2. Paz interrumpida.

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Era un día como otro cualquiera para Eric. Los primeros rayos del sol alcanzaron su rostro picando sus párpados cerrados, despertándolo lentamente de su sueño. Era automático, no le hacía falta nada más.

Se estiró, perezoso, y con movimientos lentos se sentó en la cama.

Aún con los ojos entrecerrados, sintió como su estómago le pedía comida con urgencia. Giró su cabeza ligeramente mirando hacia la cocina, recordando que aún le quedaba comida para tres días, por lo que no tendría que salir a buscar el desayuno, y eso animó un poco su día. 

Deslizó su cuerpo fuera de la cama, y se vistió con las primeras prendas que vio. Debía lavar la ropa que tenía amontonada en un lado cuanto antes, apenas le quedaban un par de mudas limpias. 

Quiso bostezar, pero fue inmediatamente interrumpido por Mila, quien subió ambas patas a sus hombros y graznó con entusiasmo.

—Buenos días a ti también.— dijo acariciando su plumaje.

Disfrutaba muchísimo su compañía. Todo el tiempo tenía la energía por las nubes, y era muy juguetona. No le daba tiempo a aburrirse, y siempre se sorprendía por su ingenio.

Mila tenía un aspecto un tanto extraño. Le llegaba por la cintura, y cuando se ponía en pie casi le sobrepasaba en altura, y él no se consideraba pequeño. Tenía una actitud similar a la de un perro, además, tenía cuatro patas grandes y redondas, no obstante... Carecía de pelo. En su lugar, portaba una gran cantidad de plumas densas y suaves. Su cuello era largo y su cola estaba repleta de bello plumaje. El rostro parecía el de una lechuza, un rostro blanco, de ojos negros, y un pico fino, de oro. Tristemente... Eran por aquellos picos por los que eran asesinados y traficados.

Mila pertenecía a la fauna de Otalina, un espécimen de la familia canis tytonidae. La encontró cuando caminaba por el desierto de Sahiri. Demasiado lejos de su hogar... Estaba desorientada, herida, y a punto de fallecer por sed, inanición y seguramente una insolación. La muerte estaba a punto de ganar la carrera, al no ser aquel su hábitat natural...

Se acercó a ella, y pudo ver cómo su oreja izquierda portaba un pendiente que llevaba un número de serie... Supo al instante que se trataba de una cría robada por cazadores furtivos. 

Todo cobraba sentido. 

El alfa la observó con rabia y pesar. Cómo odiaba que no hubiera una prohibición contra la caza masiva de especies como esa en todos los territorios. Suspiró agarrando el cuerpo casi inerte del animal con la intención de terminar con su sufrimiento, pero... Vio el fuego en su mirada. Vio la determinación y las ganas de seguir viviendo. No por ello había luchado con todas sus fuerzas para escapar de aquellos infraseres...

Al final, la llevó consigo para curarla y cuidarla con todo su empeño. Aún recordaba cómo en mitad de la noche se despertaba por sus gruñidos, pidiéndole que la alimentase, y así estuvo por semanas, hasta que por fin pudo comer por sí misma. Fue de lo más agotador, pero adoraba ver como mejoraba gracias a él y sus cuidados.

Era su único consuelo en esos días de amarga soledad. Ambos se acabaron convirtiendo en el sustento del otro. Su mente ya no divagaba hacia dolorosos recuerdos de manera constante, y su cueva volvía a ser testigo de risas genuinas... Su vida había vuelto a ser más feliz por ella.

Hacía ya siete años desde que Mila llegó a su vida, y trece años desde que se fue de Nathgar, su tribu... 

El tiempo pasaba demasiado deprisa. 

Cuando era pequeño, se le dijo que él sería el próximo líder, y estaba tan deseoso de poder llegar a serlo... Había estudiado y entrenado mucho desde pequeño, con el único objetivo de poder ser un buen líder, un buen líder como su padre...

Tu Dulce AromaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum