◄ Capítulo 30

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─═ Frío y calor ═─

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─═ Frío y calor ═─

El agua tibia se deslizó por mi rostro y sentí cada palmo de mi piel  arder nada más cerrar los ojos dejando que mi mano se deslizara por la  pared gris, empañada por el vapor de la ducha que no lograba apartar los  pensamientos de mi mente a pesa...

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El agua tibia se deslizó por mi rostro y sentí cada palmo de mi piel arder nada más cerrar los ojos dejando que mi mano se deslizara por la pared gris, empañada por el vapor de la ducha que no lograba apartar los pensamientos de mi mente a pesar de intentarlo. Suspiré, demasiado tensa.

Eran las dos de la madrugada del domingo y me preguntaba cómo había pasado tan rápido todo ese tiempo. El sueño desapareció de mi mente, entre frío y calor, atormentándome por esa pura realidad que de forma cruel e incontrolable había colisionado contra mis quebradas esperanzas.

Me sentí caer, entristecida. Había sucedido una cosa que pude haber predicho que sucedería, si no fuera porque ya había pensado en más de una vez que en algún momento me sentiría así de rota por esa situación. El mal presentimiento se había hecho realidad, y solo entonces, más allá del ruido del agua eliminando mi paciencia, me quedé quieta como si quisiera verme ahogada.

Pero un cuerpo con temperamento, calma y otra luz, que ya me había conquistado durante dos largas noches y mañanas, se acercó despacio. Su piel cálida abrazó mi espalda sin pensárselo.

—Te habías ido. —suspiró Eva, atrapándome con sus brazos.

—Lo siento. —atiné a responder.

Fruncí los ojos con más fuerza, solo por miedo a verla nuevamente desnuda ante mí, a pesar de ser incapaz de olvidarla, paralizada al instante por el contacto suave y protector de su cuerpo a mies de años luz de demostrar miedo o inseguridad. Agaché la cabeza, queriendo ser como ella.

Solo entonces dejó un beso tan tierno y duradero en mi cuello desnudo que sentí dolor, temor y distancia al mismo tiempo, encontrando sus manos en mi vientre y aferrándome con debilidad a su aura, pidiendo que me abrazara con más fuerza sin decir palabra, escondiendo mis lágrimas.

Un leve temblor por mi parte le indicó a Eva lo que más temía, pero solo pudo esperar callada a que el silencio me hiciera volver a sentirme estabilizada, sin tener el corazón desbocado y frío.

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