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Todas las personas a esta altura se encuentran grabando la situación, algunos comienzan a acercarse más de lo debido, las mujeres pegan contra el rostro del cantante la cámara del celular, chillan casi en su cara y otras comienzan a abrazarlo sin pedir algún permiso; su mejor amigo intenta hacerle espacio en el momento en que su sonrisa flaquea y su espalda cambia de estar recta a encorvarse levemente, puedo ver su mano temblar, la cual la oculta dentro de su chaqueta.

Me busca con la mirada, busca un atisbo de empatía en mi rostro enmarcado de enojo, pero choca con la ignorancia y el desinterés de mi parte ante lo que le suceda; no me engaña, esa debe ser su técnica de caza, parecer indefenso para hacer sentir a la chica poderosa y posteriormente jugar con el y dejarla.

Miro en el camino en donde se ha ido Izan y los dedos me cosquillean por ir detrás de él, agarrarlo del cuello y decirle de una buena vez, que me gusta. Así que no pierdo el tiempo, comienzo a caminar alejándome lentamente del bochornoso sitio; me detengo un segundo, justo en el segundo en que el viento revuelve mi cabello con un sonido ensordecedor, volteo a ver a Cayden y este me ve decepcionado, es como si supiera que he escuchado su silencioso grito de ayuda y lo he ignorado como todos los demás.

No me importa. Sigo mi camino esta vez sin mirar atrás

Y el viento me vuelve a susurrar su grito de ayuda, es como si no quisiera aceptar el hecho de que no me creo su farsa; de que sufre en silencio cuando en toda su carrera la ha vivido al máximo hasta saciarse de la diversión que lo carcome, no le creo, no cuando ha estado envuelto en polémicas.

No necesito voltear a ver hacia atrás, sé que está sonriendo con prepotencia y que está molesto, porque no he caído ante su espectáculo.

Por un pinche amarre que no era para ti, ahora parece que mi mundo lo es todo para tu miserable alma.

(...)

Izan no me ha hablado en todo el día. En cuanto lo encontré, tan solo me regalo una mirada rápida llena de decepción mientras dibujaba líneas indecisas en el lienzo blanco que esperaba por contener una historia que contar, una historia hecha de pinturas y anhelos guardados en cada pincelada y color que cubriera su blanquees por totalidad.

Estuvimos bastante tiempo sin dirigirnos una mirada o una palabra que recobrara sentido a este absurdo silencio sin razón alguna, sin embargo, aquella situación me pareció molesta y la llama del enojo y sofocación se encendió en mi cerebro y para no estallar en reclamos innecesarios hacia su persona, decidí romper el hielo sin conseguir respuesta, y aún así sigo hablando sin detenerme, buscando un atisbo de simpatía en su mirada.

—Podemos hacer esto—Digo señalando el cuaderno donde he puesto algunas ideas—, y posiblemente cumpliremos nuestro sueño de ir a New York.

—Nuestros sueños—Murmura Izan con la capucha de su chaqueta puesta, mueve su cabeza en negación, agarra su mochila y se marcha.

Desde esa conversación no hemos hablado en lo que resta del día, aunque estemos trabajando juntos en un proyecto donde tenemos que pintar sobre un lienzo nuestros temores y sueños, para mezclar nuestros mundos y crear nuestro propio big bang en una hoja llena de pureza y anhelos; y así poder ir a New York donde finalmente cumpliremos unas de tantas promesas y sueños incompletos que aguardan con paciencia en cada latido de un tembloroso corazón.

Sin embargo, me evita a cada rato, ni siquiera se digna a mirarme a los ojos las pocas veces que tiene que dirigirme la palabra; tan solo se comporta distante, tal parece que no quiere trabajar conmigo y me ha dejado de lado en su proyecto más importante, y eso me duele hasta el alma.

Un amarre por accidenteWhere stories live. Discover now