◄ Capítulo 68

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─═ Equilibrio ═─

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Se respiraba un débil olor a humo, cálido, dulce como el de una hoguera en verano

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Se respiraba un débil olor a humo, cálido, dulce como el de una hoguera en verano. Yo caminaba a través de un sendero de piedra resbaladiza, mojada, a pesar de la sequía de esa larga estación. A mi alrededor la gente me seguía a un ritmo lejano y entristecido, cohibidos por el sentimiento de saber que, voluntariamente, una persona nunca elegiría pasearse por esos cuidados prados.

Levanté la mirada hasta la pequeña plaza donde la iglesia de baja estatura abría las dos puertas, siempre por la mañana, para despedir a los difuntos de ese día. Y las campanas sonaron con mis pasos hasta detenerme en un costado, bajo la sombra de un ciprés, apreciando el cielo nublado.

La búsqueda de Eric duró una eternidad.

El tiempo en la ciudad de Dàires se agotó hasta que las esperanzas de encontrarle ocuparon ese lugar, pero se desvanecían tras cada hora, tras cada día, que al final se convirtió en una semana. A finales de julio, la policía encontró el cuerpo tan lejos que ni siquiera pensaron que pudiera ser el suyo. El cauce del río lo llevó a más de cuarenta kilómetros, entre las lluvias y el mal tiempo.

Ese suceso conmocionó a los más próximos y a cada habitante, logrando por un simple pésame que el ayuntamiento organizara un entierro y una ceremonia dignas para los más cercanos a ese chico. Y por esa razón estábamos ahí, cada uno de nosotros a pesar de todo, en el cementerio de la ciudad sumergido en el bosque, admirando el cielo nublado que ese día nos había concedido.

Y el tiempo pareció acompañarnos, tranquilo.

El entierro logró ser conciliador, sin levantar mucho ruido, y se desvanecía a medida que ese día avanzaba. El sol que intentaba perfilarse entre las capas de nubes iluminaba nuestros pasos con cierta calma, perseguidos por una brisa helada, hasta detenerse al mismo tiempo que nosotros lo hicimos. El viento recorrió el campo, levantó las hojas, y posó un par sobre la tierra removida.

Mirábamos hacia el norte, donde se había ampliado el cementerio para las víctimas del terrible accidente del 23 de mayo, apreciando esa nueva tumba. La tierra estaba removida, humedecida.

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