El tiempo después de la tempestad

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Desperté. Alice estaba sentada sobre el pórtico de la cabaña meneando sus pies, creo que está esperando a que me despierte.

Al levantarme no pude evitar soltar un rugido. Me duelen las costillas, todo por la culpa de aquel desgraciado que se quiso pasar de listo con ella.

Alice volteó a verme de inmediato, su cara tenía una mezcla de miedo, sorpresa y desasosiego, por lo que ella se levantó y vino hacia mi rápidamente.

-¿Te sientes bien? –Me preguntó. Yo me cubrí con la sábana para que mi moretón no se viera.

-Solo me duele el cuerpo por tanto bailar. –Mentí para que Alice no se preocupara.

-Bien, levántate. ¡Hay que ir a la sierra el día de hoy!

-Si...dame un segundo. –A pesar de que yo esperaba que Alice se levantara y se diera la vuelta...ella se sentó en el piso para mirarme, sonriendo. Se ve como un pequeño angelito.

¿Pero qué es lo que estoy pensando? Yo jamás le había dicho así a nadie, ni siquiera a Asuna...algo anda mal.

-Oye, date prisa. –Me pidió Alice.

-Si... -Lo único que se me ocurrió fue tomar la sábana para cubrirme con ella.

-¿Acaso tienes frío? –Alice me lo dijo un poco extrañada.

-Solo un poco...no es nada malo.

-Nunca dije que fuera malo...

Le tuve que dar la espalda a Alice para que no viera el moretón que tengo...creo que me duele más que la noche anterior. Supongo que tiene que ver con que ella se durmió en mi pecho nuevamente, esa sensación de calor fue acogedora en su momento, aunque ahora no sé qué pueda ser.

-¿Estás enojado por lo que paso ayer? –Preguntó ella, tristemente. Eso me provocó un dolor en el alma.

-No, ¿Por qué estaría enojado contigo? No fue tu culpa. De hecho, fue mía.

-Mírame a los ojos y dímelo. –Eso sentenció lo que iba a definir el resto del día.

Volteé mirando de frente a Alice, me tapé el rostro pero no dejé de verla. Su rostro me dejó ver lo que más temía que pasara: preocupación.

-¿Por qué no me dijiste? –Alice se acercó a mí poniendo sus manos en mis costillas y en parte de mi abdomen.

-No quería preocuparte.

-¡Idiota! Hiciste todo lo contrario, pensé que estabas enojado, que me odiabas por lo que pasó ayer.

-Alice es imposible que yo te odie...no es como que llevemos mucho tiempo de conocernos pero...lo que pasó ayer fue culpa mía, no tuya.

-Fue mi culpa...solo debí bailar con él.

-No debiste hacerlo, tú no tienes por qué ceder a hacer algo si no quieres...eso no es bueno.

Alice estaba muy cerca de mí, la tenía a unos centímetros de mi rostro, nos mirábamos fijamente. Sus ojos, sus ojos me gritaban una cosa: ella estaba preocupada por mí y yo estaba preocupada por ella.

-Tus labios...ya están bien. –Puse mi mano sobre su mejilla, alcé su mirada ya que no dejaba de verme el moretón.

-Yo quedé como si nada y a ti te lastimaron más que a mi...fue mi culpa.

-¡No, no lo fue! –Me exalté, a lo que Alice se asustó haciéndose unos pasos para atrás –Perdóname... pero es que esto, no me siento bien.

-¿Qué sientes?

-No lo sé...pero mi corazón se acelera, me siento vulnerable e inseguro...¿tú qué crees que tengo?

Flores en el bosque vol. I (KiritoxAlice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora