8.- Aquí Estás

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Pasé casi dos semanas en Galicia. Tras estar más de 7 años sin pisar mi tierra natal, tenía muchas cosas que arreglar. Había sido un viaje curativo, si es que esa palabra existe, me refiero a sanador, a la vez que un toque de atención de la vida. Por un lado, por fin hablé con mis padres tras tanto tiempo de rencor sin dirigirles la palabra, y al menos, pude despedirme de ella, se lo debía, me lo debía. Quizás, siempre me culparé por no haber podido pasar esos últimos días, bueno meses, bueno años junto a ella ¡Joder!, que idiota y rencoroso era y cuanta gente había sufrido por nuestra cabezonería. Las conversaciones eternas con mi hermana también ayudaron a cambiar un poco este carácter de mierda que me llevaba acompañando estos últimos años. Y las cervezas, con mi cuñado y ella, habían colaborado.

Y ahora, lo que necesitaba era esto. Volver a estar en Madrid, con los míos, con los de siempre, disfrutando de unos ron colas y una noche de guitarreo.

- ¡Cepeda!, ¿Puedes aterrizar o vas a tener todo el rato la cabeza en Galicia?- María era la única que lo sabía. Y decir saber, es decir mucho. Me costaba abrirme con la gente, pero mi compañera sabía respetar mis espacios. Le había contado lo básico; que tuve que volver a Galicia por un tema familiar y que esa noche necesitaba desconectar.

Cogí una servilleta, hice una bolita con el papel y se la tiré acertando de lleno en su cubata.

- Ja, aterrizado y bien aterrizado, mira tu cubata, reina - me gustaba picarla y a ella que le picase. Nos entendíamos bien.

Agarró un puñado de papeles y me miro amenazante - Cepeda, mira todo lo que tengo aquí. La guerra ha comenzado - dijo riéndose.

- ¡Paren! Son estúpidos. No me molesto yo en tener una casa, preciosa y espectacular, para que me la vengan a ensuciar con sus juegos para niños de 5 años ¿Madurarán algún día? - inquirió Ana, mientras le requisaba todos los papeles a María, y por si acaso, recogió el servilletero también - Compórtense que hoy viene Miriam y Pablo y quiero que disimulen como si fueran personas normales. El otro día María se comportó estupendamente, a ver si les tengo que separar como a mis alumnos de primero - bufó, dirigiéndose hacia la cocina.

Es verdad, no me acordaba que venía la amiga gallega de Ana. No era muy partidario de meter a gente nueva en el grupo. Si los que estábamos, estábamos bien, ¿Por qué incluir a más gente? Pero bueno tampoco iba a ser arisco, era un día, seguramente luego ya no la veríamos más.

La voz de Roi sonó inconfundible a través de la puerta, pero parecía que esta vez no llegaba solo. Miré y la vi. No. No podía ser ella. Cuán de pequeño era el mundo para cruzarme con la chica del accidente.

Llevaba su melena rubia, enmarcando esa sonrisa que hoy sí se prestaba a ver. Vi como me miraba fijamente, supongo que ella también se estaría acordando que era el gilipollas contra el que chocó en esa estación de servicio. Sonreí por tres razones. Me volvía a encontrar con mi otra mitad, podía empezar a resolver mis cagadas y el cubata que llevaba en la mano.

Ella pareció medio devolverme la sonrisa, pero no pude fijarme en mucho antes de que Roi se abalanzara sobre mí.

- ¡Amor mío, has vuelto! Me sentía perdido sin ti - él siempre con sus bromitas.

- Roi, por favor, déjame respirar. Y no seas tan exagerado que sólo he estado fuera dos semanas, no un año.

- Tú siempre tan cariñoso, Cepeda. Bueno te presento a la nueva incorporación de gallegos; Miriam y Pablo. Ya somos 4 yo diría que somos mayoría de gallegos, ¿verdad?

Me acerqué a saludarles, así a primera vista parecían una pareja joven de lo más simple y normal. Ofrecí mi mano para saludarle a él, y me acerque a ella para darle dos besos. Lo sé, totalmente discriminatorio. Cada día luchaba por quitarme esas costumbres tan arraigadas que nos habían inculcado. En esta ocasión me vinieron bien los dos besos para acercarme a su oído.

Conmigo SuficienteWhere stories live. Discover now