Epílogo

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    Alison bostezó y se acomodó los lentes por encima del puente de la nariz, procediendo posteriormente a desperezarse y dejar el libro que leía a un lado, en la pequeña mesa junto al sillón donde se encontraba sentada.

    Lanzó una mirada hacia la esquina de la habitación, donde Pip, que para ese entonces estaba un poco ciego y sordo de una oreja, levantó la cabeza desde su cómodo almohadón.

- Qué silencio, compañero- Dijo la rubia, provocando que el animal agitara la cola.

    Se retiró la frazada de encima de las piernas, poniéndose de pie sobre el suelo de tablones fríos, y se envolvió en su salto de cama para asomarse al ventanal y descorrer las cortinas, dando paso a la luz de un cálido sol de finales de primavera, reluciente y suave como una caricia del océano.

    Abrió el ventanal, inspirando y soltando el aire, y deleitándose con el paisaje de su jardín trasero, tan verde por un lado, y de aspecto tan colorido y salvaje por otro. Aquella parte de la casa era su orgullo; un sitio al que había dedicado gran parte de las horas de su tiempo libre, y cuyo trabajo había dado resultados bastante gratificantes.

    Luego de que se retiraron los cargos en su contra, aunque ella habría preferido dejar todo atrás, su familia y amigos insistieron en demandar al estado por daños y perjuicios, y tras ganar dicho reclamo, por cada año que estuvo encarcelada o que resultó reprimida su libertad de alguna forma, le fue otorgada una suma bastante generosa; tanto así, que habría podido vivir cómodamente durante el resto de sus días sin mover un dedo si así lo hubiese querido.

    Pero Alison no era una persona afín al tiempo excesivo de ocio, por lo que optó por iniciar una formación en letras e, inspirada por las injusticias de las cuales fue blanco, se convirtió en abogada. En una muy buena, a decir verdad.

    Los años que precedieron a aquella era tormentosa donde durante tanto creyó todo perdido, estuvieron repletos de obstáculos y pruebas, aunque también de momentos felices e inolvidables; la construcción de un futuro, de una familia y de un hogar.

    Emily le propuso matrimonio por segunda vez en medio de su viaje por el mundo –en Irlanda, específicamente –, durante uno de sus paseos por las colinas verdes y soleadas, repletas de aromáticas y coloridas flores silvestres, que bordeaban los acandilados que descendían al mar turquesa.

    Se casaron al volver de su larga travesía –con un mayor número de testigos esa vez, así como una luna de miel como Dios manda –, y aunque se volvió difícil dejar atrás los traumas del pasado –algo para lo cual ambas necesitaron conseguir ayuda externa –, al final pudieron rehacer su vida de una forma mucho más estable e ideal de lo que nunca habrían podido imaginar.

    Las vivencias pasadas no sólo habían formado el carácter de las dos y tornado en otra su naturaleza, sino también fortalecido y afianzado su vínculo más de lo que resultaría estimable; de modo que éste fue capaz de sobrevivir a todo cuanto estuvo en su contra en los años venideros; lo cual implicó, más que nada, alguno que otro pleito y situación límite. Ningún desencuentro de opiniones o criterios que no haya ocurrido a la mayoría de las parejas, por no decir que a todas.

    Alison miró hacia el reloj que había cerca de la entrada de la cocina. Eran casi las cinco y diez minutos... De seguro que en cualquier momento, el silencio y la tranquilidad del entorno se verían interrumpidos. Sin embargo, el hecho no le apenó. La rubia solía ser devota a la tranquilidad, pero eso había cambiado con los años. Ahora, no pudo hacer otra cosa que sonreír cuando oyó la primera de las risas que llenaban su día a día de la más absoluta satisfacción.

    Un chiquillo de entre cuatro y cinco años, de cabello claro como el sol, tez pálida e impactantes ojos azules, irrumpió en la sala cargando con su mochila y lonchera.

¿Podrás con la oscuridad?- EmisonWhere stories live. Discover now