El festival del pueblo

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Era el día en que las cartas llegaban al pueblo, algo que era bien conocido por todos los lugareños. Cartas de todo tipo llegaban: de trabajo, simples saludos, de amor o de reconciliación.

Muchas de ellas venían de los pueblos aledaños, otras de las ciudades y las últimas venían del extranjero.

Un hombre robusto y fuerte cargaba el saco con la infinidad de cartas para vaciarlas y ponerlas en las gavetas donde se solían colocar cartas.

Una de ellas iba dirigida para la cabaña roja. Ese lugar llevaba años sin recibir una carta. La gaveta estaba polvosa y llena de telarañas, simplemente el cartero puso la carta en su lugar sin darle mayor importancia y pegó una estampilla que daba a entender que había una carta.

Kahona-Sama iba a acompañada del pistolero para ir por las cartas. Estaban tomados del brazo y se notaba que el pistolero estaba un poco desesperado por la velocidad a la que iba su tía abuela.

Él había insistido sin éxito de convencer a Kahona-Sama que iría por las cartas, pero la señora quería caminar un poco además de tratar de encontrarse por casualidad a una de sus amigas.

Efectivamente, se encontró a dos de sus amigas y pasó hora y media platicando de todo lo ocurrido en los meses que no se habían visto. Quedaron de verse esa tarde para el café de las cuatro.

Kahona-Sama se percató que la gaveta de al lado también tenía cartas por primera vez desde que ella había empezado a usar bastón. Seguramente nadie iría a recogerla por lo que la tomó y la llevó a su casa. Se la entregaría a Kirito en cuando lo viera.

Él se despertó antes que Alice, al levantarse se fue a encerrar tan rápido como pudo en el baño, desliándose sobre la puerta hasta quedar sentado en el suelo.

-¿Por qué lo hice?... –Pensó. –Ya no podré mirarla a los ojos sin sentir vergüenza, ¡soy un idiota!

Había una cosa segura: amaba a Alice. Pero a su vez existía un obstáculo, su propio sentido de la "moral". Él ya no era novio de Asuna, ella lo esperaba pero no eran novios. Podía besar a Alice casi sin culpa por que la única culpa que tendría era no ser su novio como Dios manda.

Y Alice, por su lado, seguía sufriendo la indecisión de Kirito. Simplemente quería tomarlo de la mano, abrazarlo...y besarlo, pero aquel cobarde simplemente no se decidía en si actuar o no. Su alma estaba medianamente sosegada a sabiendas de que él también quería que el beso se diera, pero esa falta de coraje de ambos lo impedía.

Nadie podía decir a ciencia cierta si ambos eran el uno para el otro. O si al menos su encuentro había sido algo predestinado por los Dioses o era producto de una simple causalidad. Pero casualidad o no, era un encuentro inesperado para los dos.

Ella finalmente había despertado de su letargo.

Buenos días, Kiri... -No lo encontró en la cama, levantó su vista y tampoco lo encontró en la cabaña. –Kirito...

En ese instante la chica pensó que Kirito se había retirado a algún lugar para despejarse. Su maleta y mochila estaban en el suelo, quizá ya estaba en casa de Kahona-Sama desayunando. Quizá no había querido despertarla por algún motivo muy propio de él.

Aun así en sus ojos y semblante había tristeza. No porque su compañero la hubiera dejada sola en la cama si no...por el fallido intento de beso que se pudieron dar el día de ayer.

Kirito salió del baño y al ver Alice despierta, mirándolo, se sintió acorralado. Se vieron por diez segundos sin decir nada.

-Buenos días. –Soltó Kirito.

-Buenos días...¿hoy vamos a...?

-Claro, podemos ir. –Alice arrugó el entrecejo, estaba molesta.

Flores en el bosque vol. I (KiritoxAlice)Where stories live. Discover now