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Visualizo mi hogar bajo los faroles que iluminan sin fuerza la entrada de está. En el porche se encuentra mi tía sentada en una silla de hierro, me mira bajo sus gafas mientras tiene en su regazo una bolsa con el logo de Eucalipto Restaurant.

Trago saliva y forzo una sonrisa que sale casi natural, está mujer aunque no me dio la vida, me dio todo lo necesario para vivirla.

—¿A donde estabas Venus?

Su mirada pasea en todo mi rostro, entrecierra ligeramente sus ojos mientras analiza mis actitudes; no se va a tragar el cuento de que me fui con amigas, pues la única que tenía cometió traición. No decido contestarle hasta tomarme el tiempo necesario de sentarme junto a ella, lleno de aire fresco mis pulmones y lo libero con paciencia.

Después de la horrible conversación que tuve con la tipa "que es alguien en la vida" fui a correr por todo el parque. Nadie se encontraba más que mi alma en pena.

Necesitaba agotar mi mente, consumirla poco a poco para quedarme en blanco y así no trazar lineas innecesarias al momento de razonar, mi cuerpo necesitaba sentir el cansancio para domir con tranquilidad por las noches, mi corazón exigía el latir intenso para luego parar y volver a su ritmo normal inundando mi cabeza con el sonido irreparable de su latir.

Correr me hace liberar ideas y suprimir sentimientos, es la mejor manera que tengo para desestresarme o lastimarme de una forma no tan dañina, como lo es la muerte.

—Estaba en la universidad—Me limito a decir dándole un pequeño beso en la mejilla.

Ella no despeja sus ojos de los míos, me reta a sostenerle la mirada mientras miento en el intento.

—Llamé a Izan y él dijo que te habías ido temprano.

Elena, mi tía, levanta una ceja mientras me señala en forma de acusación. Sonríe incrédula por hablarle mentido.

La abrazo y recuesto mi cabeza en en su hombro, ella se relaja ante mi acto y se pone a la defensiva porque sabe que es por lo que acaba de mencionar el nombre de Izan, que desde hace 14 años somos mejores amigos.

—¿Qué te dijo de mi? ¿Su comportamiento está fuera de lo normal? ¿No lo notaste diferente?—Le acribillo con tantas preguntas, sin darle tiempo de abrir la boca para contestarme.

Necesito saber si él ha actuado normal o no; porque siento que algo ha cambiado, que las cosas ya no fluirán con serenidad, las violentas olas han despertado arrastrando al pequeño bote en donde navego.

—Se escuchaba a dormilado— sonríe de lado ante mi obvio sentimiento hacia él—, pero puedes averiguar si le pasa algo mañana que vas a la universidad.

Aprieto levemente mis labios por la curiosidad.

—Mañana es sábado, es día libre.

—Tienes razón—Elena pone su mano en su frente con total confusión y vergüenza.

Elena es una mujer muy hermosa a sus 43 años aún conserva su belleza. Tiene un cabello inmenso color café que cae como casacada; su piel bronceada le da un toque mas juvenil, sus ojos marrones y su gran cabuz, y con cabuz me refiero a sus nalgas, la hacen ver hermosa e incluso llamar la atención de cualquier hombre.

—¿Tía?—Susurro mirando el manto de estrellas que nos cubre.

—¿Si?

—¿Cómo era papá?—Ella busca mis ojos en el infinito y oscuro cielo— me refiero si era alguien que causaba bastantes problemas.

—¿A qué viene tu pregunta?—Pasa su mano por mi alocado y grueso cabello.

—Dicen que los hijos pagamos por los pecados de nuestros padres—Hago una pausa temiendo su respuesta—. Entonces, ¿Qué tantas cosas hizo mal? Porque siento que estoy pagando cosas muy graves que solo se solventarán en cuanto dé mi último suspiro.

Un amarre por accidenteWhere stories live. Discover now