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Bajé a la cocina vistiendo ropa demasiado grande para mí, con los jeans y camiseta arremangados, y un par de calcetines de lana de Nathan en lugar de mis pantuflas. Me estaba empezando a acostumbrar a ver a mis padres recibirme con esa expresión de asombro y decepción, ésa en la que sabía que los había defraudado pero estaban demasiado asustados para retarme, en caso que les terminara colapsando.

— Hola, amor, ¿Lista para ir a casa?— preguntó Jason, un poco impaciente, haciendo sonar las llaves del auto contra su palma.

Nathan vino por atrás, dándome silenciosamente ánimos con su presencia.

— Me gustaría quedarme un tiempo, por favor. Creo que ellos pueden ayudarme. — estiré mi mano en busca de la de Nathan a mis espaldas.

Jhoana se tocó la base de su garganta.

— ¿Por cuanto tiempo?

Me encogí de hombros. Odiaba hacerles daño. — Hasta que sepa si esto va a funcionar.

Karla cerró sus ojos por un momento, sintiendo el futuro. Sonrió cuando me miró. — Honestamente pienso que podemos ayudar a Grace,  Jhoana. Por favor, confía en nosotros. Estamos a escasa distancia. Serán capaces de contactarla en pocos minutos si están preocupados por ella.

— ¿Amor, estás segura? —  preguntó Jason.

— Estoy segura.

Mamá aún no se había reconciliado con esta separación. — Pero, cariño, ¿Qué es lo que ellos pueden hacer que nosotros no podamos?

— No lo sé. Sólo se siente que es lo correcto.

Me abrazó con fuerza. — Ok, lo intentaremos. ¿Entonces tienes a tu chico para que cuide de ti?

— Sí, lo tengo.

Jhoana asintió. — Puedo verlo. Si no llega a funcionar, no te preocupes. Simplemente intentaremos otra cosa y seguiremos hasta que podamos resolver esto.

— Gracias.

Mis padres con cierta resistencia, se regresaron a casa, dejándome con los cinco Benedict en su cocina.

— Me gustan tus padres. —  dijo Nathan en voz baja, colocando un brazo alrededor mío — Ellos siguen peleando de tu lado, ¿No crees?

— Sí, soy afortunada de tenerlos.

Estaba muy conciente de nuestra audiencia. Todavía me restaba conocer Bien a Jude – él era el morocho delgado que estaba junto a Kyle – ambos mirándome de reojo como si yo fuera una criatura exótica.

La Soulfinder de Nathan. El menos imponente físicamente de los Benedict era el que yo más temía, el que podía leer el pasado.

Karla nos llamó la atención aplaudiendo. — Bien, mis pequeñines.

¿Pequeñines? Ella era la más pequeña de la familia y por mucho.

— ¡A desayunar! Jude y Kyle los platos. Liam, cuchillos y tenerdores. Mark,  harás los panqueques. Saúl trae el jarabe.

— ¿Y qué con Nathan? — gruñó Mark, sacando el bol para preparar la mezcla. 

Karla nos sonrió a ambos — Él tiene sus manos ocupadas, reconfortando a su chica, y es justamente donde debería estar. Ustedes dos, siéntense.

Nathan me llevó a su regazo en el rincón del desayunador y me senté a disfrutar del espectáculo. Los chicos más peligrosos de Wrickenridge eran completamente distintos en casa. Aunque los dos mayores ya eran hombres adultos, no se atrevían a responderle con insolencia a su madre y aceptaban las tareas como el resto.

Hija De NarcotraficantesWhere stories live. Discover now