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—Abre los ojos—Es un susurro dulce que pega contra el viento y choca contra mi piel provocando que tiemble ante la calidez y la frialdad que desprende.

Mi cabello revolotea al ritmo de las hojas, aquel sonido distinguible del río me hace estremecer de tranquilidad, sorpresivamente no puedo sentir el dolor que agudizaba mis sentidos al momento de caer, simplemente no siento nada. No puedo ver nada más que la oscuridad; y más allá de que me sienta con miedo, me siento más protegida que nunca, porque sé que mi padre me había cubierto mis ojos con sus manos mientras caminabamos en un sendero sin fin.

Aquí el cantar de las aves reemplaza el sonido del dolor, donde el viento cálido sustituye a las quemaduras de la vida y donde la felicidad no tiene un precio alguno. Trato de abrir los ojos lentamente, tomandome mi tiempo para poder apreciar el arte del cielo y los colores de la naturaleza.

—¿Qué es este lugar papá?—Susurro con una voz inocente.

Levanto mi vista hacia el rostro de mi padre, quien me mirá con pequeñas lágrimas adornando sus ojos, su rostro esta disfrazado de felicidad, donde el dolor y súplica se esconden débilmente.

—Es hermoso ¿No?—Sonrie soltando un suspiro mientras observa el horizonte.

Asiento asombrada por lo que veo, es como si todos los colores hicieran explosión en el cielo y cayeran cubriendo las copas de los árboles, como si los rayos del sol fuesen gotas de oros que brillan con intensidad en las plumas de las aves; es como si fuese el lugar perfecto para descansar.

Nos quedamos unos minutos en silencio, observando, anhelando y arrepintiéndonos de todos los errores a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, el silencio es interrumpido por su suspiro cargado de tristeza, sabe que es hora de despedirse, y que no me puede retener por más tiempo en mis sueños.

—No tengo dinero—Comienza a decir, mientras tanto, acomoda mi cabello y acaricia mis mejillas—No tenía las oportunidades para brindarte un mejor futuro o regalarte lo que tú sonrisa ocultaba los deseos de tener un juguete como los demás niños; te lleve en mi espalda por largos años, te cargue en mis brazos bajo la fría lluvia mientras trataba de buscar el pan de cada día.

—Lo sé, lo sé—Murmuro arrodillándome y sosteniendo su rostro entre mis manos, mis mejillas brillan por las cristalinas gotas mientras con desespero trato de ver su rostro—. Todo es tan sombrío sin las manchas de pinturas adornando nuestras manos; ¿Por qué no puedo recordar tu rostro?

—Debes de dejar de vivir en el pasado—Murmura poniendo sus manos sobre las mías.

—Es tan difícil de avanzar si el dolor de quien amas se está sumergiendo en nuestras almas, y puedo asegurarte que quema mis entrañas—aprieto mi mandíbula y hablo entre dientes dejando fluir todos mis sentimientos antes que una tormenta se forme internamente—; escucho aún en mis sueños tu grito de agonía de aquel fatídico día, porque siento el inmenso dolor que termino con tu vida y no papá, no puedo avanzar.

Este suelta un suspiro que se vuelve eterno y en cuestión de segundos le roba la juventud, su rostro de felicidad a sido arrebatado por un fuerte golpe, y en cambio, ha dejado la huella de la humanidad.

La fría y maldita crueldad.

Me acerco para volver a sentir el calor de su abrazo, sin embargo, este se me escurre entre los dedos y desaparece a medida en que mi corazón vuelve a latir; traicionera vida.

—¿Miras ese cielo?—Pregunta con una media sonrisa.

—No te vayas papá—Sollozo tratando de alcanzarlo, es como querer capturar el aire en un frasco y esperar agobiantemente a qué se revele en forma física—, no me vuelvas a dejar sola.

Un amarre por accidenteWhere stories live. Discover now