Capítulo 65

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Alison se sentó al borde de la cama con el frasco de antidepresivos entre manos, mirándolo fijamente mientras se preguntaba si acaso estaría contemplando aquello a lo que tendría que atenerse durante el resto de su vida.

La visita de la Dra. Sullivan, concretada por Emily y por sus amigas, había hecho descender su ánimo considerablemente. Hasta entonces, había conservado al menos la mínima esperanza de que su sentir fuese causa de todo cuanto acontecía, y no de un problema psicológico con el que no podría lidiar a menos que consiguiera ayuda, ya fuese por parte de un psiquiatra o de medicamentos recetados.

Establecida la sentencia, se había negado a la búsqueda de una segunda opinión, tal como recomendó la Dra. Sullivan, y también a seguir con una terapia diaria o al menos semanal para hacer seguimiento a su estado emocional. No estaba dispuesta, ni de miras, a rebajarse a pedir a Paige su "permiso" para hacer dichas escapadas. Alison resultaba ser la clase de persona que no pide ayuda a menos que no haya otro remedio; y eso mismo fue lo que resolvió. Si la cosa no empeoraba, según lo veía, no había por qué llenarle los oídos cada dos por tres a un completo extraño, aunque fuera la Dra. Sullivan.

Hasta el momento, pasadas dos semanas, los antidepresivos parecían estar funcionando. Ya no perdía el sueño por las noches acorralada por sus numerosos demonios, había vuelto a estar animosa y, según su esposa, a comportarse un poco más como antes. Claro, solo lo que su situación de ese entonces admitía.

Se giró un poco para contemplar a Emily, que aún dormía boca abajo, con la espalda descubierta a la luz que entraba por la ventana. Se veía tan perfecta en esa posición; con la cabeza vuelta hacia el otro lado y las líneas y músculos bien marcados y evidentes en contraste con las sombras de los suaves destellos del sol proyectados... La sábana baja hasta la cintura, los hombros relajados y la piel morena tersa y brillante.

Alison se mordió el labio mientras que se volvía presa de un ávido y enérgico sofoco, nacido de las ansias que florecieron en ella tras unos segundos de contemplar la imagen ante sus ojos y pensar en lo mucho que deseaba a esa joven durmiente que reposaba a su lado; cuánto la deseaba, y cuan poco dispuesta estaba a contener ese apetito que parecía haber estado ausente por mucho, y surgido en ese entonces con la vigorosidad y potencia de un despertar tardío.

Con la respiración agitada, se subió a la cama y pasó la palma de la mano en diagonal por la espalda de Emily, bajando la cabeza y besando su hombro con suavidad para seguir un camino de labios húmedos sobre la piel cálida y firme, sumergiéndose en el olor acaramelado de su cabello y testeando las diminutas motas de salitre resultantes de la excursión nocturna que habían hecho el día anterior. 

Emily tardó un poco en darse cuenta de sus acciones, y cuando lo hizo, se movió y ronroneó, cerrando su mano en torno a la que Alison había posado junto a su rostro en el colchón.

-          Buen día para ti también, corazón- Dijo con una voz somnolienta en tanto la rubia apartaba la melena oscura de su cuello y se hundía en el mismo, succionando y besándolo con pasión. Emily rió y se giró levemente, intentando voltearse para verla.

Alison se apartó un poco para que la chica se pusiera boca arriba y, tras otorgarle una sonrisa concupiscente sin palabra alguna de por medio, comenzó a esparcir delicados besos alrededor de todo su cuerpo. 

-          Amor... ¿no dijiste que irías a la escuela?- Preguntó la morena – sin esperar respuesta realmente –, incorporándose y abrazando a la chica – que en ese momento mantenía un interesante juego de labios por encima de su abdomen –, para cercarla contra el colchón y besarla en profundidad.

El beso, que Emily inició de forma pausada y tranquila, se tornó en medio del mando de Alison en un desesperado intercambio que buscaba extraer todo cuanto cada una de ellas era capaz de dar.

¿Podrás con la oscuridad?- EmisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora