusión; ¡sólo merece alabanzas la mujer que obedece a Dios!"

Proverbios 31.30

Eder.

Los recuerdos de la velada anterior me embargaron y durante un segundo sentí cierto vértigo. Aún conservaba en mi memoria, con toda nitidez, lo que había hecho, lo que había sucedido. La escena cuando Bruno y Aurora se encontraban a solas, besándose. El éxtasis cuando los vi y corrí para separarlos. Sin embargo, fue ella la que dio un alto. Y de cierto, me alegro. Es una de las cosas que me encantan de ella, siempre dándose a respetar, tratando de marcar la línea.

No supe hasta más tarde, a solas, que eran mis celos las que se habían accionado. Llevaba días Bruno sacándome de quicio, y lo consiguió a tiempo, por muy poco tiempo. No le duro nada el gusto, lo bueno.

No me sentía orgulloso de haberle hecho un show a Aurora. Ni de saber que ahora mismo seguiría llorando, sin que yo pudiera consolarla.

Es que me había sacado de mis casillas.

Detestaba ser el causante del drama en la fiesta, cuando en realidad era...

O sea, él me había provocado, él era el que se ponía siempre en medio...

Estaba tan enojado que no podía pensar fríamente. Odiaba sentirme así. Me daba muchísimo coraje pensar que Nazaret se había pasado todos estos meses viéndole la cara a mi mejor amiga, y después aparecer como si nada. Luego Bruno molestándola.

Esto me volvía loco. A veces, antes, con Carlos pasaba cosas como estas, que tan solo de pensar o vivirlas, me enfurecía.

Pero esta vez no era por un chico, no. Si no, ¡una chica! Lo que tanto le había implorado a Dios se estaba cumpliendo. Pero, ¿Por qué con mi mejor amiga? ¿Por qué no sentir estas cosas por alguien fuera de la iglesia sino de otra? Yendo a un campamento, a un concierto, yo que sé. Pero, ¿por qué Aurora?

Me envolvía.

Su manera de sonreírme.

Su manía de pellizcarme cuando no la notaba.

Su costumbre de apoyar su cabeza en mi hombro cuando estaba cansada.

Su forma de empujarme o despeinarme para molestarme.

Su manera de conquistarme y luego alejarse.

Pero al pensarlo, no era su culpa... sino mía.

Pensándolo bien, todo empezó cuando convivimos más y decidimos no separarnos. Cuando comenzó a ayudarme con mis problemas de identidad. Pero sé que para ella no significa nada, más que nuestra amistad.

¿Por qué no le gusto?

¿Por qué no significo algo más que amigos?

¿Por qué ella no me elegía a mí en vez de a Nazaret?

Y entonces lo comprendí.

Sé que a veces me paso la raya de gustarme más las cosas alocadas fuera de Dios, pero, ¿por qué estaba tan enamorada de Nazaret?

Pronto comencé a comparar mi actitud con la de él, y pude ver más allá.

Quizá si necesitaba entregarle mi vida entera a Dios y poner las cartas sobre la mesa con El. Conocer mis verdaderos sentimientos. Porque estaba muy ofendido del hecho de que ella prefería a Nazaret.

A la vez quería alejarme de ella, pero no podía. Por qué tenerla cerca se me hacía más y más difícil. Porque me ponía nervioso cada que un chico la cortejaba.

En cuanto lo reconocí, supe que esta situación se retomaba desde mucho tiempo atrás.

Estaba enamorado de Aurora.

Me dejé caer en el pasto del jardín y me quedé ahí, pasmado. 

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora