13.- Todo bien.

965 52 67
                                    


- ¿Dónde estás? - gritaron desde la otra línea del teléfono.

- ¿Qué? - respondí sin apenas enterarme de que estaba sucediendo. Acababa de despertarme y coger el móvil por inercia. Suerte que podía vocalizar aunque fuese sólo una palabra.

- ¿Que dónde estás? Me vas a matar de un infarto - insistió.

- ¿Pero qué te pasa? ¿Por qué tanta urgencia por saber dónde estoy? ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

- Sí, ayuda voy a necesitar para no asesinar a tu novio por dejarme 28 llamadas perdidas en el móvil. Mira a ver si sol...

La batería de los móviles, cada día duraban menos pero si Pablo había llamado tantas veces a Ana, no quería ni imaginarme cuantas llamadas perdidas podría tener yo. Y claro, mi móvil no había resistido tanta actividad, aunque tampoco es que ayer por la noche me hubiera preocupado de ponerlo a cargar, bastante tenía con no montar un espectáculo e intentar dormir. Me giré, recordando dónde estaba, y vi a Luis "dormido" a mi lado, era imposible que no se hubiera despertado con el ruido que acababa de hacer al buscar el móvil en mi bolso y los gritos de Ana que se debían oír incluso sin poner el altavoz.

- Luis - le llamé mientras zarandeaba su hombro - deja de fingir, venga - vi como salía su sonrisilla - ¡Te pillé ¡Estás sonriendo.

- Mmmmm - protestó girándose hacia el otro lado.

- Venga Luis, despierta - acaricié su coronilla, creyendo que con mimos lo convencería más fácil, con Pablo solía funcionar - necesito que me dejes tu móvil o Ana va a entrar en colapso.

- Está en la mesilla - se giro hacia mí y siguió con los ojos cerrados parecía que le gustaba madrugar tanto como a mí.

Cogí el móvil e inserté el Pin: 1234. Sí, no se había esforzado mucho a la hora de poner la clave, ni tampoco a la hora de mantenerla en secreto.

- Oye, te aviso que no es que quiera cotillear pero sale aquí destacado. Tienes 4 llamadas perdidas de Roi.

- Va seguro que es alguna tontería suya, déjalo. Haz lo que tengas que hacer.

Busqué en la agenda de teléfono y tras el AA Roi de rigor, ahí estaba, Ana Banana. Di a llamar pensando en el humor tan simple que tenía mi vecino y no tardó ni dos tonos en descolgar.

- Cepeda, sabes dónde está Miriam y por qué me cuelga el teléfono.

- Ana, soy yo. Y no te he colgado, idiota, me quedé sin batería. Relájate estoy bien.

- Sí, ya veo que estás muy bien acompañada - noté el rintintin con el que me lo decía, era muy dada a montarse su propia película - ¿Qué pasó? ¿Por qué están todos tan alborotados un domingo por la mañana? Deberíamos estar durmiendo.

- Es largo de contar. Perdón por las llamadas de Pablo, no pensé que intentaría ponerse en contacto contigo - intenté disculparme por las confianzas de mi novio - ¿Tú sabes algo de Roi? - pregunté mientras Luis me miraba negando con la cabeza. Siempre decía que me preocupaba de más por todos.

- Es largo de contar - respondió imitándome - ¿Puedes venir a mi casa? Sin tener ni idea de lo que ha pasado supongo que la tuya ahora mismo es una zona cero.

Me miré y vi que llevaba puesto mi pijama de Mickey ¡Horror! No sé en qué momento se me ocurrió salir así de casa y encima tocarle el timbre a Luis. Miré mi bolso sobre la silla del cuarto, esa silla donde se nos acumula más ropa que en los armarios, y recordé que sólo tenía el pijama y el bolso con un par de cosas básicas.

Conmigo SuficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora