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Y siempre los escuchaba decir: Se nos da lo que merecemos

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Y siempre los escuchaba decir: Se nos da lo que merecemos.

Entonces, ¿Todo lo que me ha dado la vida es porque no soy suficiente? ¿No merezco nada?

Los ancianos solían sentarse bajo el frondoso árbol mientras jugaban a las cartas, mientras miraban a lo lejos los cuadros de pintura sumergidos por la luz del sol y cubiertos por el polvo de las estrellas, quienes cuidaban cada noche al alma que ansiaba venderlas. Solían decirme cada vez que me acercaba para escuchar sus consejos que no debo sentirme más que nadie, que luche para recibir lo que es mío, pero ¿Qué tan ciertas son esas palabras?

Mi vida ha sido como caminar en una cueva oscura y la salida siendo cubierta por piedras, caminando solitaria mientras el eco me acompaña con el amargo llanto; porque desde que tengo memoria, no he recibido más que tristeza a cambio.

Eso es lo que me merezco, escuchar el estruendoso sonido de un carro frenar de improvisto, de revivir cada noche como los pinceles y pinturas caen con lentitud por toda la calle. Tan solo es eso, una dura probada de lo que he hecho mal en mi vida.

Puedo sentir como los raspones arden en mi piel y las lágrimas saladas que no me dejan formular su nombre, el dolor es tan real que me hace despertar de inmediato; doy un salto en la cama con la respiración acelerada y lágrimas fugitivas en mi rostro, me llevo la mano a mi pecho para calmar mi respiración y los temblores de mi cuerpo.

Las pesadillas vuelven a aparecer en todas las noches calurosas de verano. En realidad no tienen un tiempo en específico, solo aparecen atormentando mis sueños hasta el día que deje de respirar. Todas las noches doy vueltas sin parar por toda la cama, me he tenido que levantar cada maldita madrugada por un vaso de agua solo para detener los temblores de mi cuerpo que perciben el peor recuerdo de mi infancia.

Tiro de la sábana en cuanto me levanto de la cama, con pasos sigilosos, no quiero despertar a nadie al sentir mi cuerpo tan pesado. Abro la ventana para que el aire me de la bienvenida a un nuevo día lleno de sorpresas, este pega con sutileza en mi rostro consiguiendo que controle mi llanto y mis emociones.

El cielo aún está oscuro, puedo distinguir las tenues luces de las estrellas siendo cubiertas por delgadas nubes; sonrio instintivamente, pues sé que alguien me cuida desde el cielo.

Las mañanas han cambiado desde que los perturbantes sueños han vuelto a aparecer; aveces no tengo apetito y devuelvo la comida hacia el retrete, me duermo en clases y busco la manera de permanecer despierta para no soñar, pero es más difícil hacerlo que decirlo, nadie se escapa de sus miedos.

Lo he aprendido con duras experiencias.

Nuevamente las mismas imagenes se proyectan en mi mente haciendo temblar mi corazón.

Los pinceles, pintura y las caras de horror de los presentes.

Dirijo mi mirada al reloj que cuelga a lo alto de la pared, me anuncia que apenas son las tres de la madrugada y con el tono estresante que emite, se burla de mis nervios.

Un amarre por accidenteWhere stories live. Discover now