1.- Madrid, ¿En serio?

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Otra vez la maldita grabadora no quería funcionar. En el último taller de composición al que fui nos recomendaron que no usáramos el móvil para grabar cada vez que se nos ocurría una melodía o una letra que era mejor recurrir al método clásico, ya que con estas tecnologías del siglo XXI nos distraeríamos con las mil y una notificaciones que llegaban de "whatsapp" y "twitter". Y la idea me pareció genial. Así que, al salir de clase lo primero que hice fue ir a comprar mi primera grabadora, y hubiese sido todo fantástico y maravilloso si este cacharro se dignase a funcionar. Volví a sacarle las pilas y meterle otras. En ese momento me sentía como McGyver cuando con dos cables y un chicle te arreglaba una lavadora; pero de pronto un grito de mi hermano me sacó de mis estúpidos pensamientos.

- ¡Miri, baja ¡ Pablo está en la puerta - me puse mi sudadera gris, ya que la ola de calor que azotaba España ese agosto se había olvidado de pasar por Pontedeume, y bajé a saludar a mi novio.

Estaba en las escaleras, cuando ví a Pablo y Efrén abrazándose. Mi hermano y mi novio jamás en la vida se habían abrazado, de hecho, tenían buena relación, pero para nada se podría decir que fueran amigos. Verlos así me causo terror, algo raro estaba pensando, y mi mente empezó a maquinar. Parecía que a los dos les hubiera comido la lengua el gato, y yo ya no podía más.

- ¿Pero me podéis explicar que carallo pasó? - reclamé con todo el acento gallego que os podáis imaginar. Cuando me enfado me sale muy marcado y me encanta.

- Miri, me ascendieron.

Pablo me miraba con una cara de tristeza que me recordó a cuando teníamos 15 años y le dije que no pensaba ser su novia jamás. Si lo sé, de adolescente era un poco cabrona, para que mentir. Sabía que Pablo estaba coladita por mis huesos y cuando el ultimo día de 3º de la E.S.O vino a pedirme si quería ser su novia, yo con toda mi cara le dije que no. ¿Creéis que no me gustaba? Pues claro que no; me encantaba. Nos pasábamos horas hablando, nos sentábamos juntos en el comedor y cuando quedábamos con todos los de la clase siempre bromeaban con que éramos pareja. Además, escribía su nombre en los márgenes de los cuadernos y nos habían enseñado que eso era señal inequívoca de que estabas enamorada, ¿no?. ¿Qué por qué le dije que no? Pues porque yo hablaba con mis amigas de chicos y veía series por un tubo y nos creíamos las más listas del lugar. Sabía que si un chico te pide salir te tienes que hacer la dura, porque si no puedes parecer una fácil y parece que eso siendo mujer no estaba bien. Tardé dos semanas, tiempo que la SuperPop y mis amigas creían correcto, en decirle si quería ir a dar una vuelta. Todavía me acuerdo de su carita de ilusión y los nervios que yo tenía; tenía el estómago cerrado, y eso en mi, es rarísimo. Nos sentamos en el banco del paseo marítimo y ahí me di mi primer beso. Bueno, llamarlo beso igual es exagerar, más bien fue el primer choque de labios. Ni mariposas revoloteando en el estómago, ni presión en el pecho, ni el mundo desapareció en ese instante; de hecho, todavía me acuerdo de ese grupo de "mayores" del banco de al lado que nos gritaron un oooohhh que ni en las mejores películas románticas. Qué idiotas somos de pequeños y a veces de adultos también y sino, seguir leyendo.

Lo que empezó como un juego de niños, se convirtió en una de las relaciones de Pontedeume, y sí digo de Pontedeume porque en un pueblo donde vas comprar el pan a la panadería del primo de tu novio, te tomas las copas en el bar de tu "cuñado" y tu profesora es tu madre, tu vida social y sentimental pasa a ser de interés público. Ríete tú del "Sálvame", Kiko Hernández y Mila Ximenez son dos angelitos del señor comparados con las tres señoras que se sientan siempre en su terraza a jugar a los seises a las cinco de la tarde. Siempre me preguntaré por qué no quedan a las seis para darle un giro cómico a la situación. Total, que me lio, mi historia con Pablo, vamos a ver.

Somos una pareja de lo más "normal", empezamos a los 15, íbamos a la misma clase e hicimos los dos el bachillerato artístico. Todo lo relacionado con lo artístico es mi pasión. Me encanta actuar, sentir que no soy yo por un momento y creerme que puedo ser cualquier persona que pueda imaginar y cuando los focos se apagan y mi parte de actriz se duerme, adoro encerrarme un poco en mi misma y ver que pasa por este corazón y esta cabeza y darle rienda suelta expresándolo a través de la música. Sólo toco la guitarra, el piano todavía se me resiste un poco, pero pasito a pasito suave suavecito como dice la canción.

Pablo a los 16 estaba un poco perdido, hasta que una tarde me dijo que iba a hacer el bachiller artístico porque así podría pasar más tiempo conmigo. Y a mi Miriam de 16 años, le pareció uno de los actos más románticos que podrían hacer por ella. Cuando acabamos el bachiller siendo una pareja modelo, sin ninguna pelea y yendo a todas partes juntos cada uno tomo su destino según su vocación. Yo empecé a estudiar música y el hizo derecho. En las graduaciones de ambos estábamos guapísimos y tenemos dos fotos que yo enmarcaría en el salón pero viviendo con mis padres y mi hermano me parece un tanto raro. Eso sí, tuvimos la fantástica idea de combinar vestido y corbata, todavía me arrepiento de semejante horterada y eso que fue sólo hace un año, es increíble como evolucionamos con el tiempo. Ahora yo estoy complementando mi formación con cursos, y a veces hago algún que otro papel en una serie. Pablo está en un bufete con mucha fama a nivel estatal y hará cosa de dos meses ya barajamos la posibilidad de que le ascendieran y nos tuviéramos que mudar. Lo teníamos claro de siempre, no queríamos una relación a distancia y que uno se amoldaría al otro, en el fondo mis sueños eran sus sueños y los suyos los míos. Por eso cuando pronunció las palabras "me han ascendido", sabía que mi vida iba a dar un giro de 180 grados y no digo 360 grados, por no ponerme dramática.

- ¿Y dónde nos vamos cari?- Le pregunté con la voz casi rota. Pontedeume era un pueblo chismoso y pequeño, pero era mi hogar.

- A Madrid - respondió apenado. Sabía lo que odiaba Madrid y las ciudades grandes, encima teniendo el mar tan lejos y los domingos de percebes todavía más.

- A Madrid, ¿En serio?- y yo no sabía que esa frase iba a ser el inicio de mi nueva yo y todo lo que me quedaba por descubrir. ¡Ay!, si lo hubiera sabido.

Conmigo SuficienteWhere stories live. Discover now