Capítulo V

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Desde que el almuerzo había concluido estuvo buscando formas de entretenerse. Encontró varios libros buenos en la biblioteca de la casa pero la mayoría ya eran títulos leídos por ella, y los otros trataban de ciencias, cosas aburridas para las cuales Mary Anne no creía haber nacido. Descubrió la existencia de un piano de cola, pero cuando quiso abrir la tapa que cubría las teclas ésta no se levantó.

—El señor Jones es muy receloso de su piano. No permite siquiera que lo limpiemos —le explicó April en su momento.

Totalmente aburrida y sin nada que la motivara a realizar actividad alguna se recostó en la cama contemplando la elaborada lámpara que colgaba del techo, cara pero desgastada, con caireles trasparentes que reflejaban la luz en las paredes. Hermosa y mortal, pensó ante la probabilidad de que si se caía la mataría en el instante. Dos golpeteos rítmicos sonaron en la puerta llamando. Anne giró su cabeza en dirección a ésta.

—Adelante —dijo sin levantarse.

La puerta de la habitación se abrió dejando pasar a Octavian, quien la miró como si estar acostado sin sentido fuese de lo más anormal.

—April me ha mencionado que no ha encontrado nada de su gusto para hacer. Evidentemente es cierto.

Anne se incorporó sentándose.

—Estaba apreciando la maravillosa mano de obra de su lámpara. ¿No le parece algo interesante?

Octavian hizo caso omiso al comentario sarcástico de la joven y prosiguió.

—Quería pedirle que me acompañara a la estación, ya que pensé que usted no tenía nada importante que hacer, pero, creo que me equivoqué. La dejo seguir contemplando la lámpara.

—Espere —Anne se puso de pie y lo siguió hasta la puerta—. Lo acompañaré. La lámpara puede esperar a que regrese.

Recordaba que los días de semana eran especialmente una locura en la estación. Personas de negocios viajaban, otros exportaban productos o recibían encargos, familiares se despedían y preparaban para volver a sus ciudades. Las personas caminaban frenéticas con equipajes, los silbatos sonaban y anunciaban la partida y los trenes comenzaban a desplazarse por el andén a la vez que despedían humo de sus calderas. Anne caminaba detrás de Octavian como una sombra aprovechando que él pudiese ser capaz de abrirse camino entre el gentío.

—¿Qué es lo que viene a buscar?

—Semillas. Encargué a un amigo del extranjero que consiguiera para mí semillas de plantas exóticas que sirvieran para elaborar té.

—¿No podían venir Charles o Edmund a buscarlas por usted?

—No está permitida esa clase de exportación, señorita Owens. Hay cosas que se solucionan con dinero. Ahora escúcheme, quédese aquí. Volveré enseguida —y antes de darle tiempo de protestar se marchó y desapareció entre la multitud.

Esperó mientras miraba a quienes iban y venían, los vagones ser descargados, las pesadas máquinas llegar y marcharse. Observó a artistas de alma ganarse la vida y finalmente se cansó de estar parada tomando asiento cerca de las cabinas de atención.

—¿Anne? —preguntó una voz familiar.

—¿Cómo estás, Oliver?

—En este instante creo que sorprendido. Pensé que ya habías regresado a Francia.

El joven de cabello oscuro tomó asiento a su lado para igualar alturas.

—No, de hecho han surgido unos...

—Le dije que esperara en aquel lugar. Llevo varios minutos buscándola —Octavian interrumpió cargando un par de cajas de madera clara.

—Imprevistos —finalizó Oliver la frase de su amiga mientras analizaba al joven que acababa de llegar, quien por primera vez parecía notar su presencia.

Mary'sWhere stories live. Discover now