7.- Decisiones

543 48 16
                                    


Todo en la vida se basa en las decisiones que tomamos, y bueno, siendo sincera la suerte puede que influya un poco. A los seis años ya estaba decidiendo si quería la bicicleta naranja o la verde, decidía si quería leer un libro o escuchar música en mis ratos libres, y por mucho que creáis que elegía escuchar música siempre me decantaba más por la lectura. A los seis años mucho no entendía, pero a medida que fui creciendo decidí que tipo de libros quería leer y me enriquecía muchísimo mi vocabulario, a la vez que me servía de inspiración para componer. Cuando estaba en secundaria tuve que decidir si quería estudiar ciencias o letras, esto trajo consigo más de un quebradero de cabeza porque parecía que toda mi vida iba a depender de la elección que tomase en ese momento. Pobre ilusa la Miriam de 14 años. Loca de mí, opté por ciencias para no cerrarme puertas, o eso es lo que me decían las personas adultas a mi alrededor. Si hubiera sabido expresar que a mí todo eso me daba igual, que yo iba a ser Artista, y que saber la fórmula química del agua no me iba a ayudar para nada en mi carrera, quizás, ahora mismo no estaría donde estoy. Seguramente que este viernes a la tarde no estaría en mi nuevo piso de Madrid, tumbada en el sofá y con la sudadera de Micky, no. Estaría ¿mejor?, ¿peor? Nunca lo sabremos, porque son eso decisiones que nos van construyendo nuestro camino.

La última decisión transcendental en mi vida fue elegir el bachillerato. Bueno la última había sido esta, la locura de acompañar a Pablo a Madrid, algo que sí cambiaría el rumbo de mi vida y no el elegir estudiar matemáticas en vez de latín con trece años. Pensaréis que soy una exagerada y que con 22 años he tenido que tomar alguna decisión importante desde el bachiller, porque ya os digo que todo se basa en decisiones. Pero hay decisiones simples, como qué te apetece desayunar, o si te pondrás la camiseta de tirantes o la de manga corta, y otras que sí marcan el destino de tu vida. Mi padre siempre me apoyo en esto del mundo artístico, sobre todo cuando mi madre pensaba que hacer ese curso era una pérdida de tiempo. Ella estaba orgullosa; me veía cantar, bailar y actuar y siempre me felicitaba pero siempre era la misma frase la que me hacía darme de bruces contra la pared: "Miri, de eso no vas a poder vivir, estudia algo de provecho y el arte como hobbie". Al recordarlo me entristece un poco haber sido causante de tantas discusiones en casa, pero yo era de armas tomar y sabía lo que quería y en eso mi padre estaba 100% conmigo. Mi hermano nunca se decantó por ninguna opción, sólo aprovechaba las discusiones para engatusar a mama y sacar algún beneficio. Perdonadlo, era joven e idiota. Pero digamos que en mi familia no hay mucha duda de quién es el favorito de quien.

Lo dicho; la elección del bachillerato artístico fue la penúltima decisión importante, porque a partir de ahí todo fue rodado. No tuve que elegir si estudiar actuación, canto o baile, porque me formaba en todas ellas. Tampoco decidí salir en la novela de la televisión gallega, porque la oportunidad apareció ante mí; al igual que tampoco escogí ser compositora, porque ese cartel sobre composición aparecía ante mi todas las mañanas al entrar en la escuela. Qué idiotez habría hecho si no me hubiese apuntado a ese curso. No decidí formar un grupo de música adolescente, surgió al estar rodeada de tanta gente que amaba la música tanto como yo. No os creáis que éramos las Spice Girl del momento, pero no sonábamos mal, y en alguna que otra fiesta de pueblo ya nos dejaron tocar. Seguro que si buscáis videos en Youtube me encontraríais, y por eso mismo, nunca desvelaré el nombre del grupo. Por eso, y porque con 18 años cualquier nombre que le pongas a un grupo va a ser ridículo y el nuestro no era menos. Tampoco decidí centrarme en aprender guitarra, sino que la guitarra me eligió a mí, como no decidí ser Artista, sino que nací así.

La decisión de acompañar a Pablo veríamos que depararía en mi vida, pero ya os adelanto que no soy mucho de arrepentirme de las decisiones que tomo. Y ahora, venía La Decisión con mayúsculas, qué iba a ser de mi vida adulta. Sí, está bien, lo tengo claro, mi camino va por las artes, pero al igual que es mi sueño es el de miles y miles de personas que se quieren dedicar a ello. Mi primer objetivo estaba claro, conseguir dinero. Tenía ahorros para ir tirando, pero todo se acaba. La opción de Inditex ahí estaba, ya había mandado los CV pertinentes. Por otro lado, había estado hablando con Ana y Roi sobre ese bar al que solían ir y donde alguno de sus amigos tocaban. Me habían conseguido una prueba para la semana que viene y podría ser una muy buena oportunidad para darme a conocer y ganar algún dinerito extra. Esta noche había quedado a cenar con todos ellos y no se me debía olvidar preguntar qué canciones me recomendarían para el casting. Bueno, a corto plazo era eso, dinero y seguir haciendo música. Dejemos ya de pensar tan de cara al futuro porque me he puesto intensa y esta noche tengo una fiesta y prometí que salía. Así que fuera sudadera de Micky y cara de dormida, hola a la Miriam persona.

Como siempre maquillaje sencillo, base, eyeliner, rimmel y pintalabios nude. Nude, ese color que creen que nos hemos inventado para no llamarlo color carne porque suena más ordinario. Pero no, siento corregiros y decir que existe, y hay una gama de colores amplísimos aunque haya gente que solo diferencie entre rojo, azul, verde y amarillo. Vaqueros ajustados, camisa blanca, sandalias con poco tacón y melena a la perfección.

- Pablo yo ya estoy lisa, ¿Tú qué tal vas? - alcé mi voz con intención de que me oyera en el salón. Aunque en esos 25m2 no era muy difícil no oírse, tenía la costumbre adquirida por andar a los gritos en mi casa de dos pisos.

- Llevo vestido desde hace hora y media. Acabo esta partida y nos podemos ir - respodió sumergido en la pantalla.

- Ves, al final tengo que estar siempre esperándote.

- No me vaciles Miriam, no me vaciles.

Me senté en el sofá mal humorada porque lo que yo había empezado como una broma acabó convirtiéndose en una bordería por su parte, y bastante tenía yo con aguantarle viéndole jugar todo el día. No sé, su trabajo era intenso y requería de mucha concentración, pero de verdad no podía usar su tiempo libre de ninguna otra forma. No sé, haciéndole caso a su novia, por ejemplo. La pantalla del televisor se apagó y casi sin hablar nos dirigimos al coche. El trayecto fue silencioso, aunque mi música y mi voz resonaban en el eco. Todavía no había conocido ninguna situación en la que la música en el coche no estuviera permitida.

Estábamos por entrar al portal cuando oímos una voz que nos gritaba o nos cantaba, no sabría decíroslo muy claro - E pousa, pousa, pousa e non me toques naquela cousa, e pousa, pousa e ixiña e non me toques naquela cousiña - Me giré ilusionada al oír gallego. Después de tantos días lejos de casa ya empezaba a sentir lo que los gallegos llamamos morriña. Al mirar hacia atrás vi que Roi era el culpable de ese griterío.

- Vas a despertar a todo el vecindario Roi - aseguré, mientras nos saludábamos - pero que emoción volver a escuchar gallego.

- Lo mismo digo. Oíros, aunque sea el acento, ya me hace sentir más cerca de casa. Cepeda es de Ourense pero tantos años en Madrid, ya le han dejado el acento atrofiado. A vosotros da gusto escucharos - comentó ilusionado - A Luis sólo le queda decir "ejque" para ser un Madrileño de pro. Pero esto que quedé entre nosotros eee, que si no se me pone celoso.

Entre risas entramos los tres en el ascensor y mi cabeza volvió a dar vueltas con ese nombre, Luis Cepeda. ¡No! No podía ser, lo tenía claro ¿Cuántos Luis Cepeda podría haber en el mundo? Vale, sí, Luis no en un nombre muy original que digamos, y menos en España. Pero, ¿Cepeda? ¿Habíais oído alguna vez ese apellido? Tenía que ser el idiota del coche ¿Pero como podía ser semejante amargado amigo de personas como Ana o como Roi? No sé, quizás me estaba adelantando. Salimos del ascensor y cogí a Pablo de la muñeca haciendo que se quedará un poco más atrás con la intención de que Roi no nos escuchara.

- ¡Pablo! Es él, el del coche - aseguré en susurros.

- ¿Pero qué dices Miriam? ¿De qué me estás hablando? - respondió confuso.

- Joder, con el que chocamos, Luis Cep...

- ¿Vais a entrar o pretendéis quedaros cuchicheando en el rellano? Venga, que la fiesta nos espera dentro - interrumpió Roi.

Entramos en la casa y al pasar al salón no tuve duda, estaba en lo cierto. Ahí estaba cubata en mano y con una sonrisa. ¿Quién era ese y dónde estaba el borde que conducía sin mirar? Si cuando le fui a preguntar los datos, me hubiera sonreído así achinando los ojos, seguramente el enfado por el susto del golpe se me habría rebajado muchísimo y ¿cómo podía ser el mundo tan pequeño? Sólo conocía a una persona en todo Madrid. Estaba claro que el destino se había empeñado en ponerlo en mi camino, y a pesar de que soy una persona muy racional, si el destino así lo quería, por algo sería ¿No?

Conmigo SuficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora