6.- El piso.

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Si tenía que ver una casa más me tiraba por la ventana, ¿Tan difícil era encontrar un pisito a un precio decente por el centro de Madrid? Cuando supimos que nos mudábamos aquí, empezamos a fantasear con nuestro piso ideal. Queríamos que tuviera un jardín para cuando Yako viniera a visitarnos y para nuestro futuro perro, podríamos hacer barbacoas, y pasar tardes enteras tocando la guitarra y hablando con nuestros amigos, y nuestros hijos podrían corretear por la hierba alejados del tráfico madrileño. Luego, simplemente, caímos en la realidad y pensamos que sólo nos podríamos permitir tener un balcón, pero bueno, sería bonito poner dos sillas y una pequeña mesa y desayunar ahí las frescas mañanas de septiembre. Pero tampoco iba a poder ser porque los precios son desorbitados y después de ver infinidad de pisos que se ajusten a nuestro presupuesto, hemos decidido que con que tenga ventanas nos conformamos.

Solo nos quedaba por visitar un piso más, y como no fuera el adecuado, podría ponerme a llorar y dar patadas contra el suelo en medio de la Gran Vía que me daba igual. En el anuncio decía que tenía un balcón, que era un piso exterior y que era pequeño pero muy acogedor. Veríamos. Bajamos del coche y Pablo me agarró fuerte la mano, llevábamos muchas horas de un lado para otro, muchos días casi sin hablarnos entre mis charlas eternas con Ana, las cenas con ellos y el cansancio de él, y todo empezaba a pasar factura. Pero estábamos juntos en esto e íbamos a conseguir un piso sí o sí. Yo le devolví el apretón queriendo reafirmarle que ahí estábamos el uno para el otro como siempre habíamos estado. Al llegar al portal nos miramos entristecidos, era muy antiguo y la fachada estaba bastante dejada.

- Venga Pablo, esto es sólo el exterior, démosle una oportunidad. Este tenía balcón – insistí ilusionada. Estaba harta, pero si yo me hundía, él venía detrás. Y no podía permitir que los dos no cayéramos.

Pablo acaricio mi mejilla, y puso un mechón detrás de mi oreja a la vez que me dijo al oído – No sé cómo puedes tener tanto optimismo. Te quiero – me dio un leve beso en la mejilla y eso nos reconfortó tanto a él como a mí. Juntos en esta locura.

El agente inmobiliario llegó un par de minuto tarde y tras los saludos pertinentes, subimos al piso. Andando. No tenía ascensor. Entramos en el piso y vimos que era muy pequeño. ¿Pero que más queríamos para dos personas? Además ya estábamos desesperados. Lo primero que veías al entrar era una cocina americana, un sofá a modo de salón y dos puertas, una era el baño y la otra el dormitorio. El dormitorio tenía un armario empotrado, no muy grande, y una cama de matrimonio. Tras la cama, se apreciaba el balcón, levemente cubierto por una cortina traslucida que dejaba entrar mucha luz. Corrí las cortinas; yo, y la manía de mirar siempre por las ventanas de casas ajenas, y se veía la calle y al fondo una fachada con infinidad de pisos y balconcitos. No eran las vistas soñadas, pero había espacio para coger aire. Casi todo estaba en buenas condiciones, le hacía falta un poco de decoración y personalidad, pero de repente volví a respirar. Sabía que lo habíamos encontrado.

- Tiene plaza de garaje incluida en el precio, si quieren podemos bajar a verla – comentó el agente. Dando el último detalle que nos hacía falta para convencernos. Pablo y yo nos miramos y sonreímos. Lo teníamos. Obviamente, no era el piso de nuestros sueños, pero visto lo visto estaba apañado.

Salimos del portal y entramos en el garaje; era antiguo, el acceso no era muy fácil, pero la que sería nuestra plaza era bastante ancha. Perfecto. Al salir, me fije en un coche que destacaba sobre los demás por su tono naranja chillón, parecía el del butanero. Me acordé del pequeño accidente que tuvimos de camino a Madrid y me reí.

- ¿De qué te ríes, cariño?

Señalé a Pablo el coche y reflexioné en alto – Qué insoportable me pongo a veces. Es el mismo coche del idiota con el qué tuvimos el accidente. Me puse como una energúmena y al hombre se le veía preocupado, aunque era un chulo que no veas ¿Te imaginas que es nuestro vecino?

Conmigo SuficienteOnde histórias criam vida. Descubra agora