9.- La fiesta

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Tras terminar la canción y avergonzarme un poco por la avalancha de aplausos puse la mano en su espalda con la intención de que me mirará a los ojos. Así, igual, averiguaba que era lo que le estaba pasando.

- ¿Qué te pasa? - la táctica para conseguir el choque de miradas fue realizada con éxito.

- Nada, Miri. Bueno sí, que estoy agobiado con la reunión de mañana - acaricie su espalda, intentado que se relajará, aunque fue en vano - Llevan mandándome correos toda la noche y estoy intentando tener la cabeza aquí, pero no paro de pensar que tengo que retocar muchísimas cosas del informe.

Tenía un buen sueldo y sabía que era el trabajo de sus sueños, pero iba a acabar con su salud y en unos pocos meses con la mía también. Intenté convencerle para que nos fuéramos a casa y aprovechar que Roi estaba distraído con Cepeda en el balcón para hacer una bomba de humo. El se negó en rotundo.

- ¡No! Ni hablar. Te he hecho separarte de tu familia, abandonar tu casa y venir a una ciudad sin mar, que sé que eso te duele. No pienso también amargarte la única noche en la que te estoy viendo sonreír desde que vinimos aquí. Tú te quedas aquí. Ahora mismo le digo a Roi y Ana que me voy y que te dejo a su cuidad - soltó de carrerilla.

- A mi no hace falta que me cuide nadie, que soy tu novia no tu hija - aclaré ante ese comentario machirulo que me crispaba los nervios - Y dicho esto; la decisión de venir y de mudarnos fue de los dos, nadie me ató con unas esposas - dejé un casto beso en sus labios intentando suavizar la regañina que le estaba echando y añadí - y mañana cuando vuelvas nos iremos tu y yo a cenar, celebraremos que la reunión ha salido de diez y que tengo un novio estupendo.

- Y yo una novia estupenda. Perdón, te prometo que la próxima vez estaré más receptivo.

Se levantó, se disculpó con los presentes y tras coger su abrigo se marcho dejándome ahí "sola" con los que parecía que iban a ser mis nuevos amigos en Madrid. Eran pocas las ocasiones que había salido de fiesta sin Pablo. Bueno de fiesta y a cualquier evento social. No es que viviera bajo su ala, más bien diría que era al revés. Tenía un par de amigos con los que quedaba para jugar alguna partidita al fútbol y ya. Lo demás no le despertaba mucho interés, simplemente se limitaba a estar conmigo y acompañarme en al cena del grupo de música, en la fiesta de graduación, en la comida con mi grupo ... Tampoco es que yo fuera una fiestera en potencia, pero todo lo que fuera comer y hablar era lo mío.

Y ahí estábamos. Habíamos comido, hablado y también cantado. Estaba muy agusto y así se lo hice saber a Ana cuando vino a preguntarme que qué tal iba todo.

- Venga chicas, vamos a tocar la última y vamos al bar - sugirió Roi.

Nos pusimos a cantar un remix de canciones como; Despacito, Bailando y Lo Malo, animando el ambiente. Roi era el maestro de ceremonias, María le acompañaba animando a todos y Agoney y Ana ponían un poco la cordura al grupo. Yo cantaba disimuladamente. Era imposible no venirse arriba con lo malo, aunque parecía que había gente que era inmune al buen rollo que transmitía la canción. Sí, efectivamente, el idiota del accidente. No podía seguir llamándolo así, un poco de adultez Miriam, me recordé a mí misma. En mi cabeza resonaba la frase que me había susurrado al oído al presentarse "Lo siento. Luego hablamos. Soy buena gente, de verdad" Y buena gente sería, pero un soso redomado también. Y con esa panda de locos cantando a plena voz y nosotros dos a dos pasos de distancia, ¿por qué no convertir ese luego hablamos en un ahora? Me levanté del sofá y me senté en la butaca que estaba junto a él.

- Hola, soy Miriam. Por si tú también me recuerdas con el nombre de la loca del accidente - decidí suavizar la palabra idiota por loca, que tampoco era cuestión de echarse a los leones.

Conmigo SuficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora