11.- Sábado

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A la mierda la teoría de los 21 días. Tres meses. Tres meses llevaba despertándome a las 7:30 de la madrugada y a eso no había quien se acostumbrase. Si además le añadimos la fantasía de que la musa sólo venía a visitarme de madrugada; se podría decir, que dormir más de 4 horas era un lujo asiático para mí. No había sopesado en los pros y los contras de irme a vivir con él que la luz que le desvelase al dormir fuera yo. Estaba harto de mis noches de composición, así que prácticamente yo solía dormir en el sofá y en breves lo poco que ganaba con mi sueldo lo iba a tener que gastar en fisioterapia. ¿Compensaba?

Ya estaba duchada, desayunada y arreglada. Un vaquero pitillo y una camiseta negra formaban el "Outfit" de hoy, vamos quiero decir, lo que llevaba puesto, que nos hemos vuelto un poco idiotas con eso de ponerles palabros extraños a todo lo que decimos. Ocho de la mañana. Se podía decir que había batido mi record, primer día que no tendría que bajar corriendo esas escaleras infinitas del metro. Que sí, que el metro te lleva en un abrir y cerrar de ojos a la otra punta de la ciudad ¿Pero alguien ha contado la cantidad de escaleras y pasos subterráneos que damos para ir de una línea a otra? Al menos yo tenía la suerte de no tener que cambiar de línea. Escaleras bajadas, auriculares puestos y libreta en mano. Bueno libreta en mano, solo en ocasiones especiales, cuando los astros se alineaban y tenía la suerte de encontrar un hueco para aposentar mi culo. ¿Cuánta gente vivía en Madrid? 30 minutos de trayecto y por fin llegaba a mi puesto de trabajo.

Esa tarde de Septiembre, tras estar con las chicas y haber leído por enésima vez el mensaje envenenado de Pablo, me di cuenta de una cosa; me tenía que poner a trabajar, sí o sí. Nunca me había gustado ser una mantenida. Ni siquiera, cuando era pequeña y nuestros padres nos daban la paga, dejaba que mi hermano me dejase dinero si a mí no me daba para comprar todas las gominolas que quería. Si solo daba para un par de "dentaduras", unas "llaves" y un par de "Trident de menta" era para lo que había. Cuando ya empecé a ganar un poco de dinero, me pagaba mi móvil y mis cursos, y los últimos años me había matado a trabajar en Zara, para poder cubrir todos los gastos que quería tener. Viviendo en pleno centro de Madrid y con dos años de experiencia en Inditex, opté por la opción más fácil, echar curriculum en la compañía del señor Amancio.

Me podía haber tocado cualquier tienda; Zara, Pull and Bear, Bershka o incluso Stradivarius, con ese ambientador que no te deja ni respirar. En Gran Vía había donde elegir. Pero el destino es caprichoso y una semana después recibí La Llamada. Me informaron que había tenido la suerte de poder cubrir una baja de unos seis meses a tiempo completo en el Zara de Plaza Rio 2. En Usera. Muy bonito, muy moderno todo, pero a tomar por culo del centro. Bueno igual para un madrileño no estaba tan lejos, pero para una chica de Pontedeume era como una excursión diaria.

Siete de la tarde y había conseguido estar en el metro de regreso a casa, y sentada. Hoy era mi día de suerte. Los sábados la gente parecía que no tenía otro cometido que ir a centros comerciales, bueno ya estábamos en diciembre y el frio Madrileño no invitaba a otra cosa. Auriculares puestos, esta vez sí, libreta en mano y las frases salían sin ton ni son. "Cuento los años de mi vida que te di y me sorprende que ahora solo piense en mi" "No quiero fingir" "No quiero vivir" No vivir me parece muy drástico mejor "No seguir" Sí "No quiero seguir" ¿Pero qué es eso que quiero dejar? ¿De dónde quiero salir corriendo?

Las ideas brotaban sin control hasta que el móvil me sacó del trance en el que estaba.

- Buenas tardes. Buscaba a Miriam Rodríguez - comentó alguien en tono jocoso.

- Sí. Soy yo. Dígame.

- Non coñeces nin o teu pai, filliña?

¡Papaaaaaa! - estaba tan en mi mundo, agotada de trabajar y de vuelta a casa, que ni reconocí la voz de mi padre - ¿Qué tal estáis?

Conmigo SuficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora