Capítulo XIII

336 82 19
                                    

Tras la paz adquirida por poco tiempo volvieron los días de tensión a la casa del señor Jones, como si jamás hubiesen cambiado su indiferencia de los primeros días y el ánimo de confrontación. Octavian evitaba estar y salía continuamente, mientras que Anne pasaba sus días entre páginas de libros y estadías en el jardín. Las comidas transcurrían en silencio y no solo las palabras eran en su mayor medida evitadas, sino que también las miradas.

Esa mañana había decidido revisar entre las pertenencias de su hermana. Tenía planeado vender la mayoría de sus vestidos y zapatos o donarlos a caridad ya que nunca habían tenido el mismo gusto. A Rose Mary siempre le habían gustado las telas brillantes y de colores estridentes, mientras que sus propios vestidos eran simples y de colores pálidos y desteñidos. Las joyas se las daría a su madre, ya que ésta no dudaría en matarla si las cambiaba por dinero, fuese cual fuese su condición económica. Lo único que Anne conservó para sí fue un pequeño colgante con lo que parecía ser una esmeralda engarzada. Desde muy chica le había gustado pero su madre se lo había regalado a su hermana mientras que a ella le regaló una cruz de plata con la ferviente esperanza de que la cambiara y encaminara.

—April, cuando veas al señor Jones dile que revise las maletas por si quiere conservar algo de su esposa. Hazle saber que el resto será vendido o donado —le pidió a la joven de cabello rojizo que había estado ayudándola a doblar y ordenar las pertenencias.

En ese momento Elena irrumpió en la habitación agitada y algo ruborizada.

—Lamento molestarla, señorita, pero su hermano la espera en la sala y dice ser urgente.

Anne asintió y pidió a la joven que ayudara a la otra joven a terminar su tarea. Bajó rápidamente las escaleras y allí encontró a Thomas, quien iba de un extremo a otro intranquilo.

—Gracias al cielo, Annie, disculpa si te interrumpí en algo.

—¿Qué es lo que ha pasado para que estés así? —lo interrogó.

—Madre me ha echado de casa. No tengo a dónde ir y debo irme antes de que nuestro padre regrese o seré desheredado.

—Elizabeth está loca pero debes haber hecho algo muy malo para que haya reaccionado así. ¿Qué has hecho, Thomas?

—¿Recuerdas que encontré un trabajo como retratista con buena paga?

Su hermana asintió.

—Al principio eran solo retratos. A los esposos adinerados les gustaba complacer a sus mujeres y plasmarlas en un lienzo, pero luego ellas comenzaron a buscarme para complacerse de otras formas.

Anne no sabía qué decirle, estaba perpleja. Recordó lo que había dicho la señora Katherine Norton en el cumpleaños de Pauline. Había mencionado a un joven caballero que realizaba ciertos favores a las damas, sin mencionar que su madre había insistido en querer contratarlo para pasar el tiempo.

— ¿Pero qué diablos has hecho? —dijo horrorizada.

—Todo por nosotros, Annie. Quería saldar rápido las deudas de nuestro padre para que regresáramos a Francia. Y la paga era buena. Fui a la casa de la señora Smith pensando que sería lo habitual pero me dijo que esta vez me esperaba una de sus amigas. Jamás pensé que sería nuestra madre.

—Es lo más desquiciado que se te ha ocurrido. Thomas, ¿en qué estabas pensando? Las cosas ya no estaban bien antes y ahora tú haces ésto.

—No me juzgues, lo hice por ambos. Debo irme de casa o la querida señora Owens le contará a nuestro padre y me excluirá del testamento. Annie, te pido que me ayudes. Pídele a Octavian que me deje quedar aquí hasta que encuentre otro lugar.

Mary'sWhere stories live. Discover now