Capítulo XIX

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Octavian indicó a Anne que fuera junto a su hermano a esperar en el carruaje pero ésta se negó.

—¿Qué haremos con Oliver ahora?

—Llamaré a los oficiales y me entregaré. Ellos sabrán qué hacer —dijo con voz calma—. Pero tú y Thomas deben regresar con Charles a Londres.

—No puedes entregarte. Te juzgarán por asesinato y te condenarán por ello.

—¿Y qué más puedo hacer? Acabo de matarlo a golpes. Mi ropa, mis manos y mi consciencia están manchadas como esa barra de hierro con su sangre— la intensidad de la voz del joven se iba incrementando—. ¿Pretendes que me deshaga de él prendiéndolo fuego hasta que se reduzca en cenizas?

—No es necesario que tú inicies el fuego —respondió Anne mirando hacia la otra estructura en llamas—. Si decides entregarte yo también lo haré como cómplice —lo presionó.

Octavian respiró profundamente intentando aplacar su frustración.

—De acuerdo —dijo finalmente y tomó al cadáver para depositarlo sobre una de las carretillas.

—¿Pero qué haces?

—Si lo llevamos arrastrando quedarán huellas.

Ambos llevaron la carretilla hasta el depósito ardiente donde bajaron el cuerpo junto a la barra de hierro y lo arrojaron hacia las llamas, las cuales con suerte pronto los devorarían. Apresuraron su paso hasta llegar al carruaje. Debían abandonar el lugar de inmediato antes de que alguien se percatara del gran incendio que se había producido. Charles se hallaba presionando la herida del ahora semiconsciente Thomas ladeado en el interior del carruaje.

—Lo hiciste, Annie, le diste paz a nuestra hermana —dijo Thomas en voz baja casi susurrando y con los ojos casi cerrados.

—No, lo hicimos los tres —lo corrigió.

Mary Anne agradeció al cochero por cuidar de su hermano mientras que tomaba su lugar y se encargaba de mantener firme el paño ensangrentado contra el abdomen de éste.

—Charles, es hora de volver a casa —anunció Octavian.

El camino de regreso a Londres había transcurrido en total silencio salvo de los ruidos nocturnos propios del entorno. Thomas había posado su mano sobre la de su hermana y ella cada tanto le acariciaba el cabello con la otra sin dejar de ver por la ventana al igual que Octavian. El cansancio y el frenesí de los acontecimientos se veían plasmados en sus apariencias dándoles un aspecto de lo más fantasmal y el traqueteo del camino les hacía doler aún más sus cuerpos. Al llegar, Octavian bajó a Thomas con la ayuda de Charles mientras Anne abría la puerta para dejarles el paso libre. Recostaron al joven en el diván que se hallaba en la sala.

—April, ve con Charles en busca del doctor Anderson. Dile que es urgente y que habrá buena paga. Elena, trae una compresa y agua —ordenó Octavian a sus criadas.

Ambas muchachas asintieron y se dispusieron a realizar sus tareas de inmediato. Anne estaba en cuclillas junto a su hermano, esperando a que Elena trajera las cosas.

—Estará bien —volvió a asegurarle—. Conozco al señor Anderson, es un buen doctor y hará todo lo necesario.

—Lo sé, es solo que no puedo hacer otra cosa más que quedarme aquí.

—Entiendo. Pediré a Gretel que te prepare té.

—Señorita, permítame encargarme —dijo Elena estrujando un pedazo de tela en un recipiente con agua.

Anne se hizo a un lado dándole espacio a la joven. Ésta rasgo las ropas de Thomas y comenzó a limpiar con agua tibia la zona ensangrentada. Tomó la compresa de tela y la puso sobre la herida con firmeza haciendo que Thomas se quejara.

Mary'sWhere stories live. Discover now