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Porque follo rápido... Y duro.

Follo.

Duro.

Rápido.

Follo.

-¿Señorita Hudgens?

Vuelvo a la realidad y observo a la mujer mayor sonreírle a Fátima, que seria, se cruza de brazos y se levanta.

Quise detenerla para tranquilizarla y decirle que todo va a estar bien, pero una mano en mi hombro me detuvo.

-¿Es usted familiar de la señorita Hudgens? - pregunta el doctor que tengo en frente.

En otro momento, si no hubiese estado invadida por mis sentimientos confusos y mi alocada mente, hasta me hubiese permitido fantasear con el pivón que tengo en frente.

Lucas.

Se llama Lucas. Levanto la mirada de la placa de su bata blanca y asiento.

-Soy su hermana.

Asiente y me coge ligeramente del brazo.

-Acompáñeme.

Callada, me pregunto el por qué de no sentirme nerviosa o deseada ante el tacto.

Es como si una persona conocida, a la que conozco de toda la vida, me tuviese sujeta del brazo.

Era algo normal.

Entramos a una oscura habitación con un cristal insonorizado que nos separaba de otra sala.

Observé con la boca seca a Fátima tumbarse en una camilla, mientras la doctora la preparaba para deslizarla lentamente dentro de un tubo blanco.

En las teles pequeñas que teníamos delante empezaron a aparecer radiografías y palabras extrañas.

Mi vista volvió hacia la que yacía con los ojos cerrados, tranquila.

La máquina de repente empezó a transmitir luz roja en cuanto el pecho de Fátima estuvo bajo el detector.

Miré nerviosa al doctor, que apuntaba unas cosas en su cuaderno. Empezó hablándome del cáncer de Fátima.

Empezó diciéndome que están intentando encontrar una cura, alguna forma para detenerlo y que no se apodere del corazón y demás.

-No es justo- susurro, con lágrimas en los ojos, observando los sollozos de Fátima cuando la mujer la hizo sentarse.

Había visto la luz roja y había escuchado los pitidos.

Era consciente de la gran mierda que se le venía encima.

-Por desgracia, señorita...

-Frall- susurré, ya que temía que mi voz fuese a fallar- Annie Frall.

-Annie, en ésta vida, o somos el depredador, o somos la presa- le miré, con la mandíbula temblando- Los demonios son reales, y están dentro de nosotros. Y los suyos, se han manifestado en uno de los peores depredadores... El cáncer.- acabó susurrando, mirando a Fátima.

Finalmente, las lágrimas fluyeron a su gusto.

Mientras Fátima se vestía con su ropa normal, salimos los dos al pasillo.

-Te prometo que encontraré un tratamiento o una solución para ésto. Tengo que investigar, ya que rara vez tenemos diagnósticos de cáncer de pulmón... Pero intentaré que...

-¿Usted a cumplido alguna promesa pequeña alguna vez, doctor?

Se queda callado, extrañado ante mi interrupción momentánea.

GITANA✓Where stories live. Discover now