5. Parejas destinadas.

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Siempre había sido bañado por otras personas y su desnudez nunca había sido un problema para él. Sabía lo que era y era consciente del horrible castigo grabado que llevaba consigo, a nadie le importaba. No tenían mal color, al contrario, eran de un tono claro y suave, en la enfermería del Santuario siempre las habían tratado con maestría, y cuidaban su piel con los productos de la mejor calidad para evitar que se tornaran de un color oscuro o se infectaran, no obstante... Estar delante de Eric con esas cicatrices... Sintió vergüenza por ellas, mucho más que por su cuerpo desnudo. Era la mismísima prueba de lo que había vivido, y eso le hacía sentirse demasiado expuesto frente a él...

Aunque... Toda esa preocupación quedó en el olvido en cuanto sus dedos acariciaron su piel.

Sentía un cúmulo bastante fuerte de sentimientos y emociones diferentes. La sensación de las manos de Eric paseándose a sus anchas por su cuerpo era tan... Excitante. Lo de la ducha lo había dejado ligeramente en las nubes, aunque de golpe cayó como plomo a la realidad. El dolor de su nuca era casi insoportable, y ni hablar de su cadera. Dolían como si un millón de agujas se clavaran en su piel sin piedad alguna.

Acarició su nuca con extremo cuidado, palpando por él mismo eso que había en ella... Era grande y seguramente vistosa... Con un gran nudo en su garganta dio un sonoro suspiro. Aún podía sentir el calor de Eric ahí, de forma constante justo en su glándula omega.

Aiden no era ingenuo, sabía qué significaba esa dolorosa marca de dientes clavada profunda en su carne. Claramente se trataba de un vínculo. En sus ratos a solas, había leído sobre ello, pero no sabía que se pudiera llevar a cabo entre razas diferentes...

Frunció los labios y un pequeño temblor lo envolvió. ¿En qué clase de lío se había metido?

Desde que había despertado, la angustia y el arrepentimiento se habían atascado en su pecho. Sus ansias de escapar sin un plan premeditado, sin nada trazado, habían tenido sus consecuencias. Fracasó desde el mismo momento en el que sus pies tocaron la hierba fresca, desde el mismo momento en el que echó a correr perdiéndose en la densidad del bosque.

¿Cómo no iban a atraparlo? ¿Pensaba cruzar todas las fronteras como si nada? Sin el permiso, cualquiera que lo viera caminando por los alrededores lo mandaría de vuelta a Atzemeral... ¿Cómo tenía pensado llegar a Otalina? ¿Simplemente caminando? Y cuando llegara a Paal ¿cómo cruzaría el océano sin un barco? ¿Sin un guía?

Era tan estúpido.

Se removió inquieto en aquel gran sofá, recordando las gélidas palabras y las miradas llenas de desprecio del lobo... Si las miradas matasen, ya estaría definitivamente bajo tierra. Al principio había sentido verdadero terror, no sabía de lo que realmente era capaz aquel lobo, y al sentir su rechazo tan fuerte solo pudo temer por su vida. Sin embargo, al notar su respiración en él supo que estaba a salvo.

A través del vínculo sentía cómo Eric también estaba hecho un verdadero lío, incluso más que él mismo, y no lo culpaba... Había sido él quien había entrado a su cueva e intervenido en su vida de la peor manera posible, por eso no podía culparlo cuando mostraba odio hacia él... Suerte que no lo había matado allí mismo... Mordió su labio inferior lleno de culpa.

Tenían que hablar de ello en cuanto saliera del baño, debían buscar una solución a ese problema. Tenía que demostrarle que iba a colaborar en todo lo necesario y tenía que asegurarle que no iba a causarle más problemas.

Se tumbó angustiado, tiritando levemente por el frío y cerró sus ojos esperando aclarar su mente. El sabor de la sangre no tardó en aparecer, había mordido su labio con demasiada fuerza, pero en esos momentos no era su máxima preocupación, aunque sí detuvo la incesante presión en ese lugar.

Tu Dulce AromaWhere stories live. Discover now