Después de sufrir un escalofriante accidente, Lara haría lo imposible por volver a la escuela de arte como si nunca hubiera sucedido nada. Sin embargo, por mucho que creyera que podía superarlo, se daría cuenta de que lo había perdido todo. Desperta...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
─═ Sonrisas ═─
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
—No le has dado un beso de despedida. —me acusó Julia, nada más sentarme en la silla libre.
Los demás parecían haber perdido el hilo de lo sucedido y apenas levantaban la cabeza de sus proyectos, por eso solo tuve que perfilar a mi mejor amiga y respirar como si fuera importante parecer tranquila. Dejé caer un frío suspiro que ni siquiera sabía que había estado soportando.
—Es fácil decirlo. —murmuré.
—¿Acaso le has prometido dárselo cuando yo no esté delante? —sonrió.
Yo volví a sonrojarme.
—Estás obsesionada. —quise quejarme.
—Es que te lo dije. —mordió entonces, tocando mi mejilla. —¿O ya no recuerdas lo que te dije?
Negué lentamente la cabeza, como si a veces no fuera imposible estar cerca de ella, sobre todo cuando le interesaba y no dejaba de molestar. Quiso obligarme a decir que ella tenía razón con pequeños pellizcos y mordiscos, llamando de repente la atención de Mónica, sentada al frente.
—¿Qué os pasa? —quiso saber.
—Lara tiene problemas de aceptación. —dijo antes de que yo pudiera dar una respuesta mejor.
—No tengo problemas de aceptación. —me quejé.
Pero mi mejor amiga inclinó el cuerpo y se acercó a Mónica, ocultando sus labios con la mano para explicarle algo, pero sin dejar de mirarme, porque no tenía ninguna intención de ocultar sus palabras. Solo me estaba buscando las cosquillas para ver cuánto podría soportar de ella.
—Es que hace algunos años le dije que se casaría con Eva. —comenzó.
—¿De verdad? —se sorprendió ella al instante, copiando su bajo tono.
—Totalmente. —asintió, satisfecha. —Yo me daba cuenta de todas las sonrisas.
—No había sonrisas. —me defendí de repente, frunciendo el ceño.
