N u e v e

1.3K 88 17
                                    

Karol.

 Estaba saliendo de la sala de reuniones cuando noté que a Nick le faltaba un zapato; y luego de no hallarlo en mi bolso decidí volver, rogaba que alguien aún estuviera allí. Con mi hijo en brazos, para mantenerlo alejado del suelo frío, volví. Mientras más me acercaba a la sala más fuerte oía el llanto de un bebé y, efectivamente, allí estaba Ruggero muy frustrado intentando callar a Camila.

Nick y yo los observamos divertidos en silencio durante un rato, pero cuando ya habían sufrido demasiado decidí intervenir.

— ¿Necesitas ayuda? — Pregunté divertida.

Ruggero me miró con esos malditos ojos; como agradeciéndome por estar allí, sonriendo ante mi presencia y sentí como todo dentro mío se revolvía. 

Vi que a su lado, en el suelo, estaba el zapato de mi hijo. Me acerqué a ambos y senté a Nick junto a Camila, empujé suavemente a Ruggero y me dispuse a explicarle cómo cambiar un pañal.

— ¿Lo entendiste? — Pregunté mirándolo a los ojos.

— ¿Te digo la verdad? — Murmuró haciendo una mueca, a lo que reí.

— Será una noche larga para ti entonces. — Dije divertida. — A ver tú niño, dame esa pata. — Chillé a Nick, mientras le ponía nuevamente su zapato.

Ambos reímos y lo bajé al suelo.

— Nos vemos... cuando sea que nos veamos. — Murmuré con una sonrisa. — Suerte.

¡Tau ushe! — Se despidió Nick.

Salimos de la sala y cuando se abrieron las puertas del ascensor frente a nosotros, la voz de Ruggero me detuvo.

— ¡Karol! Esperá. 

— ¿Qué? 

— ¿Quieren venir a cenar? — Preguntó tropezando con sus palabras. — Cande no está, y no estoy muy seguro de qué hacer con Cami, necesito ayuda. — Murmuró.

¿Cuanto puede durar una batalla interna? Es decir, una parte de mí quiere reírse en su cara y dejarlo solo, pero soy madre, y no puedo dejar que Ruggero sin saber cómo tratar a su hija quede a cargo de esa niña. 

Mentalmente hice una lista de pros y contras, pero antes de siquiera finalizarla, había dado mi respuesta.

— Eso depende, ¿Tú cocinarás?

Ruggero sonrió y asintió con la cabeza. Esto no iba a terminar bien, de ninguna manera. No si sonreía así.

— ¿Tienes tu auto aquí? — Asentí. 

— Te sigo.

(...)

— ¿Puedes darle su biberón a Camila mientras cocino? 

Nick estaba embobado con una vieja guitarra de Ruggero, lo cual me ponía los pelos de punta. Y encargarme de Camila me distraería de lo incómodo que se había vuelto estar aquí.

Ruggero y yo no éramos los mismos que años atrás, eso era obvio, sin embargo cuando debo hablar de nosotros lo único que se me ocurre decir es que somos... demasiado extraños. Es decir, hace dos días discutimos y nos hemos dicho cosas horribles, ¡Y aquí estoy! Dándole el biberón a la hija de la que SÍ se hizo cargo, y sin siquiera preguntarle donde está su prometida.

Papá. »RuggarolWhere stories live. Discover now