Primero

350 8 1
                                    

Su luna de miel fue un largo escalofrió. Rubia, angelical y tímida. De muy buena posición social, al igual que él, se convertiría en una dama de alta sociedad; gracias a las empresas de su padre había conseguido ser una mujer respetada, y ahora, por fin ya tendría un marido que la complaciera. Y con un trabajo de comerciante, uno de los mejores en la ciudad, eso sin duda añadiría más prestigio y poder a su reputación. Sin embargo, el carácter duro de su marido heló por completo sus soñadas niñerías de novia. Ella no objetaba ni se inmutaba, puesto que no quería que su esposo la considerara luego como una niña mimada y caprichosa. Eran total y completamente distintos, a eso además se le sumaban cuatro años de diferencia con respecto a sus edades, lo que lo volvía a él más maduro y sensato, y a ella más infantil y arbitraria.

Ella lo quería mucho. Incluso después de conocer su lado más sombrío y confuso, aun así, lo seguía viendo como el hombre de sus sueños. Él por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Nunca fue un hombre muy expresivo, y casi nunca se le veía sonriendo, incluso en el día de su boda, mientras ella irradiaba luz con su exagerada alegría, él solo se mantenía serio e inmóvil.

A veces sentía un ligero estremecimiento, cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Carlos, que usualmente se encontraba mude desde hacía una hora.

Durante tres meses – se habían casado en abril –, vivieron una dicha especial. A pesar de eso, sin duda alguna hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, tal vez con una más expansiva e incauta ternura le hubiera bastado; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

El Almohadón De PlumasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora