Capítulo 7

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Ethan golpeó la pared, irritado.

—Detente —apareció Bernhard detrás de él—. Llevas así todo el día.

—Vete a la mierda —escupió el mayor.

—Ethan —ronroneó el rubio acercándose—. Mira lo lastimados que están tus nudillos —acarició sus manos. El mayor hizo una mueca apartándolas.

—No puedo creer que ya estés jodiendo por aquí —Bernhard se encogió de hombros—. Apenas te han liberado hoy.

—Mi tiempo de libertad condicional debe ser bien administrado. Es una lástima que padre haya creado un campo repelente alrededor de Josy. ¡Y qué desgracia que sólo funcione conmigo!

—Es la idea —puntualizó Ethan—. ¿Acaso hay alguien que pudiera atentar contra la vida de Josy más que tú?

—Probablemente no —concedió—. Al menos no contra su vida. Pero creo estar seguro de que ella puede llamar la atención de otros demonios. ¿La mujer que se ha adueñado del corazón de Ethan, el mismísimo hijo de Lucifer? Quien de paso, es la causante de que el mismo haya prohibido a su segundo hijo la salida del infierno. Me parece que Josy Gallagher puede fácilmente llamar la atencion, ¿no crees?

Un escalofrío recorrió la columna de Ethan, quien parecía no haberse dado cuenta de aquello.

Bernhard sonrió satisfecho y acarició los hombros de su hermano.

—Pensé que eras más inteligente —murmuró, demasiado cerca—. Al parecer ella es inmune a mí. ¿Pero qué hay de los otros? Tonto Ethan —rio—, si no la hubieras abandonado todo sería diferente. Ahora ella no quiere ni verte. Debe ser frustrante.

El pelinegro apretó los dientes y presionó su mano izquierda alrededor del cuello del menor, pegándolo bruscamente a la pared.

—Te mataré su vuelves a fisgonear —rugió—. Mejor dicho, ¿cómo es que no te he matado aún?

—N-No puedes —una sonrisa socarrona levantó las comisuras de sus labios al decir aquellas palabras. Ethan se sintió irritado por la actitud de su hermano.

—¿Qué te hace creer eso? —apretó con más fuerza. El rostro del rubio había comenzado a tomar un color violáceo. Lo soltó, haciéndolo caer de golpe al suelo—. Tu vida puede reducirse a cenizas en mis manos, literalmente.

Bernhard tosió un par de veces.

—No puedes matarme, Ethan —repitió—. ¿Qué le dirás a papá?

—¿Que qué le diré? ¡No me hagas reír, mocoso! —carcajeó—. Estoy seguro de que sabes perfectamente bien cuál es tu posición ante los ojos de Lucifer —paró de hablar y se agachò a la altura del menor. Tomó con una mano la cara del chico, ahuecando sus mejillas, y mirándole con desdén—. Ahora entiendo tu juego —musitó—. Eres un sucio masoquista. Adoras que te haga sentir menos, ¿no es así? Por eso no dejas de joderme la existencia.

El silencio del menor fue casi tan molesto como el brillo de sus ojos azules, que se habían oscurecido, haciéndolo saber que había dado en el clavo.

—Qué desagradable —hizo una mueca de disgusto—. ¿Te hace sentir bien mi trato despectivo? Maldición. Qué asqueroso.

Lo soltó bruscamente y se levantó enseguida.

—Lárgate ya —sacudió su ropa—. Tu rostro me pone de mal humor —gruñó.

El rubio, con las mejillas coloradas y expresión satisfecha, desapareció sin decir nada más.

—¿Qué mierda ha sido eso? Qué jodidamente desagradable —susurró Ethan con el ceño fruncido.

Luego se quedó en silencio. Pensando en lo que había desatado la discusión.

FLAMES [LIBRO II: THE DEVIL STILL LOVES] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora