Capítulo 66

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    Luego del ataque de pánico acontecido en la playa, que resultó ser el más fuerte hasta el momento, Alison fue presa de dos episodios más en el correr de la misma semana. Durante el primero, estaba sentada en el living de la casa de Ellen, tomando una taza de té mientras leía un libro. Los signos fueron los mismos; comenzó a respirar entrecortadamente y la invadió una fuerte presión en el pecho así como un miedo desgarrador e infundado.

    El último sucedió al tercero de éstos con el espacio de tan sólo una tarde. La chica se había metido en la cama junto con Emily y cerrado los ojos para descansar cuando fue acosada por un frío glacial que la hizo tiritar.

    Trató de pegarse contra su esposa para abastecerse del calor que le faltaba, y en ese momento la poseyó un potente y vertiginoso mareo, seguido de una sensación ya conocida de terror profundo hacia la posibilidad de estar perdiendo la cabeza.

    Alison ya no sabía cuándo podría presentarse el siguiente episodio. Vivía el día a día atemorizada ante la posibilidad de volver a verse sumergida en tan desconcertante experiencia. No tenía más que rendirse a la realidad de que ya no podía confiar en su cuerpo y mente. Tenía la sensación de estar encerrada en un caparazón averiado para el cual no había arreglo. Y aunque sí que lo había; aún cuando bastaba seguir un tratamiento estipulado por un psiquiatra para mejorar, la joven no dejaba de demostrar una necedad absoluta en relación a la negativa a esa sugerencia. No se trataba de que no quisiera salir adelante, ni mucho menos. El hecho radicaba, probablemente, en su recelo característico y permanente. Una cosa era atenderse con un doctor que revisara su parte física; en ese caso no existía un riesgo demasiado visible, más allá de las preguntas relacionadas a su innumerable número de cicatrices generadas en el correr de los años. En cambio, si decidía abrirse psicológica y espiritualmente ante quien fuera que estuviese dispuesto a atenderla, había demasiado que habría resultado arriesgado exponer. Demasiados secretos que no consideraba propicio revelar a alguien que estuviese por fuera de su reducido círculo de confianza; incluso cosas que ni siquiera Emily sabía.

    Así fue que, ignorando cualquier intento de sus seres queridos de hacerla entrar en razón, continuó a la expectativa de lo que le depararían las semanas siguientes no tanto con esperanza, sino con resignación.

    La mañana del día festivo en que se celebraba la fundación del pueblo, bajó las escaleras con aire abatido, dispuesta con una gran proporción de estoicismo a aguantar lo que el destino le tuviese preparado.

    Fue recibida al pie de los escalones por un penetrante olor a quemado, y no tuvo que planteárselo demasiado para estar convencida respecto a quién estaría a cargo de la cocina. Aún le dolía un poco la muela, pero mucho menos gracias a la intervención de Nora, que había estudiado tres años de odontología, y que si bien no contaba con todo el instrumental, pudo ayudarla en gran medida.

    Sin embargo, no fue a Zoé a quien se encontró.

    Emily soltaba improperios y maldecía mientras que sacudía una mano y cambiaba una bandeja de galletas incineradas por una de galletas sin hornear, llevándose un par de dedos a la boca en busca de calmar el dolor de una probable quemadura.

    La mesada estaba repleta de utensilios sucios e ingredientes de toda clase esparcidos. La superficie de mármol yacía cubierta de harina, chocolate en polvo y lo que parecía azúcar.

    Alison soltó un silbido que advirtió de su presencia a la morena.

    Emily la miró con las cejas en alto y luego se apoyó contra la mesada, soltando un prolongado suspiro.

- ¿Cómo vas con eso?- Alison se adelantó y le quitó un trozo de mezcla que tenía pegado a la mejilla, llevándoselo a la boca y torciendo el gesto-. ¡Waghj! - Tomó el primer repasador que encontró y se lo pasó por la lengua.

¿Podrás con la oscuridad?- EmisonWhere stories live. Discover now